Elizabeth Strout. Foto: Leonardo Cendamo

La escritora norteamericana, ganadora del Premio Pulitzer, publica Me llamo Lucy Barton (Duomo), una novela sutil y conmovedora que reflexiona sobre el clasismo, el amor a pesar de las diferencias y la dificultad de dejar atrás los orígenes.

En una habitación de hospital en pleno centro de Manhattan, Lucy Barton se encuentra ingresada y recibe la inesperada visita de su madre, a quien no ve desde hace años. Entre las dos nace una conversación, plagada de silencios y sobreentendidos, que supone para Lucy un viaje a su pasado, a una infancia llena de golpes y desprecios, sumida en la pobreza y en la privación emocional, que tendrá su eco en su vida adulta. Página tras página, se desgranan los pasajes fundamentales de una vida, los rencores, las palabras no dichas, el amor, las decisiones y los errores claves para comprender el proceso personal y profesional de la protagonista hasta convertirse en escritora. Con un estilo que combina la crudeza más visceral con una delicada sutileza, Elizabeth Strout (Portland, Maine, 1956), ganadora del Premio Pulitzer en 2009, construye en Me llamo Lucy Barton (Duomo) una novela íntima y a la vez global que ahondando en los detalles y las profundidades del alma humana reflexiona sobre temas como el clasismo y la pobreza, la persistencia del amor a pesar de las diferencias y la dificultad de dejar atrás los orígenes.



Pregunta.- Ésta es una historia de ficción escrita como no ficción, ¿cómo encontró la voz de Lucy?

Respuesta.- No lo sé, sinceramente no sé de dónde viene mis personajes. Algunos sí que los siento más reconocibles, pero no es ese el caso de Lucy. Estaba escribiendo diferentes escenas con la madre, algunas escenas en el hospital y entonces oí su voz. La voz de Lucy es muy distintiva, así que tuve que prestarle atención a su voz, que es la que me hizo encontrar el personaje.



P.- ¿Qué parte de Elizabeth hay en la historia, en el personaje?

R.- Para empezar los padres de Lucy no son mis padres, ni su historia, su procedencia, es la mía. Pero es cierto que estoy en Lucy, estoy dentro de todos los personajes. Tengo que estarlo porque tengo que tirar de mi misma para crearles y darles forma. No sabría decir exactamente qué parte de mí es Lucy, pero alguna sí lo es.



P.- Lucy cumple ese mito americano de que cualquiera puede ser cualquier cosa, de que la distancia entre clases es superable, ¿esto ocurre realmente?

R.- Cierto, la suya es una historia muy americana. Este salto es algo posible en América, menos ahora que hace un par de generaciones o incluso que en la generación anterior, cuando era más fácil, pero sí ocurre. Y casi siempre a través de la educación es como la gente puede atravesar la frontera de las clases. Ése es el caso de Lucy, fue la educación lo que la sacó de su vida anterior, y eso le ocurre a más gente.



P.- ¿Por qué es ahora menos posible que en las generaciones anteriores, qué ha cambiado?

R.- No hay tanto trabajo ni tanto dinero. Después de la Segunda Guerra Mundial, América pegó un gran estirón y había mucha industria, muchas empresas. Ahora todas las fábricas han cerrado y eso ha cambiado el país orientándonos hacia un mercado de servicios. Eso ha provocado que la brecha entre pobres y ricos se haya ahondado muchísimo, y eso es lo que lo hace diferente.



P.- ¿O sea que ahora tenemos más un clasismo del dinero que un clasismo social, como el de la novela?

R.- Sí, ahora todo gira exclusivamente en torno al dinero. Aunque lo económico siempre fue una parte importante, porque incluso en la infancia de Lucy uno de sus estigmas era ser pobre, pero antes el tema de la clase social dependía de varios aspectos. Sin embargo ahora está todo centrado en el dinero, en cuanto tienes, en cuanto puedes tener. Lo que eres lo eres por lo que tienes. Es el triunfo del capitalismo.



Hoy en día lo que eres se basa en lo que tienes. Es el triunfo del capitalismo"

P.- Con este tema enlaza la idea de dejar atrás el pasado, de cómo le dicen a Lucy, ser "implacable", algo que vemos extraño en Europa, donde quizá las raíces son más profundas.

R.- Ese es otro rasgo muy americano, algo muy común en nuestra sociedad. Hace algunos años, la familia americana media se mudaba cada pocos años a otra ciudad o incluso a un estado diferente. Creo que los padres no deberían esperar que los hijos se queden con ellos después de cumplir los 18 años. Estados Unidos es un país enorme, y en nuestra cultura está ese perpetuo movimiento. Aunque esto es más común a partir de la generación de Lucy. De hecho en esta "huida" está la raíz del conflicto familiar de Lucy, porque su madre nunca le perdona que se vaya. Y ella se tiene que ir, representa un poco ese tópico de "los que se van y los que quedan atrás". Su madre no le perdona que se vaya y los deje atrás.



P.- Precisamente el núcleo de la novela es una conversación con su madre, que funciona como un recordatorio de su pasado, del que huye inconscientemente pero contra el que no se rebela.

R.- No se rebela porque es su madre. Este reencuentro es lo que me interesaba en origen, explorar la idea de que es su madre, de que a pesar de todo es su madre. Y de que está ahí sentada a los pies de su cama del hospital. La vida es muy complicada, pero a pesar de todo Lucy quiere a su madre, siempre queremos que nuestra madre esté ahí. Para mí esa era la tragedia, y por eso en mi cabeza es una historia de amor, imperfecta como todas, pero una historia de amor.



No me interesan las víctimas ni estoy interesada en el mal y el bien, lo correcto y lo incorrecto"


P.- Ella ha tenido una infancia solitaria y miserable, pero no se siente infeliz, nunca cae en la autocompasión ni le da ese toque atroz que como lectores si podemos advertir.

R.- Sí, así es Lucy, su manera de ser. Nació con una naturaleza de corazón abierto. Además tampoco estaba interesada en convertirla en una víctima. No me interesan las víctimas ni estoy interesada en el mal y el bien, lo correcto y lo incorrecto. Simplemente iba escribiendo la historia y me iba haciendo consciente de la voz, de la visión de Lucy a medida que contaba las cosas. Decía: "pues no está muy afectada", pero eso es lo que pasaba, así se sentía ella.



P.- Volviendo a la conversación, en ese diálogo son clave los silencios, casi importa más lo que no se dice, se ve ese amor a pesar de las diferencias entre ellas.

R.- Exacto. En ocasiones su madre cierra los ojos, y pensé que esa era la manera de hacerle hablar, de utilizar eso como parte de la conversación. Es como su manera de decirle algo que no puede decirle y que nunca le dirá. Que la quiere. Es muy trise, pero es parte de la cultura de su familia, que son congregacionalistas, una religión protestante que tiene sus raíces en el puritanismo, por lo que es muy austera y desapegada.



P.- El título, Me llamo Lucy Barton, ¿es como una declaración de principios por parte de Lucy?

R.- Totalmente. Bingo. Por un momento pensé en ponerle otro título, pero me dije, no, ella va a declarar y a hacerse cargo de su propia vida. Por eso la primera vez que conoce a Sarah Payne, la escritora apenas es capaz de decir su nombre, así que me di cuenta a medida que iba juntando todas las piezas del puzle, pensé y ahora es cuando ella, tras rememorar su pasado y su vida dice "esta soy yo, de aquí vengo, y esto es lo que cuento, lo que soy. Yo me llamo Lucy Barton".



P.- Ese personaje de Sarah Payne, la escritora que guía a Lucy ¿qué papel juega?

R.- Fue extrañísimo como salió todo, porque durante un tiempo ni siquiera sabía que Lucy iba a ser escritora. Al principio esa idea me ponía muy nerviosa. La primera vez que apareció Sarah Payne tampoco pensé que fuera a ser escritora, pero luego me di cuenta de que el contacto de los dos personajes podía funcionar como un juego, como un pasillo de espejos donde una refleja a la otra. Así que hice que Payne fuera escritora y le di la oportunidad de decir cosas que son importantes para el lector. Sarah funciona bien como una portavoz, una voz narrativa auxiliar.



Para mí escribir es como hacer una declaración, enfrentarte con tu propia vida honestamente"

P.- ¿Es Sarah en quien vuelca usted su idea de la escritura, ese no mentir, ese vaciarse totalmente y no intentar protegerse para llegar a la verdad?

R.- Sí, utilizo a Sarah y es verdad que creo en la mayoría de las cosas que dice. Aunque no en todo. Por ejemplo, cuando afirma que no debes preocupes de la historia porque solamente tienes una que escribirás a lo largo de tu vida, con eso no estoy de acuerdo, pero me gustaba mucho que lo dijera porque creo que hay un grado de verdad en eso. No lo pienso, pero quizá sea cierto. Yo creo que tengo más de una historia, pero no lo sé.



P.- El otro eje de la novela es la historia de Lucy contando cómo se convierte en escritora, que partes de su vida le hacen dedicarse a escribir, ¿cuáles son las suyas?

R.- Mi madre quería ser escritora y no consiguió serlo, pero cuando era pequeña me regaló multitud de cuadernos y me hacía escribir lo que había hehco cada día. Desde muy pequeña llevo escribiendo frases, en mi memoria más temprana ya pensaba en frases. Y seguí escribiendo y escribiendo, para mí es algo muy natural, así que desde muy jovencita ya quería ser escritora.



P.- Su próxima novela girará en torno a los personajes de la vida de Lucy, pero sin que ella lo narre, ¿qué le atrapa de toda esta gente, de esta historia?

R.- Es una historia ambientada en la actualidad, que cuenta lo que ocurre con esos personajes que pueblan la novela hoy en día. Ya estaba escribiendo sobre ellos mientras contaba la historia de Lucy, porque concebí todo como un solo libro. Originalmente iba a dividir el libro en dos partes, pero la voz de Lucy era tan particular que su historia ganó entidad propia. Así que ahora me queda explorar todo el resto, todas las posibilidades del resto de personajes. Y en eso estoy, aunque al trabajar de forma paralela, el nuevo libro ya está casi listo.

Descubre aquí los primeros capítulos de Me llamo Lucy Barton