Image: Alberto Olmos

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Letras

Alberto Olmos: "Estoy harto de la impostura de la solidaridad"

14 octubre, 2011 02:00

Alberto Olmos. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

Que su aspecto tímido, de hombre tranquilo y “gafapasta”, como dice él, no les engañe. Alberto Olmos (Segovia, 1975) tal vez susurra más que habla, pero esconde al mayor provocador de nuestras letras, un narrador, crítico y doblemente bloguero que lanza estos días Ejército enemigo (Mondadori), una diatriba implacable contra la solidaridad y su fracaso, pero también sobre cómo internet ha transformado el concepto de intimidad.

“Yo sé -dice Olmos, mientras vamos hacia Malasaña- que como tengo barba y no me parezco a Juan Manuel de Prada se da por hecho que soy superprogre y que tengo que movilizarme por todas las causas, no sé, por Egipto... Bueno, yo no sabía que en Egipto había un dictador, pero qué fácil es decir al día siguiente que estás a muerte con la primavera árabe”. Así que, para empezar, el novelista y bloguero niega la mayor: no quiere ser, dice, “uno de esos articulistas de izquierdas que, pase lo que pase, están en lucha y que, sin saber cómo funciona la Bolsa, en cuatro tardes denuncian que los banqueros son todos unos hijos de puta. Es como esa gente que protesta contra Berlusconi mientras calla, sumisa, ante un jefe brutal. ¿No es ridículo tanto ruido para nada?” Esta rabia tan desolada resulta difícil de comprender sin conocer al escritor; “incoherente”, como él mismo se retrata, debutó en 1998 con A bordo del naufragio, finalista del premio Herralde el año en que lo obtuvo Roberto Bolaño por Los detectives salvajes. Después vendrían Trenes hacia Tokio, El talento de los demás, Tatami, El estatus (Lengua de Trapo), algunos premios y muchas críticas “aburridamente buenas”.
"No quiero ser uno de esos articulistas de izquierdas que están siempre en lucha y que, sin saber cómo funciona la Bolsa, denuncian que los banqueros son unos hijos de puta"
Filólogo y periodista, pasó tres años dando clases de inglés y español en Japón. De vuelta a Madrid, es desde hace años un bloguero desdoblado que en Hikikomori trata sesudamente de literatura, mientras que en Juan Mal-herido comenta, brutal, libros y autores, con mucho sexo y ninguna compasión. Elegido en 2010 por la revista Granta como uno de los 22 mejores narradores jóvenes en español, estos días publica Ejército enemigo, una novela “obscenamente actual” sobre Santiago, un publicista decadente al que la muerte inesperada de un amigo solidario y de clase alta cambia la vida. Escrito con las tripas y el corazón, el origen del libro tiene nombres y apellidos: -Desde luego, el de todos esos artistas que disfrutan de vidas regaladas desde que vinieron al mundo, que jamás han tenido problemas para conseguir trabajo ni han tenido que cargar cajas o atender en un call center. Que estas personas vinieran a darme lecciones sobre cómo salvar el mundo me irritó profundamente. Con algunos me he “reconciliado”, como con Willy Toledo, que en ese libro que ha sacado se atreve por fin a jugarse algo dando nombres de personas de su entorno, y no apuntando siempre tan alto que a nadie le importa.

El fracaso de la solidaridad

-¿Realmente cree, como afirma en el libro, que la solidaridad tal como se concibe hoy es una “forma de ocio, una ficción para gente con mucho tiempo”, y que “ha fracasado”? -Así, tan tajantemente, suena fuerte, pero la verdad es que sí me planteé este libro para explicar hasta qué punto estoy harto de toda esa impostura. No sé, a los catorce años tenías que estar concienciado y en lucha por la capa de ozono o lo que fuera, pero todo eso fue una gran broma, una estafa verbal simbólica muy difícil de criticar, porque parece que si no estás en contra del cambio climático eres un antiecologista. Por eso me pareció interesante crear un personaje que fuese un hijo de puta desencantado, un tipo a la contra, para intentar que la gente se indigne con el libro. Hoy todo el mundo es solidario y bueno. -¿Y eso es malo? -No necesariamente, pero es que el discurso del progre solidario me pone histérico: me ofende esa gente que disfruta el capitalismo salvaje pero que, como está afiliado a Unicef o a Greenpeace, se siente libre de toda culpa, va a manifestaciones y da lecciones para salvar el mundo. La dificultad era que a partir de estas ideas se podría hacer un ensayo, pero yo quería hacer una novela con esas ideas filtradas en ella, sin que deje de haber personajes e historias. No quería hacer una novela de tesis. Confiesa Olmos que la idea central de la novela lleva obsesionándole mucho tiempo, pero que cuando comenzó a escribirla pensó “que no me la iban a publicar jamás, porque como España es tan santurrona y políticamente correcta...”.
"El discurso del progre solidario me pone histérico: me ofende esa gente que disfruta el capitalismo salvaje pero que, como es de Greenpeace, se siente libre de toda culpa"
-¿También en lo literario? -Desde luego. Si tengo una idea clara en literatura es que en este país se confunden las buenas intenciones con la calidad de la obra: si un tío escribe una novela políticamente correcta contra el maltrato doméstico, esa novela nunca va a ser mala, porque parece que lo que importa es demostrar que se sufre solidariamente, aunque eso no tenga valor artístico. Lo tiene ponerse en el lugar del maltratador, crear personajes malos, incluso lamentables, pero escribir desde ese punto de vista aquí está mal visto. Por eso los premios nacionales se los dan a santos. Aquí sería imposible premiar con el Goncourt de turno a ese Houellebecq al que la prensa española describe como depresivo, racista, machista y todo eso. Y esto va de literatura, no de buenos sentimientos.

Obsesión por el cibersexo

-En ese sentido, el protagonista del libro, Santiago, cumple todo el plan porque es machista, depresivo, está obsesionado con el sexo, espía en internet... -Lo del sexo me parece interesante porque entre los autores de mi generación el sexo es el tema menos tratado de todos: todo el mundo es tan intelectual y tan limpio que apenas se menciona, a pesar de que internet ha creado fenómenos fascinantes como el de todas esas jovencitas que llegan a su casa, se graban desnudas y lo suben a la red, a través de webcams que testimonian esa sexualidad. -Sí, pero ¿qué le ha prestado a Santiago de sí mismo? -Es complicado: la primera persona te devora, parece que pones yo y eres tú siempre, pero en este caso hay un pasaje de la novela, al hablar de su antagonista, en el que acaba confesando que “no sabe uno ni ser”. A Santiago le he dado mis momentos de atasco, mi afición a internet, a la pornografía, y muchas ideas corrosivas. Es el mismo rollo del blog Mal-herido, que me ha servido como campo de ensayo para la novela, y ha sido un entrenamiento para este discurso transgresor. -¿Qué es, entonces, Ejército enemigo? -El cruce de caminos de varios temas que me obsesionan, como la falsa solidaridad y la relación entre intimidad e internet, porque la red ha dinamitado nuestra privacidad. Ya no existen vidas privadas, sobre todo si se es menor de cuarenta años: solo googleando y sin hacer nada ilegal, puedes averiguarlo todo de un tipo. No tienes más que ver su perfil de facebook, sus amigos, la música que escucha... Luego, si la policía te pide el DNI la acusas de fascista, aunque tú le hayas regalado todo, incluso lo más íntimo, a una red social que se queda con tus fotos. Ése es un tema que me parece interesante tratar en una novela a pesar de que este exceso de modernez resulte raro a los críticos...
"Ya no existen vidas privadas, sobre todo si se es menor de cuarenta años: solo googleando y sin hacer nada ilegal, puedes averiguarlo todo de un tipo"
-La última novela de Gopegui también tenía mucho que ver con internet... -Sí, y me gustó mucho, porque también tiene un punto de thriller. Nos diferencia la intención política, porque creo que los escritores no somos ni sacerdotes ni moralistas y que la literatura debe ser espectáculo: a mí me gustan las palabras, las metáforas, la retórica, la sintaxis variadita. Me gustaría que la gente se enganchara al libro como a un best seller. Cada vez tengo más respeto a lo que la gente compra y estoy más harto de esa actitud nuestra de que cuanto menos venda un libro mejor será. O no. Entre Belén Gopegui y un tipo supercomercial no hay tanta diferencia. Yo no puedo ir a la calle y creerme escritor si sólo me leen quinientas personas. No quiero que me conzocan sólo en el mundillo. Leí el otro día, en la calle Huertas un fragmento de “Una carta a Andrés”, de Larra, que decía, “Terrible y triste me parece escribir lo que no ha de ser leído”. Y sigue siendo verdad... -Para aumentar la difusión del libro, ¿ha pensado utilizar otros soportes, como vídeos? -No, no me interesa demasiado, porque si ya es difícil escribir, imagina poner música, dibujitos, cositas... no me parece mal, pero me gustan mucho las palabras y más allá de lo que me puede permitir word no quiero líos... -¿Cuánto tiempo dedica diariamente a sus blogs? -No demasiado; a veces, cuando hago una de las minitesis de Hikikomori tardo varios días, pero en los del Mal-herido normalmente mucho menos que la gente en leerlos. Lo que sí me lleva mucho tiempo, como a la gente de mi edad, es navegar por internet. -Su blog Juan Mal-herido es un ejercicio de provocación en un país sin demasiado sentido del humor.... -Bueno, antes lo teníamos... en la antigua Grecia los yambógrafos hacían poemas brutales, los goliardos también, están los textos de Quevedo contra Góngora y viceversa, o los pasquines del XIX. Parece que internet ha facilitado el anónimo, el insulto, pero de toda la vida de dios existe la literatura sangrante. Todos tenemos cápsulas de mal humor que a veces estallan y que nos emparentan con los nazis, aunque no queramos reconocerlo. Como todos, tengo malos días y quería desintoxicar este miedo a expresar las emociones. Siempre me fascina que cuando pasa algún suceso muy dramático, no sé, un tipo que ha matado a su esposa o así, los vecinos siempre declaren que era un tipo muy normal. Pues claro. Ése es el problema de los autores santurrones de este país, que creen que los malos son monstruos ocultos en cuevas, sin admitir que el monstruo eres tu. Yo no me siento inocente, no creo que nadie lo sea, aunque ahora el buenismo esté tan de moda.
"Ése es el problema de los autores santurrones de este país, que creen que los malos son monstruos ocultos en cuevas, sin admitir que el monstruo eres tú. Yo no me siento inocente"
-¿También culturalmente? -Sobre todo. Cuando Unai Elorriaga ganó el premio Nacional de narrativa por Un tranvía en SP, un periódico describió su novela como un relato sobre okupas y alzheimer. ¡Y no era verdad! Pero parece que si sólo hablas de cualidades literarias no cumples las expectativas del buenismo y el premio no tiene sentido. ¡Es flipante! Claro que eso viene de la Edad Media, cuando se creía que los libros tenían que moralizar: hoy ese papel lo desempeña la izquierda.

¿Cargado de prejuicios?

En este punto Olmos se revuelve incómodo, casi tanto como mientras posa ante un grafitti malasañero y ve acercarse a los perros que rondan una de las plazas más castizas de Madrid y que tan poco le gustan (los perros). Como las entrevistas, las capillas literarias o la promoción. Hace unos meses estuvo en Estados Unidos de la mano de Granta para presentar la narrativa española más joven, y aunque de primera diga que le fue bien, en seguida reconoce que acabó “hartito” y que le horrorizaría vivir como Vargas Llosa, “un día en Suiza, otro en Londres y al siguiente en Estocolmo. Sinceramente, esa vida es un infierno... ¡¡Si sólo ir a Zamora o Lugo (que no se ofenda nadie) me parece un coñazo, si me roba tiempo para escribir!!”. Más horrores: asegura ser un lector “cargado de prejuicios” que no lee novelas sobre la guerra civil, el holocausto ni premiadas, pero que siente gran curiosidad por los creadores más jóvenes, aunque algunos “sean deleznables”. -Como saben quienes siguen sus blogs, pocos han leído a más autores españoles nacidos en los 80 que usted. ¿Aún no ha encontrado a alguno que le entusiasme...? -La verdad es que aún no. Cuando salió el rollo Nocilla había ideas, intenciones, estaban Fernández Mallo, Manuel Vilas, Álvaro Colomer, y había esa expectativa de lo nuevo, pero ya está aposentado y algo pasado. No veo el panorama muy interesante y la gente nacida en los 80 tampoco me deslumbra. Por otra parte, lo último de Marías es lo peor que ha escrito. Tampoco el último libro de Orejudo me convence, aunque, en cambio, el de Reig me parece el mejor de los suyos. No sé, la cosa literaria española no está hoy en su mejor momento. -Pero menciona positivamente a Vila-Matas en el libro... -Sí, me gusta mucho. Incluso en Ejército enemigo hay un personaje que dice textualmente lo mismo que me comentó un buen amigo, de 32 años: Vila-Matas es el único autor español que nos habla a nosotros. Me parece fascinante que con un tipo de 60 años sepa escribir para gente de 30, 40 o de su misma edad, y eso lo ha conseguido porque es una persona curiosa, que no teme apadrinar a jóvenes autores como Elvira Navarro. No es como Javier Marías, que está en su nube. Y es muy curioso, porque Marías, que tiene un acreditado historial antiCela, en el fondo representa la misma idea de Cela: “después de mí, el diluvio, la nada”.
"Vila-Matas es el único autor español que nos habla a nosotros. Me parece fascinante que con un tipo de 60 años sepa escribir para gente de 30, de 40 o de su misma edad"
-Se dice que la red está creando una nueva literatura, pero ¿existen autores de blog que no logran llegar al papel? -Bueno, hay gente que escribe muy bien en internet, pero eso no significa que tenga algo que contar y narrar. Por otra parte, no creo que con tantísimas editoriales como hay, alguien que tenga un talento medio no publique y haya que ir a buscarlo a internet. Además, y eso es muy sano, hay bastante gente en internet que sólo quiere pasar el rato sin necesitar el éxito de la celulosa. -Pero, al tiempo, muchos autores reniegan de la red y sólo manejan referencias del XIX... -Desde luego. Por ejemplo, la lista de jóvenes de Granta se divide en modernos y tradicionales: los modernos están en internet y leen literatura norteamericana, mientras que los tradicionales no están en la red, su modo de actuar es muy presencial, de ir a fiestas y pertenecer a capillitas, y siempre hacen novelas similares sin referencias a cosas que consideran tan vulgares como el rock... -Veo que sigue tan sincero como su otro yo, Juan Mal-herido, pero ¿se atreve a señalar los falsos prestigios de hoy? -Uy, no soy tan discrepante como parezco: me gustan Vila -Matas y Javier Marías, pero no sé, a mí me parece que hay algunas escritoras casi analfabetas que ganan demasiados premios. Dispara así, sin titubeos pero sin nombres, con la naturalidad que con que abandonó Lengua de Trapo, donde publicó sus últimos cuatro libros, por Mondadori. Por aburrimiento y con naturalidad: -Como en literatura hoy no hay dinero, lo unico que puede motivar a un autor son las novedades, pero eso de publicar en una editorial como algo rutinario me espanta. No se trata de lealtad sino de aburrimiento: cambiar de sello te reactiva, descubres otro marco, otro público. No quiero convertirme en un fabricante de libros sin alma. -¿Qué queda del Olmos que con 23 años quedó finalista del premio Herralde, a la sombra de Bolaño? -Mucho, aunque probablemente era más infeliz que ahora... Como decía Heráclito, “el carácter de un hombre es su destino”, y solo desgracias y alegrías te pueden cambiar: con los años me he dulcificado, pero me queda la pasión, y ese mal pronto que en esta novela he recuperado.