Javier Cercas. Foto: Patxi Corral

Aquí puedes leer y descargar las primeras páginas del libro

Podría pensarse, leyendo el titular de esta entrevista, que la nueva novela de Javier Cercas (El impostor, Literatura Random House) va, de nuevo, sobre un hombre que dice no. Pero lo cierto es que no. Lo cierto es que va de un hombre que dice sí. De un hombre que siempre dijo sí. Sí a la dictadura, sí a un acuerdo de colaboración entre Hitler y Franco, sí a la emigración cuando en España no había un mendrugo de pan que llevarse a la boca, sí al desarrollo de esa misma España en los sesenta y sí, por último, a maquillar, adornar y tergiversar su pasado cuando en España todo el mundo maquillaba, adornaba o tergiversaba el suyo. Enric Marco siempre estuvo con la mayoría, si bien su historia -dice Cercas- es la historia (individual) de una magnífica exageración.



Comenzó, como en don Quijote -al que Cercas compara recurrentemente con el héroe, o el antihéroe de esta novela-, cuando Marco tenía cincuenta años. Entonces este hombre mediano, perfectamente común salió del taller donde llevaba décadas trabajando y se inventó una vida nueva. Se cambió el nombre, se imaginó un pasado de héroe de guerra y deportado por los nazis, se buscó una mujer guapísima, jovencísima y francesa y se mudó de ciudad.



La verdad, lo recordarán, no se supo hasta 2005. Cuando estalló el escándalo, Marco estaba en Alemania para conmemorar, como líder de la Amical de Mauthausen, los sesenta años de la liberación del campo de concentración. Al acto fue el presidente del Gobierno español (Marco ya había intervenido en el Congreso, en donde su historia arrancó las lágrimas de más de un diputado.) Aquel día un historiador llamado Benito Bermejo, el verdadero héroe de esta novela, el único que sabía la verdad, decidió enviar a los miembros de la asociación de víctimas un informe que demostraba que Enric Marco era un farsante, que no había sido, ni de lejos, un honorable luchador antifranquista, ni por supuesto un héroe de guerra, ni mucho menos un deportado de la Alemania nazi. Que todo era un engaño.



"Marco lo que hizo fue llevar a un extremo monstruoso lo que somos todos -dice el autor de Las leyes de la frontera-. Todos estamos hambrientos de que nos acepten y nos quieran. Todos somos novelistas de nosotros mismos, pero no todos llegamos al extremo de Marco. Lo excepcional de Marco no es solo su vitalidad milagrosa, ni su increíble capacidad histriónica, ni su formidable impostura. Marco es un hombre radicalmente normal y radicalmente excepcional. Extraordinariamente normal porque lo que él hace es más o menos lo que hacemos todos. Y extraordinariamente excepcional porque lo hace a lo bestia, de una manera monstruosa e inaceptable".



Javier Cercas topó con la historia de Marco al tiempo que toda España. El personaje le fascinó, pero también pensó que era imposible escribir un libro sobre él. "Vargas Llosa y Claudio Magris dijeron en dos artículos que la historia de Marco era imposible de contar. Y probablemente tenían razón. Tuve muchos reparos con este libro porque no sabía cómo narrar semejante laberinto de mentiras, una ficción con no pocos elementos de verdad en la que el asunto del campo de concentración era solo la superficie".



-Comenta en el libro que siempre tuvo claro que lo haría a través de la no ficción. "La ficción ya la pone Marco", dice.

-Eso lo aprendí con Anatomía de un instante. En esa novela me di cuenta de que no podía escribir una ficción sobre un hecho que, en sí mismo, era una ficción, en aquel caso una gran ficción colectiva. Escribir una novela al uso sobre Marco era, por lo mismo, redundante y literariamente irrelevante pues él ya es una ficción ambulante en sí mismo.



-Una mentira ambulante.

-Así es. Una mentira ambulante y muy sofisticada.



Las víctimas no necesitan entender porque entender las destruiría. Pero los demás tenemos que hacer ese esfuerzo."

-Parece que tuvo también reparos morales. Es algo que late en todo el libro: teme que le ocurra lo que dice Carrère que le ocurrió a Truman Capote al escribir A sangre fría, que se condenó como persona para conseguir su obra maestra.

-Ese es uno de los temas principales del libro. Es algo que yo me planteo siempre que trabajo con personajes reales. No sé si tengo derecho a contar cosas que pueden afectar a otras personas de manera seria y grave. En el caso de Marco, su familia desconocía muchas de sus mentiras, así que esas dudas, esos escrúpulos morales, digamos, existían. Es un problema real que solo el lector puede resolver. Yo no.



-Eso en cuanto a sus dudas sobre contar una historia que le pertenece. Pero, de cara al exterior, también muestra cierto temor a que la gente no entienda la diferencia entre justificar y comprender.

-Entender, para mí, es lo contrario de justificar. Solo entendiendo las peores aberraciones estamos en condiciones de evitarlas. Lanzmann ha cambiado de opinión en este aspecto y es muy interesante. Él decía que su obra iba contra esa idea de Arendt acerca de la necesidad de entender el holocausto. En su última película [El último de los injustos] ha cambiado porque es una idea equivocada, porque se ha dado cuenta de que necesitamos entender. Las víctimas no, desde luego. Las víctimas no necesitan entender porque entender a sus verdugos las destruiría. Pero los demás tenemos la obligación de hacer ese esfuerzo.



-De manera que entender a Marco nos sirve para evitar que surja otro Marco.

-O que uno mismo se convierta en Marco.



Enric Marco, en un fotograma de la película Ich bin Enric Marco

-Al final del libro habla de eso. De que todos somos como Marco, de que todos tenemos miedo a mirarnos y reconocernos. Y concluye que necesitamos ficciones para sobrellevarlo.

-Es el mantra que recorre el libro: la ficción salva, la realidad mata. Este libro habla del hecho de que no se puede vivir sin la ficción. A Marco le salva la ficción; a don Quijote, que tiene muchas similitudes con Marco, le salva la ficción; a nuestro país entero, en la Transición, le salva la ficción.



-Pero usted mismo trata de desenmascarar a Marco porque considera que lo que es válido en una novela es inaceptable en la vida real.

-Cuando don Quijote es derrotado en Barcelona y regresa a casa y muere de melancolía, muere reconciliado con la realidad. La escena más conmovedora de la literatura universal, que es la muerte de don Quijote, lo es porque en ella Alonso Quijano se reconcilia consigo mismo al volver a la realidad. De algún modo Cervantes lo salva con la verdad. Yo intento hacer algo parecido con Enric Marco -aunque sea una locura-, yo intento devolverle a Enric Marco la verdad y de algún modo salvarlo.



-¿Cómo es su relación con él ahora?

-Pues yo no quería publicar el libro sin que él lo leyera. Batallé durante meses para que lo leyera, y lo leyó justo antes de que comenzase el proceso de publicación. Obviamente no está contento, aunque lo ha entendido muy bien. Sabe muy bien de qué va este libro.



A veces tuve la sensación de que él disfrutaba y de que lo que hizo lo que hizo para que llegara alguien y lo contara años después"


-Su retrato es honesto y, por tanto, muy duro con Marco, pese a que reconozca la genialidad que sin duda hay en el personaje. ¿En algún momento temió que el libro se desbaratara si le tomaba excesiva simpatía?

-Este libro tiene todos los peligros, y ese es uno de ellos, sin duda. Yo tenía que entender a Marco, ponerme en su piel pero sin dejarme absorber, sin dejar que me engañara y que me liara. Y le aseguro que no fue fácil.



-De hecho, reconoce que en las primeras entrevistas se mantuvo a la defensiva. Y que eso fue un error.

-Sí. Yo iba modificando mi postura, y él también lo hacía a medida que hablamos. Cambiaba de estrategia y me iba tanteando. Incluso a veces tuve la sensación de que él disfrutaba y de que hizo lo que hizo para que llegara alguien y lo contara años después.



-Hay un momento en el que, cuando usted le saca a colación el enésimo "punto problemático" de su biografía, él se echa las manos a la cabeza, y dice: "Por favor, déjeme algo". Es de los pocos momentos en que se derrumba.

-Ese día se hunde, y la verdad es que no lo hace muchas veces más. Marco es un guerrero y como tal lucha. Lucha con sus contradicciones y, aunque va reconociendo sus mentiras, es reacio y muestra resistencia. Lo cierto es que este libro no hubiera sido el que es si me hubiera ceñido a su testimonio. Los datos más comprometedores, las mentiras más desagradables las descubrí investigando y hablando con otras personas.



El impostor es, también, una reflexión sobre la memoria histórica, asunto sobre el que Cercas tiene una opinión contundente: "Es un término abominable, un oxímoron, una contradicción. La memoria es subjetiva e individual y la historia aspira a ser objetiva y colectiva. Y por lo tanto no han de mezclarse jamás". En España, dice, la memoria se convirtió en una industria, en un sistema para obtener réditos políticos, sentimentales y económicos. Y lo que era "un movimiento completamente justo, pasó a ser algo "sentimental, romántico e indigerible". Marco fue el emblema de todo esto, concluye el autor de Soldados de Salamina, "un Maradona de la mentira, un Picasso, un genio que probablemente no hubiera podido surgir en otro país".

Aquí puedes leer y descargar las primeras páginas del libro