Paul Preston. Foto: José Cuéllar.

A Juan Negrín, último presidente del gobierno de la II República en plena Guerra Civil, le llovieron palos por todas partes. Obviamente, del enemigo, pero también de los supuestos "amigos". Dentro del bando republicano, le acusaban de ser una marioneta de los comunistas y de la Unión Soviética y, finalmente, el coronel Segismundo Casado, apoyado por los anarquistas, dio un golpe militar que aceleró la victoria de Franco. El reputado hispanista Paul Preston (Liverpool, 1946) acaba de publicar El final de la guerra (Debate), un libro con el que reivindica la gestión de Negrín en el año del 75° aniversario del fin de la contienda fratricida y que ha presentado este jueves en el Espacio Bertelsmann de Madrid.



En abril de 1938, Negrín redactó 13 puntos en los que debería basarse la negociación de una hipotética rendición de la República, pero Franco exigía una derrota incondicional, algo que jamás concedería Negrín: "La paz negociada, siempre; la rendición sin condiciones para que fusilen a medio millón de españoles, eso nunca". Los esfuerzos del presidente del gobierno republicano se centraron entonces en aguantar como fuera hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, que veía inminente. "Estaba convencido de que Italia y Alemania se verían obligados entonces a reducir su participación en la guerra", explica Preston.



Según el autor de El zorro rojo, Negrín quiso evitar por todos los medios una catástrofe de la que culpa principalmente a Casado, quien "actuó con una sorprendente combinación de cinismo, arrogancia y egoísmo", y a su colaborador el socialista moderado Julián Besteiro, que demostró "una asombrosa ingenuidad", opina el autor. Además, Preston considera que Negrín, en su etapa como ministro de Hacienda en el gobierno de Largo Caballero, antes de convertirse en presidente, "fue el artífice de la defensa del Estado republicano, porque enderezó las finanzas y con ello posibilitó la compra de armas".



Tras la caída de Cataluña, Negrín viajó a Madrid para intentar evacuar la zona centro del país, pero se encontró con la oposición de la Junta Nacional de Defensa creada por Casado. Este organismo se hizo con todo el poder de la República en los últimos compases de la guerra y tomó las riendas de la estrategia bélica. Al mando estaba el general Miaja, uno de los cuatro altos cargos militares que apoyaron el golpe de Casado, además del almirante Buiza, el coronel anarquista Cipriano Mera y el general Matallana.



"Es alucinante la alta estima en que se tenía Casado", dice Preston. El coronel pensaba que precipitando la rendición de la República, estaba evitando miles de muertes innecesarias y que su gesto, en sus propias palabras, sería "el asombro del mundo". Para lograr su objetivo, "Casado mintió a todo el mundo", subraya el hispanista. Le dijo a su entorno que Franco sería clemente cuando tomase la capital, por eso no permitió que se pusiera en marcha la evacuación de la zona centro. "Entonces, ¿por qué escaparon él y su Junta Nacional de Defensa desde el puerto de Alicante?". Además, mientras convencía a unos de que rendirse era la mejor opción, a sus aliados anarquistas -con cuyas ideas políticas no comulgaba en absoluto- "les prometió que tras derrotar a los comunistas con su golpe del 3 de marzo de 1939, podrían organizar mejor la defensa de Madrid".



¿Negrín, comunista?

Como decíamos, socialistas moderados, anarquistas y republicanos de izquierda acusaron a Negrín de haberse vendido a los comunistas, pero quienes le conocían bien lo negaron en más de una ocasión. El corresponsal estadounidense Herbert Matthews escribió: "Negrín no era comunista ni revolucionario. No creo que Negrín se planteara la idea de una revolución social antes de la Guerra Civil. Durante toda su vida, Negrín mostró cierta indiferencia y ceguera hacia los problemas sociales", lo cual, como vemos, tampoco puede considerarse precisamente un elogio de su figura. Por su parte, el doctor Marcelino Pascua, amigo de Negrín de toda la vida, tenía una opinión parecida a la de Matthews: "¿Negrín era comunista? ¡Qué gran disparate! Ni a mil leguas. Tenía congenitalmente un fuerte individualismo, en nada propicio a seguir un régimen de disciplina mutua ni una conducta de cooperación colectiva ni a soportar constreñido reglamentaciones y normas dictadas por un partido".



"Lo que pasó -explica Preston- es que Negrín necesitba el apoyo bélico de los comunistas y de la URSS, pero eso no significa que siguiera sus órdenes. Si fuera cierto que la República estaba en manos de los soviéticos, ¿cómo es posible que el golpe de Casado triunfara en Madrid en solo seis días?".



La "cobardía física" de Azaña

Mientras sucedía todo esto, ¿dónde estaba Azaña? El presidente de la República, máxima autoridad del estado, también sale muy mal parado en El final de la guerra. El historiador destaca la "cobardía física" del presidente de la república, que huyó a Francia antes incluso de la derrota de Cataluña. "Negrín le facilitó la salida del país pensando que volvería, pero no fue así. Mientras, en París, Azaña vivió estupendamente, yendo cada día a la ópera o al teatro". El 25 de febrero de 1939, finalmente, Azaña dimite, dándole alas a la conspiración de Casado y "la excusa perfecta al Reino Unido y Francia para reconocer el régimen de Franco, lo cual dificultó mucho las cosas a la República", explica el hispanista.



Las 400 páginas del ensayo de Preston abundan en el perfil de los implicados y en los pormenores de aquel baile de estrategias, esperanzas, errores y traiciones de los últimos meses de la guerra, una etapa de la que apenas hay bibliografía, para asombro del propio Preston. "Hay 30.000 libros sobre la Guerra Civil, pero hasta ahora sólo 6 de ellos se centraban en su desenlace, aunque bastante sesgados". Esta carencia fue lo que le impulsó a escribir este libro, además, reconoce, de su propia ignorancia en el tema y de las omisiones de sus libros anteriores.