Image: José García Nieto y el son de la baja lira

Image: José García Nieto y el son de la baja lira

Letras

José García Nieto y el son de la baja lira

Fundación Banco Santander edita, en su Colección Obra Fundamental, la primera antología completa de este poeta de la generación de la posguerra. El libro incluye textos en prosa inéditos y una carta a su nieta.

8 julio, 2014 02:00

José García Nieto

El poeta José García Nieto cumpliría este año los cien, y por eso la Fundación Banco Santander ha decidido reeditar la que fue, bajo su patrocinio, la primera y única antología completa, de 1996, de la obra de este miembro conspicuo de la generación de la posguerra. Esta edición, enriquecida con un "colofón lírico en prosa" y un "epílogo epistolar", nos da la medida de un poeta clásico y elegante; en palabras del responsable de la selección, Joaquín Benito de Lucas, "un autor fundamental para entender la evolución de la poesía española desde la guerra hasta la década de los ochenta". Además de la antología, se publicarán en los próximos meses otros inéditos del escritor; en concreto, un libro que preparaba antes de morir y que se titulará Homenaje, burla y planto.

García Nieto fue el promotor necesario de toda una hornada de escritores inhabilitados por la guerra. "Yo mismo me aproveché de su generosidad", bromea Benito de Lucas, y recuerda que el autor de Tregua le publicó en una revista sus primeros poemas juveniles. Desde su puesto al frente de la revista Garcilaso (1943-1946), García Nieto despabiló la poesía española tras el sueño profundo de la contienda civil. "La poesía estaba adormilada, como en un duermevela, y él la despertó", dice Benito. Estuvo activo en las tertulias, en "vida literaria", y fue amigo de poetas como Gabriel Celaya o José Hierro (parte de la correspondencia con este último se publicará, con fotos y documentos personales, antes de que acabe el año); como lector, le marcó profundamente la famosa antología de Gerargo Diego, de 1932, tan decisiva en el devenir de la poesía española.

Su adscripción garcilasista le generó detractores, sobre todo entre los escritores de Espadaña, la revista leonesa de Victoriano Crémer, que estaba más por el compromiso social que por las arcadias renacentistas. Pero Victoriano era su amigo. Todos, recuerda ahora Benito de Lucas, fueron sus amigos. "Si alguien quería publicar un poema, sabía que el camino más fácil era enviárselo a Pepe". Sobre su garcilasismo -que luego, con los años, superaría-, decía el propio poeta: "El diálogo sobre la poesía española contemporánea arranca y no se puede soltar de Garcilaso". No obstante sus detractores, García Nieto alcanzó, con el soneto, algunas de sus cimas poéticas personales. Lo reconoció el tantas veces despiadado Juan Ramón Jiménez en una elogiosa respuesta a Sonetos por mi hija: "¡Qué hermosos son! -escribe el de Moguer, que luego cede a la tentación, tan juanramoniana, de socializar el mérito-: A veces me pregunto ¿en qué nos aventajan los llamados clásicos a nosotros?, ¿en qué bellezas han ido más cerca de la belleza esos clásicos? Sonetos como estos suyos, el segundo, el cuarto, todos, ¿no son como los de Garcilaso, Lope, Góngora, Quevedo, Calderón, o mejores, más enteramente mejores...?" .

"En aquel momento escribir poesía era difícil -cotinúa Benito de Lucas-, porque no se podía hablar de lo que pasaba en la calle. Es por eso que él elige los paisajes, las amantes desdeñosas y todo ese imaginario garcilasista". En sus poemas de Víspera hacia ti (1940) está todo lo que comenta el antólogo ("Marcó el mar entre espumas tus partida; / iba por una brisa la arrogancia / de tu mirada limpia hacia otra vida"; o: "Cuántas veces, orillas de otros ríos, / aguas como estas aguas, lentamente / han dejado vagar por su corriente / los claros sueños de los ojos míos."), y todo en lenguaje claro, sereno, heredero de esa áulica tradición que no rompería su molde hasta el barroco. Su obra poética, asimismo, está atravesada de reflexiones sobre la literatura, pero le cuesta definir su poesía, darles un soporte teórico a sus versos. En 1981 publica un hermoso texto en el que trata de trazar una poética, misión que acaba eludiendo, al fin: "Mi poética -escribe, como si estuviera exhausto- está en la seguridad de que la poesía existe".

En su siglo no le fue mal a García Nieto: ganó el Adonais y dos veces el Nacional de Literatura y dirigió, además de Garcilaso, Acanto y Poesía Española. Publicó treinta libros. La democracia supo valorarle, en un principio: ganó el Mariano de Cavia de Periodismo (1980) y el González Ruano, siete años después. Más tarde, en 1996, se hizo con el Cervantes, para cuyo discurso de aceptación envió un poema, pues no pudo subir a recogerlo. Como periodista quiso ser, y fue, un poeta en prensa y un articulista atento. Y dejó en sus textos numerosas reflexiones sobre el hecho de escribir. Más que respuestas, sus artículos presentan dudas, temblores de poeta ("¿Qué es poesía?" "¿Debo escribir?" "¿Para qué se escribe?" "¿Hay quien sabe por qué sigue si no está nunca satisfecho del todo con su menester?" ). La duda lo es todo para quien escribe, acaba diciendo en uno: "La diferencia única entre el bisoño y el veterano, entre el esperanzado y el experimentado, está en que los que van ya de bajada no hacen la pregunta en voz alta porque saben que nadie podrá contestarles".

Oración por Leopoldo Panero en la ermita del Cristo de Gracia. Circunstancia de la muerte(1963)

Busco tu compañía en esta ermita
donde he entrado a rezar por ti, tocado
de soledad, herido y asombrado
por todo lo que un golpe precipita

Y tú no está. ¿O no era aquí la cita?
Estoy solo. Pasaba. Me han llamado.
Y era tu voz; la voz del desterrado
que en el desierto del poema grita.

Torre de hombría, paz andante, lumbre
cautiva, acostumbrada pesadumbre:
¡cuánto valor sin sitio y tan aparte!

Rezo sin entender… ¿Cómo podía
haber sido…? En la Cruz, Él me decía
que lo mejor estaba de su parte.


El Hacedor. Sonetos a mi hija (1953).

Entra el playa de oro el mar y llena
la cárcava que un hombre antes, tendido,
hizo con sus sosiego. El mar se ha ido
y se ha quedado, niño, entre la arena.

Así es este eslabón de tu cadena
que como el mar me has dado. Y te has partido
luego, Señor. Mi huella te ha servido
para darle ocasión a la azucena.

Miro el agua. Me copia, me recuerda.
No me dejes, Señor; que no me pierda,
que no me sienta dios, y a ti lejano...

Fuimos hombre y mujer, pena con pena,
eterno barro, arena contra arena,
y solo Tú la poderosa mano.


Creo en la poesía. Inédito

Creo en la poesía, naturalmente en la mía, como en algo que me he ganado y me pertenece. Temo perderla porque nada se posee de verdad, y sé que vivo en el engañoso artificio de esa posesión. Ha sido para mí un espejo veraz. Mirarse, y mirarse, sin estar nunca satisfecho de sí mismo, es el proceso de una bien labrada tristeza. Pero sin la poesía, todo habría sido peor, y caminaría por una habitación con cuatro paredes ciegas. Que no esté contento de mí o que no vea en mí el hombre que busco, es una manera de encontrarme en todos vosotros, de perseguir al que quiero ser en todos, a lo que quiero que seáis todos en mí. Si un poema no me delata como hombre, no es más que una confusión o una parodia. Y esta proclamación continuada y este anhelo de acertar en cada verso es tanto una profesión de fe como un acto de humildad. Ya voy sabiendo dónde no puedo llegar. Pero mi poesía va siendo más verdad de mí mismo y me asiste apretadamente. La túnica se va haciendo piel, y la piel está cada día más cerca de los huesos. Con otra constitución todo podría haber sido distinto. Pero no vale engañarse ni engañaros. La poesía es un hábito -Garcilaso, Ausiais March...- que va haciendo al monje con implacable ternura.