Image: El Prado entra en las brumas de Maíno

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Letras

El Prado entra en las brumas de Maíno

El museo madrileño dedica una exposición monógrafica al pintor alcarreño, uno de los más desconocidos y originales del siglo XVII

16 octubre, 2009 02:00

La recuperación de Bahía, de Juan Bautista Maíno.

ELCULTURAL.es
El Museo del Prado viene a saldar estos días una deuda con Juan Bautista Maíno (1581-1649), pintor alcarreño arrojado hasta ahora a un rincón poco honorable de la historia del arte, pero que entre las voces más autorizadas de los investigadores está considerado como uno de los más originales de nuestra pintura durante el siglo XVII.

A partir de este viernes y hasta el próximo 17 de enero, el museo madrileño le dedica la primera exposición monográfica organizada en torno a su obra hasta la fecha, una muestra que comprende 35 lienzos, casi la totalidad de la obra de este autor envuelto en las brumas de los siglos. Tanto, que muchos aspectos de su biografía no están del todo esclarecidos.

En los últimos años, precisamente, se ha llevado a cabo diversos estudios para arrojar luz sobre su figura. Estos esfuerzos han dado como fruto la atribución a sus pinceles de siete nuevos cuadros, que hasta ahora nunca habían sido expuestos bajo su firma. Miguel Zugaza, director de la institución capitalina, asume esta exposición como una especie de mandamiento que pesa sobre el Prado, un museo que debe rescatar del olvido a pintores marginados, que a pesar de su calidad "no están en el primer plano de la vida pública". Este es el caso, explicó, de Maíno, "uno de los artistas más sofisticados, elegantes y modernos de su tiempo".

En esta muestra también se incluyen algunas composiciones memorables como San Pedro Arrepentido procedente de la Galería Barbié de Barcelona, Magdalena Penitente de una colección particular suiza o Santo Domingo en Soriano, la más divulgada de sus iconografías, del Museo del Ermitage de San Petersburgo.

Del conjunto de la exposición sobresalen diez pinturas, que conformaron su obra maestra en el convento donde ingresó como dominico en 1613: el Retablo de San Pedro Mártir, en Toledo, proveniente del extinto Museo de la Trinidad y hoy parte de las colecciones del Prado. Los cuatro lienzos de gran tamaño, que constituyen la parte más destacada de ese conjunto, son obras fundamentales de la pintura española del siglo XVII; la Adoración de los Magos y la Adoración de los pastores se sitúan en las cotas más altas de la mejor pintura europea del momento, remitiéndonos directamente a pintores como Savoldo, Caravaggio, Orazio Gentileschi o Guido Reni.

Parentesco con Caravaggio
De hecho, la comisaria de la muestra y jefe del Departamento de Pintura Española del Prado, Leticia Ruiz, ha declarado que es "probablemente nadie haya llegado tan cerca de la pintura de Caravaggio como Maíno", un artista que limitó su producción como consecuencia de su entrada en la orden de los dominicos en el 1613. Unos años antes, en los primeros años del XVII, estuvo en Roma, una circunstancia que explica esa ascendencia italianizante, que no se circunscribe al naturalismo revolucionario de Caravaggio, sino que también entró en la órbita del clasicismo de Annibale Carraci.

De las Colecciones Reales que ingresaron en el Prado, procede La recuperación de Bahía (1634-35), su obra más emblemática, destinada a decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. La vinculación de Maíno con la corte le llegó gracias a su fama como excelente pintor y a su condición de dominico, y hacia 1620, cuando contaba 42 años, Felipe III lo llamó para que fuera maestro de dibujo del futuro Felipe IV. Por entonces, Maíno trabó amistad con Velázquez, a quién protegió y eligió en un concurso público para pintar el tema de La expulsión de los moriscos (hoy desaparecida) frente a rivales tan reputados como Carducho o Cajés.

De esta época del pintor cercana a Velázquez data el Retrato de caballero (1618-23), adquirido por el Museo del Prado en 1936, uno de los cuatro únicos cuadros firmados por el artista y capital dentro de su producción, en el que se aprecia con claridad los paralelismos con la pintura del sevillano.