Image: Balzac, La comedia humana

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Letras

Balzac, La comedia humana

Honoré de Balzac

26 junio, 2015 02:00

Retrato de Balzac por Louis Candide Boulanger

Traducción de Aurelio Garzón. Hermida Ediciones. Madrid, 2015. 2 volúmenes. 370 y 710 páginas, 22 y 27€. E-book: 6€ c/u

Fue la lectura de la Zoología de Buffon, en callada alianza con los problemas financieros del autor, la que inspiró La Comedia Humana de Balzac, por raro que suene (pues la Zoología de Buffon es, para entendernos, la versión literaria de los documentales de animales de la 2, e imaginarse a un novelista viendo un documental sobre leones e hienas y que de repente se le ocurra que podría llevar esa plantilla a una serie de novelas que definieran "el estado social" no deja de causar perplejidad). No es que el proyecto se le fuera de las manos a Balzac: desde el principio supo que no había habido nunca escritor que se propusiera a sí mismo una obra tan descomunal. Sus cálculos iniciales, en vez de hacerle deponer las armas, lo animaron con el brillo de lo monumental, como si lo acompañase la anacrónica garantía de que si la Historia de la Literatura no se daba por enterada de su gigantomaquia, al menos lo haría el Libro Guinnes de los Records.

El desarrollo de lo que empezó con el pellizco de una ocurrencia y acabó en cartografía de una época lo ocupó el resto de su vida y aunque en literatura los números no sean fiables, en el caso de Balzac los números son lo primero que impresiona: 85 novelas terminadas -de las 137 en que fijó el proyecto- más los cuentos, más los ensayos (incluidos en sus Estudios Analíticos: la flexibilidad del proyecto dejaba sitio para cualquier género), más de 3.000 personajes retratados con distinta intensidad, dos décadas históricas en las que fijar el retrato de la sociedad -de la caída del Imperio Napoleónico a la Monarquía de Julio, que suspendió la libertad de prensa y acomodó los intereses del Rey disolviendo la Cámara de Diputados, con mayoría liberal, y alentando la primera revolución.

La obra se empezó a gestar hacia 1830, cuando Balzac decidió agrupar una serie de libros independientes bajo el título unitario de "Escenas de la vida privada", que luego siguió con las "Escenas de la vida de provincias". El hecho de que algunos personajes pasaran de unas novelas a otras pretendía fijar la unidad del proyecto, según Balzac contó en una carta a Madame Hanska en 1834. Unos años después, en 1842, las deudas le dieron un empujón decisivo al proyecto: para afrontarlas se decidió a reunir lo que llevaba escrito y publicado, que ya era mucho, en unas "Obras Completas", pero el título no convence a los editores, que lo consideran demasiado gastado, poco ajustado a la empresa y poco comercial. Un amigo le habla entusiasmado de la obra de Dante, y Balzac da con el título definitivo de su obra. Escribió entonces el "Prólogo a La Comedia Humana" donde, después de confesar que "la modestia es atributo de los autores prolíficos", narra su encuentro con la Zoología de Buffon (y de otros biólogos y naturalistas en plena querella acerca de si Dios sigue un solo patrón para todas sus criaturas).

Convencido de que la sociedad imita a la Naturaleza, Balzac se pregunta: ¿Por qué no hacer con la sociedad lo que Buffon hizo con el mundo animal, dado que existen "especies sociales" como hay especies zoológicas? Una de las diferencias entre la sociedad que se propone estudiar científicamente Balzac con la zoología de Buffon es que éste ha estudiado a las especies sin diferencias de sexo, mientras que el narrador, siempre que presente a una "especie social", tendrá que habérselas con la evidencia de que habrá de multiplicar por dos, hombre y mujer. "La descripción de las especies sociales es, pues, por lo menos doble que la de los animales, sólo considerando los dos sexos. Entre los animales se dan pocos dramas, la confusión no se suscita entre ellos apenas, se lanzan los unos contra los otros, eso es todo. Los hombres también se lanzan los unos contra los otros, pero su mayor o menor grado de inteligencia hace que el combate se complique de otra forma. Si algunos sabios no admiten que la animalidad se transfunda en Humanidad por medio de una inmensa corriente de vida, el tendero llega ciertamente a par de Francia y el noble desciende a veces al último peldaño de la escala social".

He aquí un párrafo que entusiasmaba a Marx. Y es que a pesar de confesarse monárquico y católico, de estar convencido de que la sociedad debía regirse por el temor a Dios y por la figura del monarca, Balzac sirvió a los críticos marxistas como perfecto espejo de la lucha de clases: Lukacs, en famoso ensayo, vio que la ideología que se desprendía del talentoso retrato de las especies sociales que Balzac ponía en juego en sus novelas no reflejaba un ápice de la ideología del ciudadano que las escribió. Si durante el siglo XIX la burguesía prefirió verse reflejada en aquellas novelas de La Comedia Humana en las que más favorecidas resultaban sus rasgos -las que resaltaban la delicadeza femenina y el paternalismo y el amor conyugal y la inteligencia en los negocios-, Lukacs devuelve a Balzac su visión totalizadora, la imagen plena de su puzzle, en el que la burguesía es una pieza fundamental, sí, pero tanto por sus delicias como por sus gangrenas.

En el prólogo de 1842, Balzac, para curarse en salud de las acusaciones de inmoralidad que le habían caído a algunas de sus novelas, ya lo había apuntado: "Al copiar toda la sociedad, aprehendiéndola en la inmensidad de sus agitaciones, tenía que suceder que tal composición ofreciese más mal que bien, que tal parte del fresco representa un grupo culpable y entonces la crítica condena su inmoralidad, sin llamar la atención sobre la moralidad de otra parte destinada a formar el contraste perfecto". Y más adelante, en líneas definitivas: "La novela debe tender al mundo mejor, ha dicho la señora Necker. Pero la novela no sería nada si, dentro de esta augusta mentira, no fuese verdadera en los detalles (...) Captando el sentido de esta composición, habrá de reconocerse que concedo a los hechos cotidianos, secretos o patentes, a los actos de la vida individual, tanta importancia como la que los historiadores han atribuido hasta ahora a los acontecimientos públicos de las naciones".

Y es ahí, en los detalles, donde Balzac es infalible: basta comenzar a leer La mujer de treinta años, con esa obertura en la que un padre enamorado de su hija se da cuenta de cómo mira ésta a un apuesto oficial de Napoleón, para quedar enjaulados en la prosa de Balzac. "Leyendo el cuadro de la sociedad vaciado, por decirlo así, en molde directo con todo su bien y todo su mal, se deduce que si el pensamiento o la pasión es el elemento social, es asimismo su elemento destructor. En esto la vida social se asemeja a la humana: no se les da a los pueblos longevidad sino moderando su acción vital", nos dice, y puede que asintamos, no sin quedar convencidos luego de que si La Comedia Humana se ha mantenido vigente durante ya casi dos siglos, no es por los presupuestos teóricos de los que el autor partió sino por su insaciable capacidad para inyectarle vida a los personajes con los que, en sus novelas, trata de imitar el juego escabroso y magnífico de la vida social en un momento determinado de la Historia, que queda tan nítidamente retratado que, como es bien sabido, los historiadores prefieren acudir a ellas antes que a los documentos oficiales de la época. Lo apuntó Stefan Zweig, otro declarado discípulo de Balzac: "Balzac arranca de un tirón lo esencial de lo secundario, explotando con dinamita las minas de la vida para poner al sol sus vetas de oro".

Hermida Editores comienza con dos tomos de las "Escenas de la Vida Privada" la publicación de La Comedia Humana, siguiendo el orden de publicación original. Ha decidido rescatar la traducción de Aurelio Garzón del Camino, español exiliado en México que, además de traducir a Balzac, fue un maestro tan importante para Sergio Pitol que este no se olvidó de recordarlo en el discurso que escribió para recoger el premio Cervantes.