Alberto Fuguet. Foto: Penguin Random House

El escritor chileno presenta en España sus dos últimas novelas, No ficción y Sudor, en las que trata explícitamente el sexo entre hombres, el mundo literario y a los hijos del boom.

Alberto Fuguet (Santiago de Chile, 1964), novelista, cineasta y profesor en la Universidad Diego Portales, en Chile, escribió No ficción y Sudor al mismo tiempo. Y ambas novelas han llegado a España con un par de meses de diferencia, editadas por Random House. Una (No ficción) es la historia dialogada de dos hombres de cuarenta años cuya relación es ambigua, y cuya atmósfera es perfectamente reconocible en la otra, que es Sudor, una larga, veloz y minuciosa novela sobre un editor gay de Alfaguara, de no ficción y de 41 años, que organiza parte de la visita a su ciudad, Santiago, de un escritor del boom claramente inspirado en Carlos Fuentes. En realidad se ocupa de su hijo, a quien acompañará por el submundo gay de la ciudad. Fuguet introduce imaginación en anécdotas reales que le contaron en su editorial. Y da cuerpo literario a una cuenta pendiente con el boom, y en especial con Fuentes, a quien llama, poniéndose muy serio, "Darth Vader".



Pregunta.- ¿Se ajustan cuentas en este libro con el boom o solo con Carlos Fuentes?

Respuesta.- Yo armé hace ya años una antología, McCondo, con la que quise dar una patada a Isabel Allende y a La casa de los espíritus y a esa idea de que todo escritor latinoamericano tiene que hacer realismo mágico. El chiste de McCondo cayó muy mal entonces. El prólogo que escribí era en tono de chiste, pero lo que quería decir, en esencia, es que Manuel Puig es el futuro y García Márquez es el pasado. Uno tiene derecho a dialogar con el boom. Yo soy muy fan de Vargas Llosa, aunque no comparto alguna de las cosas que hace, como almorzar con presidentes. Lo que lo emparenta, por cierto, con Fuentes. Yo siempre he sido fan de los dos incorrectos: Vargas Llosa, que se supone que era el facho y el imperialista (el bueno era García Márquez, ligado al pueblo aunque fuera multimillonario), y por supuesto Puig, que estaba al margen. Carlos Fuentes me enseñó con su ejemplo lo que tengo que evitar a toda cosa. Fuentes es para mí Darth Veider. Los jóvenes deberían tener una foto de Fuentes y repetirse cada día: "Ojo, no te conviertas en él".



P.- El libro parte de algo que es real: su visita a la Feria Internacional del Libro de Santiago. ¿Tan déspota era?

R.- Era famoso por lo mal que se portaba. Exigía hoteles, gritaba a los periodistas, hacia llorar a la gente de prensa. Se me ocurrió escribir un libro sobre él hace 20 años; iba a todas sus charlas, pero nunca me presenté. Sé que luego él estuvo interesado en conocerme, pero dije que no.



P.- ¿Por qué?

R.- Porque no hubiera podido escribir un libro sobre él, habría sido una traición. Así solo ha sido para mí una figura pop. Cuando se murió me llamaron de una revista para escribir y escribí un artículo que les pareció muy antipático. Puse que Carlos Fuentes se había muerto de jet lag.



Fuguet cuenta en Sudor que Fuentes y su hijo hicieron a medias un libro de fotos, con textos del escritor."Una cosa rarísima", dice, "casi tan raro como lo que ocurrió cuando murió el hijo: Fuentes envió corriendo un largo artículo a El País y se lo publicaron. Mi duda es un poco malvada, pero legítima, creo: ¿De verdad merecía el hijo de Carlos Fuentes un obituario en El País?". El libro a cuatro manos lo presentaron en Chile. "Creo que el tema que me interesaba no era el boom, sino la idea de ser hijo del boom -continúa-. Y esto enlaza con el libro de Pilar Donoso, Correr un tupido velo, en donde lee los diarios de su padre. Es un libro maravilloso que le costó la vida".



"Tenía miedo de Bolaño"

P.- ¿Qué opinión tiene de los grandes escritores chilenos: Parra, Neruda, Bolaño?

R.- Bueno, Neruda está sobrevalorado. Aunque fue un gran escritor, es cierto, pero sobre todo fue un gran lobbista, un gran político. Un comunista que coleccionaba casas. Era el tipo que más creía en la propiedad privada de todo Chile. Se manejó muy bien. A mí el escritor chileno que más me ha influido es Bolaño, y eso que le tuve mucho miedo.



P.- ¿Miedo a que le influyera demasiado?

R.- No, miedo a que me insultara. No alcanzó a insultarme, menos mal. Bolaño me enseñó que hay que atreverse a escribir de otros lugares, de otros países. Yo aquí lo hago con Colombia, y escribo con acento colombiano, mexicano. Bolaño fue el primer panamericano. Me ayudó con esta idea de tener cuidado de no convertirte en alguien como Fuentes. Él decía que los escritores querían ser parte de la sociedad, y que eso es un error, porque la labor de un escritor es ser expulsado por la sociedad. Bolaño, aunque finalmente fue aceptado, escribió siempre para molestar. Yo creo que es ahí, en su actitud punk, en donde hay que imitar a Bolaño, y no hay que tratar de escribir otra vez Los detectives salvajes y convertirse en bolañitos.



"Los jóvenes deberían tener una foto de Carlos Fuentes y repetirse cada día: "Ojo, no te conviertas en él", dice Fuguet

P.- ¿Vuelve de veras a la narrativa después del cine o es que nunca abandonó la novela? Tengo entendido que estaba desencantado con el cine.

R.- Más que desencantado, estoy cansado del cine. Requiere mucha energía, mucha plata. Es más fácil escribir novelas. Lo que pasa es que el cine que yo hago lo ve muy poca gente. Los libros son más pop, curiosamente. Empecé a hacer cine porque me parecía un medio masivo, pero me he dado cuenta de que el cine ha dejado de ser masivo, excepto las películas de la Warner. A mí me gusta conversar con la cultura, dialogar con el presente. Sudor lo ha leído mucha más gente de la que vio cualquiera de mis películas. Creo que la literatura se está volviendo popular.



P.- ¿Es la falta de pudor clave de la buena literatura?

R.- En parte sí. Hace poco estaba leyendo un libro de no ficción, y en un momento el autor escribió: "Había terminado con T." ¿Quién es T.? Eso me sacó del libro. Mejor sáltatelo, o invéntatelo. No tener pudor no implica ser exhibicionista, ni ser pornógrafo. Depende el libro. Si escribes algo triste, tiene que haber lágrimas; si escribes algo cómico, tiene que haber carcajadas. Si escribes sobre pasiones humanas, tienes que hacerte cargo del tema. Si vas a filmar una película porno los actores tienen que estar desnudos.



P.- ¿Ser explícito en las relaciones sexuales sigue siendo todavía transgresor en el mundo de la literatura? ¿Es la literatura más conservadora en este sentido que otras artes?

R.- Yo nunca había escrito sobre sexo porque no me parecía que tuviera que contar. Tampoco había escrito sobre el amor porque me parecía cursi. Pero ahora, para escribir sobre chicos y emoción, necesitaba escribir sobre sexo. Empecé a investigar y me di cuenta de que hasta la supuesta literatura gay es bastante pudorosa, omite las escenas de sexo. El sexo es más revelador de la personalidad de las personas de lo que creemos. A través del sexo se revelan personalidades. Es algo que tiene su lenguaje. En la novela yo quería que las escenas de sexo fueran más habladas que escritas, así que todo es menos explícito de lo que parece. Y quise meter los aromas más que los objetos. El sexo en literatura se ha tratado habitualmente como algo súper macho; en el boom hay muchas prostitutas, pero apenas hay escenas de sexo y da la impresión de que se folla porque hay una necesidad, y hay poco amor, y poco goce. Quería hacer algo divertido, desmarcarme de la manera en que se ha tratado el sexo gay, como algo trágico.



P.- En ambos libros está ese juego con la ficción y la realidad, mezclas nombres reales e inventados, el protagonista es un editor de no ficción... ¿Cuánto hay de sátira de la llamada autoficción?

R.- Yo quería llevar al límite, sobre todo en No ficción, ese libro de autoficción que ya es un género, un libro corto, con fragmentos. Recuerdo un libro mío, Missing, que es un 80% o 90% de verdad, exacto. Pero nadie me preguntó qué parte era mentira, todo el mundo se lo creyó todo. Ahora lo importante de mis libros es que son making of: uno nunca lee el libro que escribe Álex en No ficción, y Sudor quiere ser un libro de crónicas de un editor, pero uno nunca lee eso, uno lee más bien lo que vivió Alf, el protagonista.



P.- ¿Qué alteras de los personajes reales?

R.- Me inventé que el hijo de Fuentes era gay. Estoy casi seguro que era hetero, pero que fuera gay me servía más a la trama y lo hacía más outsider. Quería jugar, confundir. Esto lo hacen las novelas trash muy bien. Si El código da Vinci lo hace ¿por qué yo no puedo hacerlo?



P.- ¿Por qué a los lectores parece interesarles hoy más todo lo que esté basado en hechos reales?

R.- Porque la mentira está mal contada. Se nota tanto que es mentira que no entras como lector. Buena parte de lo que veo y leo últimamente son documentales y no ficción. Mis libros favoritos de los grandes escritores famosos por su ficción son sus libros de no ficción: La invención de la soledad de Paul Auster, El derrumbe de Scott Fitzgerald... yo siempre regalo estos libros a la gente que no es muy lectora, y me va increíble. Yo he regalado los cuentos de Carver y me ha ido horrible. La gente quiere verdad, y no es cuestión de morbo: porque no conocen a la madre de Richard Ford, o a Scott Fitzgerald, pero notan autenticidad en esos libros.