Martín Casariego

Se ha dicho que El juego sigue sin mí (Siruela), de Martín Casariego, novela ganadora del último Premio Café Gijón, es una historia sencilla. "Pero solo aparentemente", matiza el escritor. Y es que, al paso de las páginas, se descubre que lo que parecía simple es en realidad complejo, que cierta oscuridad que atraviesa el relato se va adensando con naturalidad, como corresponde a las buenas ficciones. "Cada vez que escribo un libro, busco que la historia vaya llevando al lector, que se lea bien, fácil, que tenga un ritmo y una prosa que fluya", dice el autor de La jauría y la niebla, para quien la simplicidad no es, a no ser que se caiga en "la tontería", "ni buena ni mala".



Rai, un enigmático adolescente de dieciocho años, accede a dar clases particulares a un chico cinco años más joven que él. Pero en lugar de Matemáticas, Lengua o Geografía, las lecciones, que Rai imparte entre cigarrillo y cigarrillo, asomado a la ventana o con la vista abismada en algún punto de la pared, tratan de libros, discos y películas. A primera vista, podría parecer que estamos ante una denuncia de la educación académica, rígida y desalentadora. Pero Casariego dice estar por un equilibrio entre ambos cauces de formación, el reglado y el vital, que, según él, "tienen que compensarse". Casariego se crio, como Rai, entre los libros de sus padres, y de esa educación surgieron nada menos que tres escritores, él y dos de sus hermanos. El ancla autobiográfica está en ese viaje que Rai emprende en busca de su madre, a la que rastrea en los discos que escuchó, en los libros que leyó y en las películas que vio. "Es una manera de decir que también somos eso, somos lo que vemos, lo que leemos, lo que escuchamos, y esa es la parte de la educación que no vas encontrar, o al menos no del todo, en un instituto o un colegio".



El juego sigue sin mí es una novela de aprendizaje, género del que se citan varias a lo largo del relato. "Hay una evidente alusión a Moby Dick, ya desde el principio, y tuve también muy presente El guardián entre el centeno, La ley de la calle, Función en el colegio, La isla del tesoro o Bajo las ruedas, que son novelas con protagonistas jóvenes, pero casi todas para adultos". Casariego nos cuenta que era ese su objetivo, que tras escribir algunas novelas juveniles, quería escribir, ahora, "una historia con personajes jóvenes pero que estuviera al otro lado de esa frontera". Para eso, el género, o la modalidad de iniciación era un vehículo perfecto.



"Creo que la novela de aprendizaje, con todas las variantes que tiene, que son muchas, cuenta el momento en que das un paso adelante. Eso casi siempre es doloroso, pero es necesario. Ese momento de maduración en el que dejas atrás la inocencia y entras en un mundo más atractivo y peligroso, esa etapa en la que empiezas a mirar detrás de las cosas, a través de las arcadas, creo que nos marca a todos. Las novelas hablan siempre de los momentos en los que hay cambios, en los que hay conflictos, y este es uno de los conflictos más importantes de la vida".



-Para escribir esta novela de aprendizaje da la impresión de que hacía falta contar con una experiencia fruto de haber vivido, de tener ya cierto recorrido vital, ¿no es así?

-Yo creo que uno escribe cada novela cuando puede. A mí me interesaba que la historia transcurriera en el mundo actual, que sirviera de puente entre los chicos jóvenes de ahora y la gente de mi generación, que hablara de los peligros que hay y a la vez de los descubrimientos que vamos haciendo durante esta etapa clave. Por lo demás, está claro que a la hora de escribir, pero no ésta sino cualquier otra novela, cuantas más experiencias tengas, mucho mejor. Es la manera de abarcar más campos y entender las cosas desde más puntos de vista.



-El personaje de Rai, al tiempo que muestra calidez y cierto instinto protector con el protagonista, es enigmático y le cuenta historias profundas y tristes.

-A mí de Rai me gusta precisamente eso: el atractivo que tiene, en parte, es que es una persona atormentada, y no se sabe hasta qué punto es recomendable o no. El chico joven en algún momento se queja de que le dice cosas sin tener en cuenta que él es un chico de trece años. La idea que yo tengo de Rai es la de un personaje que da vueltas alrededor del suicidio, y tiene miedo de que él sea un suicida como el de la historia que cuenta. Como Samuel.



-Con Samuel precisamente entra esa sombra del suicidio en la novela. ¿Qué relación tiene esa visión existencialista del mundo con la adolescencia?

-Yo es que creo que en la adolescencia se piensa mucho en la muerte. Yo por lo menos pensaba mucho en la muerte. En realidad, empezamos a pensar en ello de pequeños. Yo me he dado cuenta cuando he tenido hijos; con 4 o 5 años los niños te hacen preguntas sobre la muerte e intentan saber qué es. La adolescencia me parece que es otro momento en la vida en el que, también por ese proceso de cambio en el que empiezas a ver las cosas de otra manera, a dudar, a saber que tienes que dar un paso, por todo eso me parece que es una época en que te planteas muchas cosas sobre la vida y la muerte, sobre si vale la pena vivir. No en vano el suicidio es una de las mayores causas de muerte entre la gente joven. Se dice en la novela.



-Y también hay un momento en que Rai se rebela contra esa idea de que el suicidio es cosa de cobardes.

-Sí. Es que eso lo he oído algunas veces y me parece una tontería. Me parece tal memez que no merece ni un comentario al respecto.



-Rai crea a ese personaje, Samuel, que parece reivindicar la importancia de las historias para entender la vida.

-Sí, sobre eso hay mucho, sobre la verdad de las mentiras, sobre cómo los cuentos nos hablan mejor de la realidad, o al menos nos ayudan a entenderla.



-Y en otro momento dice que en muchos libros podría poner FIN en la página 150, y sin embargo se estiran otras 150 páginas. ¿Cuándo hay que poner FIN a una novela como esta? ¿Cuándo acaba la formación de un adolescente?

-Yo creo que entras en la madurez cuando descubres las cosas. Cuando tienes una experiencia dura o cuando descubres algo, el amor, el sexo, la muerte de alguien cercano... son esos cortes que marcan los cambios, los pasos que das. Cuando abandonas tus ideales, o te das cuenta de que te tienes que amoldar a ciertas cosas. Normalmente tampoco es un solo momento, pero creo que va por ahí: la muerte, el amor, el sexo, darte cuenta de que el mundo no se reduce a una idealización, que el mundo es mucho más complicado.