Jo Nesbo. Foto: Antonio Moreno

Aquí puedes leer y descargar el comienzo de El leopardo

Lo extraño de ser escritor, dice Jo Nesbo, es que a menudo no tienes más remedio que fingir ser otro. "En el fondo, nuestro trabajo no dista mucho del trabajo del actor. Tienes que meterte en la cabeza de tus personajes". Lleva puesto algo parecido a un jersey antitérmico. Tal vez si echáramos un vistazo a su mochila encontraríamos cuerda, o algún útil relacionado con la escalada. Porque cuando el nuevo Rey del Noir Escandinavo, el tipo a quien el mismísimo James Ellroy respeta hasta el punto de atreverse a asegurar que anda, literalmente, "pisándole los talones", es un fanático de la escalada. Y del country. De ahí que Harry Hole, el comisario Harry Hole, se base, no tanto en el clásico detective solitario y atormentado, como en el músico al que le apasiona tanto lo que hace que es precisamente aquello que ama lo que le acaba destruyendo. "Sí, Harry Hole tiene mucho de Hank Williams. A mi padre le apasionaba Hank Williams. Yo no soy tan fan, pero le reconozco el mérito de haber sido uno de los fundadores del género que me apasiona", confiesa el escritor, que bebe algo parecido a un té y aguza mucho la mirada con cada respuesta. Sobre la mesa, la mesa de un céntrico hotel barcelonés, un ejemplar de El leopardo (Roja&Negra/Proa), su última novela, la octava entrega protagonizada por el cada vez más hundido Hole y su más complejo y brutal puzzle hasta la fecha. Los ingredientes son muchos y altamente inflamables: asesino en serie sin móvil aparente, instrumentos de tortura medieval con aspecto de manzanas envenenadas, una cabaña maldita, un padre moribundo y una compañera que podría ser la chica adecuada para Hole, pero que jamás lo será. ¿Por qué? "Porque no existe una chica adecuada para Harry. De hecho, yo si fuera una chica, me alejaría de él cuanto pudiera", contesta el propio Nesbo, y sonríe. "Kaja, en cualquier caso, es la chica perfecta. Incluso es fan de John Fante", añade, en referencia a la compañera de caso de esta última y especialmente perversa aventura de Hole.



- En ciertos momentos, por su perversa perfección, el asesino recuerda al John Doe de Seven, el clásico de David Fincher, ¿es siempre un reto para un escritor tratar de construir a un asesino en serie?

- Lo es, por supuesto. Como decía, el escritor tiene algo de actor, porque debe meterse en la piel de sus personajes. Y cuando escribes sobre un asesino en serie tienes que encontrar al psicópata que hay en ti. Tratar de entenderlo. La lógica de los psicópatas no es muy distinta de la de ciertos líderes políticos o religiosos. Hay un ego y un objetivo, sólo que el objetivo del asesino en serie no tiene nada que ver con el del resto. El asesino en serie es un monstruo y, por otro lado, el monstruo funciona mejor cuanto menos sabes de él. Es una metáfora, un símbolo de los miedos del personaje, de su valor, su fe, sus limitaciones. Para tratar de entenderlo hay que encontrarle la lógica a lo que hace, y siempre va a tener que ver con una herida emocional.



- ¿Diría que es la novela en la que el lector podrá conocer más profundamente a Harry Hole? ¿En la que el detective se desnuda más?

- Sí. Sobre todo por la relación con su padre. En el fondo esta historia es también la historia de un padre y un hijo. Recuerdo que Nick Cave contó una vez que hizo todo lo posible por irse pronto de casa, huir del pequeño pueblo australiano en el que se había criado para no ser como sus padres. Y que cuando luego tuvo un hijo y echó la vista atrás se dio cuenta de que, irremediablemente, se había convertido en su padre. A Harry le pasa un poco lo mismo en esta novela.



- En cualquier caso, Harry vuelve a vérselas con su propio enemigo interior.

- Sí. Digamos que ni El leopardo ni ninguna de mis historias son la clásica historia noir en la que hay un asesino y un policía que trata de dar con él. En todas mis historias hay siempre un segundo nivel que tiene que ver con ese enemigo interior de Hole. En este caso vive un constante conflicto moral consigo mismo, por algo relacionado con su padre, pero también por algo que arrastra desde el principio de la serie, y es su alcoholemia. Por un lado tiene que superar sus propios miedos y por otro hacer frente a su talón de aquiles (la dependencia del alcohol). Pero yo soy de la opinión de que el verdadero héroe es aquel que se enfrenta a sus debilidades, y en ese sentido, Harry Hole es un verdadero héroe. Es como en la película Vértigo, de Alfred Hitchcock. Desde el inicio sabes que al final el tipo tendrá que enfrentarse a su mayor miedo, el vértigo, y es justo lo que ocurre. Con Harry es un poco lo mismo. Siempre acaba enfrentándose con sus demonios.



- El asesino en este caso no es un asesino en serie común, puesto que no parece tener un móvil claro, pues elige a sus víctimas de un listado de quienes pasaron determinada noche en una cabaña, pero además está el tema de El Congo y un metal extraño, el coltán, ¿de dónde surgió todo eso?

- El asunto de El Congo surgió un poco de casualidad. En un primer momento tenía pensado situar la historia en Zimbabwe, o que tuviera algo que ver con Zimbabwe, pero dio la casualidad que estaba trabajando en El Congo con el Consejo de Refugiados de Noruega cuando la guerrilla empezó a asediar la ciudad de Goma y fue tan extremo lo que vivimos allí que no tuve más remedio que incluirlo en la historia. Es un lugar en el que pasan cosas brutales cada día y del que apenas conocemos nada. La casa de la que hablo en la novela que, en cierto momento, queda enterrada por la lava, existió, yo estuve en ella. Para muchas personas, El Congo es algo así como el corazón de las tinieblas, y me pareció que encajaba con la historia.



- ¿Y el coltán? ¿Realmente existe la manzana de Leopoldo y están hechas sus agujas de coltán?

- No, la manzana de Leopoldo no existe. Me la inventé. Supuestamente es un instrumento de tortura medieval, pero en realidad está basado en un recuerdo de infancia. Cuando era pequeño solía pasar mucho tiempo con mi hermano en casa de mi abuela. Mi abuela tenía un jardín con manzanos. Y nos prohibía que cogiéramos las manzanas. Pero no decía nada de que no pudiéramos comérnoslas, así que que lo hacíamos mi hermano y yo era subirnos al árbol y comérnoslas directamente de la rama, sin tocarlas. Un día mi hermano me retó a que me metiera una entera en la boca y lo hice y luego no había manera de que la sacara sin que cayera de la rama y entonces pensé que la manzana no iba a dejar de crecer y que iba a estar siempre dentro de mi boca hasta hacerla estallar. De ahí lo de que la manzana de Leopoldo estalle en la boca de las víctimas. Sólo que no es una manzana corriente, claro, está repleta de metal.



- Además de fan de John Fante, Kaja Solness es la ayudante más inteligente con la que Harry se ha topado jamás.

- Sí, se llevan francamente bien. Es la clase de chica de la que Hole podría enamorarse. Pero no debería hacerlo. Por su bien, el de ella, como decía antes. En cualquier caso, el lector curioso habrá descubierto que el apellido de Kaja es el de un personaje de Ibsen, ¿y de qué van las obras de Ibsen? De secretos. Secretos de familia. Así que puede que Kaja no sea tan perfecta como aparenta.



- Su narración ha dado un salto de gigante en los últimos años, ¿está alcanzando la perfección?

- No lo creo. Lo que pasa es que ya sé exactamente cuáles son las herramientas que debo usar en cada momento. Antes quizá usaba más de la cuenta o pasaba más tiempo planteándome si debía usar ésta o aquella, pero ahora lo tengo clarísimo.



- ¿Plantean sus novelas preguntas o pretenden dar respuestas?

- Más bien lo primero. Plantean preguntas. Mis personajes no son reales, por lo tanto no puedo dar respuestas reales. Lo único que puedo hacer es plantear preguntas. En cierto sentido, los escritores somos las criaturas más inútiles del planeta.



- ¿A qué atribuye el hecho de que en Escandinavia haya más crímenes literarios que reales?

- (Sonríe). Demuestra que el crimen y el asesino son más una metáfora sobre la condición humana. Que el crimen es una metáfora de que algo va mal en la sociedad en la que sucede. Que hay algo perturbador en ella. Y el motivo de que haya tantos crímenes literarios en Escandinavia es que hay muchos autores que adoran la novela negra porque en los 70 leyeron a Maj Sjöwal y Per Wahlöö. Y ellos no estaban interesados en la novela en sí misma sino más bien en hacer un retrato social de la época a través de una historia criminal. Y eso es lo que hacemos todos hoy. De ahí que en los países nórdicos el prestigio de la novela negra sea mayor que en otras partes.