Ángel González junto a Susana Rivera

En Páramo de Sil, donde Ángel González vivió tres años en la década de los cuarenta, han convocado un premio que lleva el nombre del poeta asturiano y que este sábado entregó Antonio Gamoneda. Un premio que, desafortunadamente, ha pasado completamente desapercibido, como desapercibida pasa de un tiempo a esta parte la figura del escritor, cuyo legado y fundación siguen, justo, en un páramo. Desde Estados Unidos, Susana Rivera, su viuda, ha enviado a los convocantes del galardón un hermoso escrito que recuerda el paso de Ángel Gónzalez por esa localidad y ha aprovechado la voz que le devuelve esta circunstancia para recordar la "grave" situación del legado de su marido.



Cuenta Rivera que, a día de hoy, la prometida fundación del poeta continúa como en un primer momento, "en la nada", una situación que la profesora califica de esperpento puro: "Todo empezó de una forma muy defectuosa y caótica porque los patronos se apresuraron para salir en la prensa sin haber reflexionado sobre la verdadera posibilidad de levantar una fundación. Desde entonces no se ha podido encaminar bien porque parece que no hay ningún interés por crearla", se apena Rivera, que desde la muerte de su marido ha viajado con asiduidad a España para tratar de dar alas al legado del que, según el testamento del poeta, es dueña. Y ahí sí encuentra intereses ajenos, al menos en lo referido a la "dotación, poder y control" sobre la figura de Ángel González. En cambio, opina, en lo que de verdad habría que poner el énfasis es en pensar un proyecto viable.



Estima Rivera que las "calumnias" vertidas sobre su proceder en el asunto de la fundación han mermado su credibilidad en España: "Diga lo que diga, no consigo ninguna colaboración real o práctica. Algunas personas me han dado ideas, otras, las más, se centran en lo que puedo donar, cosa que no es necesaria porque yo lo quiero donar todo. Proyectos sobran, el problema es cómo realizarlos sin un director, financiación, empleados, etcétera". Lo cierto es que a ella se le criticó en su momento por haber frenado la constitución de la fundación y ahora que intenta moverla le acusan, asegura, de querer apropiarse del dinero de los asturianos: "Yo no quiero nada, es absurdo, sobre todo teniendo en cuenta que todo lo hago para que el legado de Ángel permanezca en Oviedo, nosotros queríamos hacerles ese regalo a los asturianos", recuerda y añade que, con todo, lo seguirá intentando hasta agotar todas las posibilidades.



Durante el pasado verano, Rivera trató de ponerse en contacto con los dirigentes culturales en Asturias pero no recibió respuesta: "Lo volveré a intentar, pero tener que ir yo suplicando a todo el mundo me parece humillante para Ángel. Me gustaría que me dijeran si les interesa o no la fundación, si no es así no pasa nada, se disuelve y ya, porque es imposible que yo la levante si no vivo en España, se necesita un director-gestor y un buen equipo y mi responsabilidad debe ser que se maneje según los gustos de Ángel. En el caso de la Fundación Miguel Delibes ni siquiera se reunió el patronato con la familia hasta que estaba ya consolidada".



¿Y cuáles eran los gustos del poeta? Cuenta su viuda que a él no le interesaban las pompas póstumas, que para él la vida era solo "una luz que al final se extingue". Nunca se preocupó por la divulgación de su obra y solía decir que si merecía la pena sobreviviría y que, si no, mejor que se olvidara. El matrimonio solo estuvo de acuerdo en donarlo todo a la Universidad de Oviedo. La idea de la Fundación, rememora Rivera, partió de Luis García Montero y su círculo de amigos, en el que el más insistente fue Joaquín Sabina. "¿No se daban cuenta de que le estaban recordando continuamente que se estaba muriendo?", se indigna Rivera, que considera que el poeta cedió a las "presiones" no porque le entusiasmara la idea, sino porque le convencieron de que a Asturias le interesaría, y remata: "García Montero y Sabina le dijeron que movilizarían todo el mundo de la música y literatura para levantarla y que yo no tendría ningún problema. Ángel desapareció y todos se desentendieron. Ellos son famosos e influyentes, si quisieran constituir la fundación, lo podrían hacer".



Más allá del famoso alejamiento de posiciones entre Rivera y los que fueron patronos del nonato organismo -y que aún no han dimitido oficialmente-, cree la viuda que en Asturias hay resistencia ante su constitución: "¿Hay temor a tener que repartir el pastel? ", se cuestiona. Ahora bien, si por fin se crease, lo único necesario para ella sería imaginación y trabajo. "No entiendo cómo ningún patrono propuso nada salvo el típico congreso de poesía de posguerra", protesta antes de aportar una serie de ideas sobre lo que debiera ser la Fundación Ángel González: "Ángel siempre decía que lo que más le hubiera gustado era ser músico, pero no pudo ser porque en su casa no tenían los medios. Se podría crear un conservatorio infantil con instrumentos asequibles para niños necesitados". Y, además, actividades literarias en cárceles, centros de inmigración, tercera edad... o un programa de poetas en residencia abierto al ámbito internacional que ella bautizaría como Caballo gris para la poesía, en referencia a un poema del escritor dedicado a Oviedo y a la famosa revisa de Neruda.



Sobre el inminente cambio de Gobierno, cree Rivera que solo afectará a la fundación para bien porque "peor no puede estar". Tras las elecciones, volverá a España para conocer a los nuevos dirigentes culturales, comunicarles su férreo compromiso con la fundación y volver a ofrecerles el legado de Ángel González: "Me parece importante hacer, por fin, una lectura correcta de su testamento. A lo mejor así me entero ya definitivamente si el proyecto es viable. Esto tiene que dejar de ser un conflicto para convertirse en una celebración de la vida y obra de Ángel González. Por otra parte, no creo que sea positivo para el curriculum de nadie haber perdido la oportunidad de rendirle tributo a Ángel González".



Preguntada sobre la posibilidad de que, ante la inoperancia de las autoridades pertinentes en Asturias, el legado del poeta acabe custodiado en cualquier otro lugar del mundo, como ha sucedido con otros escritores españoles, la viuda insiste: "Es que si no lo quieren, no pasa nada, pero luego que no se queje nadie de que, en contra de lo que él hubiera querido, no se quede Asturias", advierte. Para ella, existe en España un problema relacionado con la proliferación de fundaciones que se convierten en un subterfugio para custodiar legados y, con ello, adquirir "dinero, poder y prestigio". Por esta razón considera que se está perdiendo la noción de lo que debe ser una verdadera fundación. "Solo se debe levantar una si hay un interés real en cumplir con sus fines para el bien del fundador y de los ciudadanos, y si cuenta de antemano con los medios económicos para conseguirlo. Si no, todo acaba en un conflicto horroroso, y lo peor recae en las familias y legítimos herederos porque nos culpan sin investigar a fondo", se queja, y concluye:



Mientras yo exista a Ángel González no lo van a volver a engañar nunca, y las consecuencias no me importan. No voy a tolerar la eterna persecución a la que han sometido a otras viudas. "Si para eso el legado de Ángel tiene que quedar fuera de España, que así sea", y que las cuentas se las pidan a los instigadores de todo este embrollo y al patronato que no hizo nada para levantar una fundación".



Tristemente, el caso de la Fundación Ángel González no es el único, ahí está la prácticamente extinta Fundación Rafael Alberti, por ejemplo. Aunque, a la vez, existen casos loables como la recién constituida Fundación Miguel Delibes. Pero el tiempo pasa, en enero se cumplirán cuatro años de la muerte del poeta y el vacío sigue siendo el mismo.