Alessandro Baricco. Foto: archivo.

Aunque se muestra cortés en todo momento, se nota que a Alessandro Baricco (Turín, 1958), uno de los autores italianos actuales más leídos en España, no le entusiasma conceder entrevistas. O por lo menos le cansa. Pero es parte insoslayable del business editorial: los viajes relámpago, los actos de promoción, el ir y venir de editores, periodistas, agentes, jefes de prensa... Todo eso que no es parte esencial del acto de escribir pero sí del éxito. De todo eso, precisamente, huye el protagonista de su última novela, Mr Gwyn (Anagrama), que presentó este martes en Madrid en una charla con el periodista de El Cultural Alberto Ojeda en La Central de Callao. Tras la dura historia de Emaús, Baricco vuelve con una novela "límpida, divertida de escribir y de leer", escrita en un año "con gran placer". Jasper Gwyn es un escritor londinense que, de buenas a primeras, publica en The Guardian, del que es colaborador habitual, un artículo en el que enumera 52 cosas que no volverá a hacer. Entre ellas, dejar de escribir y publicar libros -pero no la escritura-. Tras su decisión, a Jasper Gwyn se le ocurre, como una revelación, hacer "retratos escritos", para lo cual se encierra cuatro horas al día durante un mes en un estudio con un modelo, como si se tratase de un pintor. Y el resultado estará al margen del mundo editorial. Será una relación privada entre el escritor, el retrato y el retratado.



-Gwyn explica en varias ocasiones en qué consisten este tipo de retratos, pero nos quedamos con la curiosidad de leer alguno.

-Mi último libro, Tre volte all'alba [que se publicará en España dentro de un año, nos indica], es un spin-off de la obra escrita por el protagonista. Toda la primera parte es uno de esos retratos escritos que hace Gwyn. Es más, es su autorretrato.



-¿No le gustaría llevar a cabo ese experimento con un modelo real?

-Pensé en probarlo, que sería divertido. Pero creo que se debe mantener una distancia con lo que se escribe. Prefiero imaginar cómo lo haría en vez de hacerlo realmente. Es como cuando en mi libro City hablaba de boxeo. Pasé mucho tiempo observando a púgiles, para acercarme a cómo se sienten al ser noqueados. Aunque después de escribir la novela terminé practicando boxeo porque soy un amante del deporte, en aquel momento pensé que era mejor retratar la sensación desde fuera que vivirla. Creo que mantener la distancia es importante.



-Jasper Gwyn cuida al máximo todos los detalles que rodean al acto de la creación: la luz, la música, el espacio, el material... ¿Usted también sigue un ritual cuando escribe?

-No tengo manías, no necesito un espacio o un horario determinado. Pero sí es cierto que en torno al gesto de escribir uno construye todo un mundo. Yo lo que hago es caminar. Todos mis libros los pienso caminando. También voy mucho a la biblioteca para documentarme.



-Su personaje se lanza desde la intuición a la búsqueda de una nueva forma de expresión, pero no sabe cuál será el resultado. ¿Cuando usted empieza a escribir, tiene una idea bien formada de la obra o le ocurre lo mismo que a Gwyn con su experimento?

-Siempre sé cómo va a terminar, pero transito zonas inexploradas de mi imaginación y desconozco muchas cosas como la longitud que tendrá el libro. Sé más o menos qué me voy a encontrar pero no sé si mi escritura será capaz de hacer frente a ello. La situación es como la de un viajero cuya meta es la montaña pero primero debe atravesar la jungla, y tiene la intuición de que allí encontrará algún tesoro. Si supiera de antemano qué me voy a encontrar no tendría la fuerza de escribir el libro.



-¿Ha sentido, como Gwyn, la tentación de dejar de escribir libros?

-Nunca he pensado en dejar de escribir totalmente, porque me gusta, me resulta fácil y me ayuda a estar bien. Naturalmente pienso que dentro de veinte o veinticinco años estaré harto de muchas cosas que rodean al oficio: la parte comercial, pública, de competición... Continuaré escribiendo libros pero de otro modo, aunque venda menos. De hecho, creo que en cuatro o cinco años cambiaré bastante mi forma de ejercer públicamente la profesión. Cuando veo escritores que llevan cuarenta años publicando, viajando y haciendo presentaciones me quedo estupefacto.