Miquel Insua (izqda.) y Vito Sanz en Esa sensación

Dirigida a seis manos, las de Juan Cavestany, Pablo Hernando y Julián Génisson, Esa sensación ya se ha convertido en el hype de la primavera cinéfila española. Sus historias cruzadas en el Madrid contemporáneo llevan la poética del absurdo a lugares insólitos y memorables.

Eso tan extraño y tan inevitable que llamamos destino se manifiesta a veces con una inteligencia apabullante. Cuando Juan Cavestany estaba preparando Gente en sitios (2014), la película que probablemente ha sabido atrapar mejor que ninguna otra de nuestro cine reciente el sentimiento de zozobra y absurdo que nos atenaza de un tiempo a esta parte, aprovechaba cualquier oportunidad para expresar su admiración por el colectivo Canódromo Abandonado. Cavestany había encontrado en la película La tumba de Bruce Lee (2012) una clase de humor capaz de estimular su creatividad como ninguna otra película que recordara. "Me hace gracia en algún sitio profundo", decía. Quizá había encontrado un puente para cruzar de la risa a la perplejidad existencial.



Parecía solo una cuestión de tiempo que el dramaturgo y cineasta madrileño se aliara con alguien como Julián Génnison, la mente alterada y brillante detrás de La tumba de Bruce Lee. Si aquel proyecto rodado en Seattle bajo el convencimiento de "que no le va a gustar nada al sistema" activó los radares de un lobo estepario como Cavestany -que desde Dispongo de barcos (2010) ha confiado su discurso a las estrecheces y las libertades que conllevan hacer cine muy al margen de la industria, hasta completar una suerte de "trilogía estupefacta" con El señor (2012) y Gente en sitios-, sospechamos que otro filme como Berserker (2015) tampoco pudo dejarle indiferente. La segunda película de Pablo Hernando pone en escena una enrevesada investigación para acabar revelando la propia irrelevancia (o la muerte) del relato en el nuevo cine. Ya ocurría en Gente en sitios, que su drama no retrataba directamente la crisis económica pero parecía no hablarnos de otra cosa.



Objeto fílmico no identificable

Ahora estos tres mosqueteros del absurdo, genuinos cineastas del siglo XXI y retratistas ambientales de su tiempo, escriben y dirigen a seis manos Esa sensación. Este 'objeto fílmico no identificable' parece determinado a quebrar cualquier noción adquirida sobre lo que debe ser una comedia, un drama, un relato coral o, ya puestos, una película. Su alcance no es inmediato, sino que se disputa en el trabajo de sedimentación de diversas historias, diversos personajes en órbita lunar que van dinamitando cualquier expectativa, alterando la inocencia de un espectador que quiere comprender lo que a todas luces es incomprensible.



Dijo García Lorca que "una imagen poética es siempre una traslación de sentido". Y el sentido en el cine de Cavestany no es otro que la búsqueda de un sentido en un mundo que carece de él. Todas las historias contenidas en Esa sensación parecen avanzar hacia la belleza de su última secuencia -la topografía del cuerpo y del deseo a través del cine- tras cruzar diversas epifanías. La tradición esperpéntica del humor numantino, la de Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Buñuel, Azcona o Cuerda, encuentra en Esa sensación un camino alternativo hacia la risa perturbada.



Almas errantes por un Madrid devorado por las periferias, la joven de irrefrenable hambre sexual que ha sustituido a los hombres por objetos (una roca, un puente, un mapa...), el padre y el hijo y el espíritu del absurdo que se les revela, el tipo que no tiene claro si se lo está pasando bien cuando baila en una discoteca, forman parte de un paisaje humano en el que, a nuestro pesar, podemos vernos retratados. Espejo de nuestra deforme cotidianidad, que cada cual se enfrente a esa sensación como pueda.



@carlosreviriego