Naomi Klein

Traducción de Albino Santos Mosquera. Paidós, 2015. 650 páginas, 24€. Ebook: 9'99€

"Todo habitante de la Tierra debe reflexionar sobre el día en que este planeta ya no sea habitable". Eso decía el presidente Kennedy en 1961 en un discurso dirigido a Naciones Unidas. La amenaza de la cual advertía no era el caos climático -por aquel entonces apenas una pequeña señal en el radar de cualquiera- sino la bomba de hidrógeno. El peligro nuclear tenía una urgencia explosiva y una claridad visual que la amenaza difusa y policéfala de la actual catástrofe climática no puede igualar. ¿Cómo podemos mover a los ciudadanos y a los gobiernos a actuar en pro de un cambio coordinado? ¿Será necesario, como insiste Naomi Klein, nada menos que un Plan Marshall para la Tierra?



Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima es una obra tan ambiciosa y coherente que es casi imposible de reseñar. Los seguidores de la autora reconocerán el método de sus anteriores libros -No logo: El poder de las marcas (1999), y La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre (2007)-, que, junto con el último, forman una trilogía de la antiglobalización. Su estrategia consiste en elegir una calamidad concreta (el hiperconsumismo inducido por las marcas, la explotación de las comunidades golpeadas por los desastres por parte de las corporaciones, o "la ficción de un crecimiento infinito en un planeta finito"), rastrear sus orígenes, y luego trazar una trayectoria liberadora. En cada libro llega a algún punto de semiesperanza en el que los activistas están reafirmando los acorralados valores cívicos.



Decir que Esto lo cambia todo es un libro ecologista es limitar el considerable programa de Klein."Todavía hay tiempo para evitar el calentamiento catastrófico", sostiene, "pero no en el marco de las reglas del capitalismo tal como están formuladas actualmente, lo cual es sin duda el mejor argumento que ha habido nunca para cambiarlas". En la izquierda verde muchos comparten las opiniones de la autora. George Monbiot, columnista de The Guardian, se lamentaba hace poco de que aunque "las tesis del fundamentalismo de mercado han quedado tan dramáticamente invalidadas como las del comunismo, de alguna manera, esa ideología zombi sigue ahí tambaleándose". Tanto Klein como Monbiot y Bill McKibben insisten en que no podremos evitar el desastre ecológico si no nos desligamos de la caduca ideología zombi.



Esa filosofía (el neoliberalismo) fomenta un sistema con sumista ávido de energía. Ha alentado las megafusiones -acuerdos comerciales contrarios a las regulaciones ambientales y laborales y la hipermovilidad global, lo cual, señala McKibben, ha permitido que corporaciones como Exxon "hayan tenido más ingresos el año pasado que ninguna otra empresa desde que existe el dinero". Su poder desmesurado es un rodillo para el sistema democrático. Y sin embargo, los gigantes de los combustibles fósiles siguen embolsándose 600.000 millones de dólares anuales en subvenciones procedentes de las arcas públicas, por no hablar de una ayuda aún mayor: el derecho, en palabras de Klein, a tratar la atmósfera como un "vertedero".



Klein hace un diagnóstico admirable de lo que no ha funcionado. Basta de tonterías acerca del fracking como una transición a las energías renovables. Ya está bien de cumbres internacionales que producen aire caliente como el siroco y acuerdos no vinculantes que nos obligan a todos a más emisiones. Klein desmonta el engaño de la limitación y el comercio de derechos de emisiones. Pincha las faraónicas maquinaciones de mando y control para rediseñar el clima del planeta. Si una mentalidad arrogante nos ha llevado a este caos, no tiene sentido añadirle más arrogancia. Reserva un desprecio especial para las asociaciones entre las "grandes organizaciones verdes" y los "gigantes de los combustibles fósiles", que se venden como beneficiosas para todos, pero que no han frenado las emisiones. Este tipo de colaboraciones nos recuerdan que, cuando el león y el cordero duermen juntos, solo uno es devorado.



La autora nos recuerda que el neoliberalismo fue una contrarrevolución advenediza. En un caso excepcional de sincronía inoportuna, la revolución Reagan-Thatcher, la aparición de la Organización Mundial del Comercio, contraria a la regulación, y el culto a la privatización y la globalización, coincidieron con el cada vez mayor reconocimiento público de la climatología. En 1988, James Hansen, director del Instituto Goddard de la NASA, manifestó en un testimonio histórico prestado en una audiencia ante el Congreso que la climatología era incuestionable al 99%. El planeta se estaba calentando, y teníamos que actuar colectivamente para reducir las emisiones. Tan solo un año después, Margaret Thatcher hizo su famosa declaración, según la cual "no existe la llamada sociedad. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias". En la batalla que se libra desde entonces entre una estrategia colectiva que labre un futuro habitable a largo plazo, y la búsqueda antisocial del crecimiento a corto plazo cueste lo que cueste, dominada por las corporaciones y saturada de dióxido de carbono, ha habido un único ganador manifiesto.



Pero las contrarrevoluciones son reversibles. Klein dedica gran parte de su libro a los signos favorables de que eso puede pasar, y de que, de hecho, está pasando. El movimiento a favor de la justicia climática global se está extendiendo. En China, las protestas ecologistas han aumentado un 29% desde los noventa. Allí donde los líderes nacionales han fallado, los Gobiernos locales siguen adelante. El movimiento de desinversión contra las grandes compañías de combustibles fósiles está ganando fuerza. Si bien nunca logrará hacer quebrar a las megacorporaciones, puede poner al descubierto prácticas no éticas, y abrir un debate sobre valores que reconozca que tales prácticas anidan en sistemas económicos que fomentan su represión o incluso su prohibición.



Una pequeña objeción: ¿Y el subtítulo? El capitalismo contra el clima suena a la idea de un relaciones públicas para la marquesina de un combate de lucha libre, pero desmerece la sofisticación y la esperanza del razonamiento de la autora. Klein es lo bastante inteligente y pragmática como para evitar el terreno utópico del derrocamiento del capitalismo a escala mundial. Lo que hace, y de manera brillante, es aportar una exposición depurada desde el punto de vista histórico de "la deriva del capitalismo hacia el monopolio", del "intento por parte de los intereses corporativos de apoderarse de la esfera pública y restringirla radicalmente", y de "los capitalistas del desastre que usan las crisis para eludir la democracia".



Cambiar simultáneamente las normas económicas y las percepciones éticas es una tarea incluso más formidable que la batalla tecnológica para adaptarnos a la tormenta que se acerca. Sin embargo, por increíble que parezca, Esto lo cambia todo es el libro más optimista de Klein. Combina ciencia, psicología, geopolítica, economía, ética y activismo para perfilar la cuestión del clima. El resultado es la obra sobre ecología más trascendental y polémica desde la Primavera silenciosa.