Ricardo Cavolo

Decía Rilke que la patria de cada uno es la infancia. En el caso de Ricardo Cavolo (Salamanca, 1982) la suya es el dibujo porque desde niño ha invertido gran parte de sus horas entre pinceles y rotuladores. Le gustaban los juegos de rol y los libros con ilustraciones de dragones, espadas, horcos y enanos y podía pasarse horas contemplando cada una de esas páginas dobles abarrotadas de imágenes y simbología. Entre juegos, lectura y pintura se gestó una pasión que se ha convertido en forma de vida. Ahora su universo de seres con más de dos ojos, llamas y corazones ardiendo ha posado su mirada en la periferia. "Yo no sé si soy de la periferia o no, pero sí quiero ser un embajador de ella. Quiero defenderla, cuidarla, honrarla y hacer que sea respetada", escribe Cavolo en la sinopsis de su nuevo libro, Periferias. Gran libro ilustrado de lo extraordinario que edita Lunwerg.



En este compendio caben 150 periferias que son historias que ha ido recopilando de películas y libros a lo largo de los años. Por eso, completar el álbum le ha llevado tan solo unos meses. "Es un tema que me atañe mucho porque aunque no pertenezco a las periferias he vivido muchos años en una de ellas y me considero un poco de allí", reconoce. Cuando sus padres se divorciaron su madre empezó una relación con un hombre de raza gitana por lo que Cavolo convivió con ellos durante unos años. Esto se tradujo en un aprendizaje tanto de la cultura de su padrastro como de la sabiduría del mismo y una conciencia del estigma que aún hay hacia ellos como pueblo. Por supuesto una de esas historias está dedicada a esta cultura pero también caben las niñas diosas kumari, albinos, mujeres soldado kurdas, países como Transnistria, Somalilandia y Ladonia, animales, plantas y escritores y, como no, el creador del cómic underground, Robert Crumb. Pero todos ellos están llevados al llamativo universo de Cavolo, el colorido que denota optimismo.



Pregunta.- Cuando se enfrenta a cada una de las viñetas de figuras humanas, ¿se inspira en personas reales y concretas o deja que la imaginación hago su trabajo?

Respuesta.- Empiezo a hacerlo con gente real porque hasta ahora tiraba de inventiva. Siendo dibujante tienes 20 tipos de ojos, 30 peinados, 30 cejas, 40 bocas, miles de fisonomías y, como con Mr Potato, puedes mezclarlas. Claro que si es bereber o mongol tiene que tener rasgos de allí. Mi pareja, que también es artista, usa la fotografía para los retratos y he visto que es positivo porque el retrato de alguien concreto especifica cada dibujo. Hasta ahora he usado la imaginación porque me gusta el arte medieval y en el arte bizantino y egipcio, por ejemplo, se utilizaban las formas tipo. Para hablar de la realeza se usa una fisonomía, para hablar de la bajeza, otra. Me gusta ese código y quiero mantener ese rasgo iconoclasta medieval con la especificidad de los rasgos de una persona concreta.



P.- En su trabajo hay una constante, que se ha convertido en marca de la casa, que es el fuego y los ojos que vienen en dos o tres pares. ¿Qué simbología o metáfora hay detrás de ello?

R.- Todo está ahí por algo en concreto. Me gusta retratar momentos no normales, momentos que son pequeñas luces en la historia de alguien aunque a lo mejor no trascienden para la humanidad. El fuego es algo que tiene que ver con la energía. Empezó cuando pintaba a músicos [101 artistas que debes escuchar antes de morir], les ponía fuego en las manos o en la boca. Es como la física cuántica, cuando se toca la guitarra los átomos se rozan y se genera un calor. En lugar de dibujar unas rayitas el fuego es más visible, más potente, abriga más. En los ojos, en cambio, se mezclan dos aspectos que se complementan. En el libro explico que mi padrastro era gitano y era analfabeto, no sabía leer ni escribir, pero sabía muchísimo, era muy sabio en cosas de la vida. Desde pequeño me dio muchos consejos porque vivió y se movió mucho por su estilo de vida. Entonces deduje que cuanto más ves, más sabes, de modo que más ojos tienes. Y por otro lado como trabajo con la simbología, si ves a alguien con dos ojos piensas que es una persona pero si ves más de dos hay una llamada de atención. Y si te he llamado la atención, es una señal que pongo para que te pares frente a esa persona porque hay algo que te puede interesar.



Páginas del libro Periferias

Toda esa simbología hace que el lector se detenga en cada viñeta y no pase la página deprisa. Se trata de un juego que plantea el artista, un juego en el que no todo queda a las claras y busca la actividad neuronal y reflexión de quien observa. "El cerebro humano funciona así, si ves un código quieres descifrarlo aunque no lo entiendas y eso es lo que pretendo con mi trabajo, que la gente se lo plantee como un juego y quiera hacer el recorrido". Un camino en el que las formas y los colores tienen mucho que decir. El color, dice, es biología, captamos con el ojo y el color llama al bicho al igual que el color vivo capta la atención de las abejas porque saben que ahí está el polen. Así, el color de Cavolo se convierte en nuestra abeja, el resto vamos hacia el polen. "Es una jugarreta que hago porque intento atrapar al lector con el color, es decir, te voy a echar miel y vas venir", bromea.



La segunda vertiente del color es que una vez ha atraído la atención de su abeja comienza el juego de la simbología. "Hay quien dice que soy infantil, poco maduro pero me lo tomo de manera positiva", porque a pesar de que en ocasiones trate temas crudos, esos colores vivos "contienen un mensaje positivo sin caer en lo naif". Y así es como, de hecho, ha gestado un lenguaje propio reconocible sin la necesidad de una firma. "Los corazones, los ojos, el fuego siempre han estado ahí pero la combinación que hago de ellos es lo que se ha hecho reconocible", asegura.



Cavolo muralista

Pero Ricardo Cavolo se adapta a todos los formatos. Ya sea una postal como un mural gigante. El boceto que hace para cada uno de ellos es el mismo, la preparación la misma, el gozo el mismo. Comenta que ahora que ha estado enfrascado en el proyecto de las periferias al tiempo que culmina otro volumen para Estados Unidos y Reino Unido, necesita un cambio. No se trata de aburrimiento por aburrimiento sino de retarse a sí mismo. Por eso en febrero ha aceptado la creación de dos murales, uno de ellos para una escuela de un pequeño pueblo de Nepal. Y también tiene a punto el lanzamiento de su propia marca de ropa. "Es divertido y necesito cambiar de ámbito, cuando llevo un tiempo trabajando en algo necesito lo opuesto. He hecho ahora dos libros y ahora me reconcome meterme en algo de tamaño grande", señala. Esto encargos, por lo general, vienen de instituciones, marcas, ayuntamientos. "Siempre es legal, creo que he hecho solo dos a modo vandálico", bromea.



P.- Hay quien aún ve en el grafiti un acto vandálico pero un mural trabajado enriquece las ciudades. ¿Está cambiando esta concepción?

R.- Claro que enriquece, aunque dentro de dos años haya otra cosa en el mismo lugar. Asumo muy feliz que ese mural [se refiere al de Koatiko de la calle Fuencarral de Madrid] va a ser otro y menos mal, porque la ciudad está viva, avanza, la moda cambia, la gente y los gustos evolucionan y el maquillaje de la ciudad tiene que ir acorde. Afortunadamente empieza a entenderse que un mural no es algo vandálico. En San Petersburgo, por ejemplo, había un museo que ha sido abandonado y el gobierno lo ha convertido en el museo de street art. Es genial porque cada año invitan a una artista diferente y la gente de allí podrá ir a ver una cosa diferente. Que haya algo así es positivo porque estamos en otro estadio al de hace diez años.



Páginas del libro Periferias

P.- Las modas y seguir su corriente puede acarrear un contrapunto, el de caer en lo comercial sin crear un lenguaje propio. ¿Qué opina?

R.- Eso es muy peligroso. Un buen ilustrador va a saber adaptarse a las modas de cada momento, el problema es la satisfacción que recoge de ello respecto a una persona que tiene su vocabulario propio. Mi estilo evoluciona pero no en función de lo que pasa. Bien es verdad que es bueno saber qué está sucediendo porque puedes jugar con tu estilo, es bonito y necesario porque tampoco te vas a encerrar en tu torre de marfil.



P.- Esa adaptación a lo que se vende ha traído un florecimiento de ilustraciones de lenguaje muy parecido que va directamente a la venta. Pero hay otra corriente, en la que se pueden incluir a Paula Bonet y a Aitor Saraiba, que aboga más por la creación de un universo.

R.- Sin desmerecer a la primera tendencia, creo en la segunda hay un planteamiento, y espero que no suene snob, de artista. La carrera de un artista no es la inmediatez. El otro planteamiento es más comercial, sin desmerecer absolutamente y siendo una cosa necesaria y con el mismo nivel cultural pero creo que son carreras diferentes. Un artista no es tan masivo, se cuece más despacio porque nos interesa que esto dure toda la vida. Yo quiero ser artista toda la vida y habrá momentos en los que esté peleando mucho, pero la virtud es saber mantenerte. Hacer un planeta es complejo pero puedes llenarlo, habitarlo un tiempo y quizá tengas que saltar a otro. Nosotros queremos crear un universo.



P.- En cualquier caso, lo positivo de todo esto es que la ilustración vive un buen momento. ¿Cuándo comenzó a darse esa valoración?

R.- Ilustración ha habido siempre pero ha sido minoritaria y underground. Año tras año se han ido quitando baldosas de los pisos de arriba y vamos viendo cosas buenas. La oscuridad genera cosas que no suceden arriba y con mucha fuerza. Es bueno y también es una ola que tiene mucha agua pero también mucha espuma; el agua se mueve pero la espuma se desvanece. Es una criba y los que estamos tenemos que mirar bien lo que hacemos.



P.- ¿Es fácil escoger los proyectos, hacer criba y decir que no?

R.- Los que somos pobres no podemos permitirnos ese lujo. Me he tirado siete u ocho años diciendo que sí a todo. No tengo ningún recurso, red o paracaídas si me caigo y tengo que trabajar todo lo que puedo para generar un mínimo colchón y generar una velocidad crucero profesional para no pensar en qué saldrá el mes que viene. Esto quema pero consigues llegar un estatus y ahora puedo pensar en qué cosas hago y qué no. Al principio es complicado porque necesitas que te reconozcan y se conozca tu trabajo pero ahora me reservo tiempo para hacer lo que me gusta.



@scamarzana