Uno piensa en el Caballero de la Triste Figura y acuden a la memoria los numerosos rostros que lo han encarnado en la pequeña y en la gran pantalla; también, por supuesto, el romántico y esbelto hidalgo de Doré, el atormentado loco de los grabados de Goya o los trazos inconfundibles de Picasso y de Dalí. Pero desde 2003 unos Quijote y Sancho llenos de ternura se imponen en el imaginario colectivo: los de Antonio Mingote.







El popular dibujante ilustró entonces la magna obra de Cervantes en una edición de lujo de Planeta en dos tomos, que posteriormente fue editada en una versión más económica de cuatro volúmenes. El proyecto no fue un encargo, sino un empeño de Mingote. Sus 52 originales en blanco y negro pueden verse desde hoy hasta el 14 de diciembre en la Sociedad Cervantina de Madrid, que le dedica la exposición Mingote Cervantino. El Quijote ilustrado, comisariada por Ana Folguera.



El edificio que albergó la imprenta de Juan de la Cuesta en la calle Atocha, de donde salieron los primeros ejemplares de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 y sede actual de la institución, albergará también 10 dibujos a color que el dibujante madrileño realizó para la edición infantil Mi primer Quijote, además de varios cuadernos que Mingote inundó de bocetos y estudios de personajes.



"Creo que nadie mejor que Mingote ha sabido captar en sus ilustraciones el sentido del humor, la ironía y la capacidad para reflejar el mundo de Cervantes, con ingenio y agudeza", destaca Celia Freijeiro, subdirectora de la Sociedad Cervantina. Todo ello bañado por la inmensa ternura que Alonso Quijano y su fiel escudero despertaban en el dibujante.







Isabel Vigiola, viuda de Mingote, confesó a Freijeiro que a su marido se le llenaron los ojos de lágrimas cuando acabó de dibujar la última ilustración del Quijote. Era el día de San Valentín de 2003, y a Antonio no se le ocurrió otra cosa que volver a dibujar a Don Quijote, esta vez con una margarita en una mano y en la otra un tomo que contenía los más de 600 dibujos que el artista había dedicado al proyecto, y a su lado Sancho con una pancarta que decía: "Antonio ama a Isabel".



La exposición con la que la Sociedad Cervantina homenajea al genial dibujante, fallecido en 2012, ofrece además un recorrido por diversas etapas de su carrera, que además de sus emblemáticas viñetas de ABC o La Codorniz se fraguó en numerosos proyectos para cine, teatro, música y campañas publicitarias para entidades como la DGT o Correos.



Esta inmersión en la obra del artista y académico, uno de los nombres más populares de nuestro siglo XX, se abre con el caballete en el que Mingote cultivaba su faceta menos conocida, la de pintor al óleo. En él se sostiene el lienzo en el que trabajaba justo antes de morir: un tributo a su idolatrado Velázquez, paleta en mano y montado a caballo.