Luis García Montero

El escritor publica Un lector llamado Federico García Lorca, un ensayo en el que profundiza en los autores y textos que forjaron la identidad personal y creativa del poeta granadino.

"Quizá dentro de cincuenta años sea difícil entender que hubo un tiempo en el que algunas personas se pasaban la vida leyendo". Con estas palabras comienza Un lector llamado Federico García Lorca, el nuevo ensayo del escritor y poeta Luis García Montero (Granada, 1958), en el que profundiza en los autores y textos que forjaron la identidad personal y creativa del poeta granadino. "El lector habita libros que van definiendo su propia identidad", asegura García Montero, lo que en el caso de Lorca se traduce en un gran interés por la mitología griega o los textos de Oscar Wilde, que le ayudaron a resolver sus primeros conflictos íntimos. También pretende romper un mito extendido sobre el poeta granadino, rechazar la imagen, la caricatura del Lorca inculto y genial que según García Montero ha prevalecido debido a su perfil de mal estudiante que nunca llegó a aprobar Filosofía y Letras y solo pudo aprobar derecho gracias a las recomendaciones de amigos catedráticos. Aún así, defiende que "Lorca no era un erudito pero era un escritor muy bien formado y con una vasta cultura extraída de sus variadas y cuantiosas lecturas".



Pregunta.- ¿Es posible ser poeta granadino y no hablar de Lorca?

Respuesta.- Es posible, claro que sí. Muchas veces las sombras demasiado alargadas te llevan al rechazo. Yo he conocido a gente en Buenos Aires que dice ya está bien de hablar de Borges, o en Chile que dice ya está bien de hablar de Neruda. En ese sentido yo nunca he caído en la tentación de despreciar a Lorca por ser el poeta famoso de la ciudad. Me parece que es mejor dialogar con los grandes que buscar a los pequeños.



P.- Lorca es una constante en su obra, ¿cómo llegó a él y qué significa para usted?

R.- Descubrí a Lorca en la adolescencia, en la biblioteca de casa de mis padres, y me quedé totalmente deslumbrado con sus poesías. Poco después leí el libro de Ian Gibson sobre la represión nacionalista en Granada y se me mezcló la literatura con la vida, la memoria de mi ciudad con la poesía, y de alguna manera, parte de mi identidad como persona ha sido ir buscando esa ciudad, esos sueños que quedaron bajo los escombros con la muerte de Federico García Lorca.



P.- ¿Por qué reconstruir su persona a través de sus lecturas?

R.- Debajo de todo autor hay un lector. Yo me dedico a la literatura porque primero fui lector. Si me imagino de adolescente, deslumbrado con un libro de Lorca en las manos, la curiosidad me lleva a plantearme qué libros pudieron deslumbrar a Lorca, a través de qué libros se fue formando su identidad. Creo que es una buena perspectiva la biografía del lector, porque te ilumina en cómo se va formando la personalidad literaria pero también en cómo se va negociando la propia identidad con la realidad.



P.- También pretende desmentir esa fama de poeta improvisado y visceral, ¿por qué se tiene esa idea de él?

R.- En el caso de Lorca muchas veces funciona la caricatura: Lorca como un poeta inspirado, de espontaneidad, de fuerza y de verdad, pero poco culto. Lorca era muy mal estudiante, y quizá el recuerdo de sus amistades incide en este punto. Pero ser mal estudiante no significa ser inculto, y él se formó minuciosamente a través de la lectura de los clásicos y de la literatura de su época. En esta visión también ha tenido mucha importancia la propia tradición lorquiana. Él se define dentro del Romanticismo, y lo romántico siempre exalta lo espontáneo, lo natural, frente a lo civilizado, la emoción frente a la razón, y en ese sentido se ha identificado parte de la obra de Lorca con esa idea, se confunde una cosa con otra y el Lorca apasionado y desesperado se identifica con el Lorca espontáneo, inculto, telúrico.



P.- ¿Qué lecturas de Lorca le han sorprendido?

R.- Hay lecturas que considero muy importantes. A la hora de negociar con su identidad es clave, por ejemplo, la selección de obras o mundos que tienen que ver con la homosexualidad. Lorca tenía que dar respuesta a sus conflictos íntimos. Y un día leyendo a Platón descubre que en un área de prestigio tan importante como la filosofía clásica alguien reconoce que puede existir un amor puro entre dos hombres. Eso le lleva a darle mucha importancia a la mitología, porque en la mitología clásica se puede hablar de cosas que estaban reprimidas en las convenciones de su época. A Lorca le interesaba mucho el mito de Baco, un dios homosexual, y durante meses la Teogonía de Hesíodo fue su libro de cabecera. En este sentido también se identificó profundamente con el De profundis de Oscar Wilde, escrito para su amante Alfred Douglas, y subrayó esta frase: "el sufrimiento del mundo tiene como origen los amores incomprendidos".



P.- Hablando de su identidad, también se le identifica con Andalucía, él mismo lo hacía, pero a la vez consigue con un imaginario tan local llegar a ser universal, ¿qué hace falta para eso?

R.- Lorca había leído y aprendido mucho de Unamuno, que intentó crear una tradición que no fuese costumbrista, sino que sirviese para llegar a problemas universales. Lorca asimila esta idea pero le surge un problema. Unamuno estaba muy enemistado con la sexualidad, que le parecía despreciable. Él solo quería la austeridad y la espiritualidad, por eso su paisaje es Castilla, la llanura castellana. Lorca veía que parte de su carácter era la sexualidad, la relación con los sentimientos, así que transporta la idea de Unamuno a su terreno y crea el mito lorquiano de Andalucía, que es un trasplante de la intrahistoria de Unamuno. Acepta la idea de que frente al localismo, al costumbrismo, hay que utilizar lo propio para llegar a las cuestiones universales. Dice que hay dos temas fundamentales: el amor y la muerte, y lo que hay que hacer es llegar a esos dos focos últimos de la condición humana. Si utilizas tu mitología, por ejemplo la andaluza, para llegar a replantearte preguntas sobre el amor y sobre la muerte, eso acaba teniendo una significación universal.



P.- Lorca nunca militó en política, incluso afeó a Alberti por su compromiso, ¿quizá su imagen ha quedado ligada en exceso a determinada ideología?

R.- Lorca se forma en la España de la Restauración, cuando la política tiene mucho descrédito y se percibía como algo separado de la sociedad. Pero siempre tuvo una preocupación y una sensibilidad políticas muy fuertes. Desde muy joven se identifica con los perseguidos, con los gitanos, las mujeres... grupos explotados por la sociedad. Con la República, la idea de política cambió, y hubo una posibilidad de que la España oficial conectase con la España real. Él participó en el proyecto republicano, principalmente en el ámbito cultural, convirtiéndose en un referente y en alguien muy odiado por la derecha española, muy crítica con su obra. Aunque eso sí, Lorca no fue nunca un hombre de partido, mantuvo siempre una idea de la política que tenía más que ver con su fondo popular, social y romántico.



P.- ¿Qué piensa de la situación política actual, de la unión entre Izquierda Unida y Podemos?

R.- Es lo que hay. Como militante de Izquierda Unida me hubiese gustado que las cosas fuesen de otra manera, que mi partido se modernizara a su debido tiempo, pero no fue posible y se dejó espacio para que surgiesen otras alternativas. Izquierda Unida reaccionó con complejo de inferioridad ante Podemos. Como votante y como ciudadano no pienso en lo que me gustaría sino en lo que hay, y lo más cercano a mi manera de pensar es esta unión y desde luego los voy a votar.



P.- ¿Volverá a presentarse en unas elecciones?

R.- No. Me presenté en un momento muy difícil en el que había una división interna muy fuerte de Izquierda Unida y habían surgido alternativas que le estaban comiendo el espacio político. Cuando me pidieron presentarme era muy consciente de que si la situación no fuera agónica no me hubieran dicho nada. Lo que pude hacer ya lo hice y comprendí que la vida interna del partido no tenía solución, que había un enfrentamiento claro, y que muchos sectores muy vivos de la izquierda ya no estaban en Izquierda Unida. Además, creo que tiene que tomar protagonismo gente más joven, generaciones nuevas que son las que mejor pueden comprender los cambios de la sociedad y adecuar la mirada de la izquierda a la realidad de hoy.



P.- Volviendo al libro, ¿qué ha extraído de esta experiencia y qué espera conseguir con esta obra?

R.- He podido unir al adolescente que fui y se quedó deslumbrado con un libro de Lorca, con el Lorca adolescente que se quedó deslumbrado con un libro de Rubén Darío. Además quiero reivindicar la lectura y el libro, quiero homenajear un tiempo donde el libro se consideró la raíz del futuro, de las transformaciones sociales. Lo hago en un momento donde el libro está viviendo una crisis cultural, social, económica muy fuerte y se identifica otro tipo de comunicación tecnológica con lo que debe ser el progreso. Me parece un cascarrabias cualquiera que renuncia al presente, pero tampoco quiero asumir una idea de un progreso que pierda la memoria, porque creo que identificar lo bueno para el ser humano con la producción de novedades puede ser destructivo. Discriminar el libro y dejarlo como algo anticuado, destruye más nuestra sociedad de lo que la enriquece.



P.- Tras tanto escrito sobre él, ¿le falta algo por contar de Lorca?

R.- Lorca es inagotable. La literatura es hospitalaria, el texto está vivo porque cada lector fija su propia mirada basada en su propia experiencia. Lo que pueda leer hoy de Lorca puede ser distinto a lo que lea dentro de dos años. Ocurre como cuando uno ve los libros que ha subrayado de joven y no coincide lo destacado con lo que le interesa hoy. En este libro me centro en la época de formación de Lorca y concluyo en el momento en el que alcanza la madurez, así que en un futuro me gustaría abordar lo que fue su época vanguardista, a partir de Poeta en Nueva York.