Guillermo Roz. Foto: Antonio Moreno

I premio Francisco Ayala. Musa a las 9. 168 pp. 6 euros



Lo primero, hay que aplaudir iniciativas como esta de Musa a las 9, un sello editorial con un recién nacido y ya muy interesante catálogo digital especializado en la narrativa y la poesía (www.musaalas9.com) a precios consecuentes con la realidad de la red y la de los internautas. Se trata de un proyecto, además, comprometido con nuestra literatura y sus autores. A la sombra de todo esto nace el premio de novela Francisco Ayala, con la intención de difundir la narrativa contemporánea en "los nuevos formatos de lectura". También hay que aplaudir que en su primera edición el galardón haya distinguido una estupenda novela, la tercera del argentino afincado en Madrid Guillermo Roz (Buenos Aires, 1973), de quien esperábamos mucho después de leer Tendríamos que haber venido solos (Alianza, 2012), y que no defrauda las expectativas.



Les ruego que me odien es una novela sobre la complejidad de las relaciones y el alcance de la crueldad humana. Aunque esta vez Roz haya querido ir mucho más allá. La historia de Elsa y Juan, los dos protagonistas de esta nueva novela, comienza disfrazada de romance con toques platónicos, en que uno de los dos actores ama con locura mientras el otro se muestra distante. Pero lo que apuntaba a historia de desamor se complica bajo la apariencia de un triángulo amoroso, para dar luego un giro sorprendente antes de alcanzar el ecuador del libro, en que el narrador mata de un plumazo a veintidós personajes en un suceso que cambiará la vida de los sobrevivientes, entre ellos Juan, el narrador. Y que dejará sin resuello al lector, que de ningún modo podía esperar una escena semejante justo cuando comenzaba a alzar el vuelo una historia en apariencia plácida. En realidad, y como veremos, fascinados, a medida que nos acerquemos al desenlace, Roz nos engaña sin parar. Parece que nos cuente una historia pero todo el tiempo nos cuenta otra, bien distinta y aún más fascinante, con el pulso y la sangre fría de un sicario que sabe lo que se hace.



La primera parte, ambientada en la alta sociedad bonaerense, entre adolescentes de buena familia que van a colegios caros y que tienen apalabrados sus matrimonios, evoca aquella Lima pudiente de Bryce Echenique en Un mundo para Julius, donde el barrio de Miraflores parecía el centro del Universo sólo para sus habitantes, claro está. No hay tanta distancia, de hecho. ... El modo de narrar de Roz es sólido, convincente, maduro. Sus personajes seducen por su pasión, por su belleza, por la naturalidad con que acaparan todas las miradas.



De modo que hay que leer a Guillermo Roz. Hay que hacerlo porque juega con nosotros, sus lectores, a su antojo, y pocos saben hacerlo con tanto disimulo. Porque nos engatusa con una historia magníficamente contada. Entonces nos sirve una buena dosis de reflexiones de gran calado: quiénes somos, qué seríamos capaces de hacer por amor, qué distancia separa el amor de la locura, ¿Conocen las respuestas? La literatura de verdad se aventura a darlas.