Image: Comienzo de Lo seco y lo húmedo. Una breve incursión en territorio fascista

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Letras

Comienzo de Lo seco y lo húmedo. Una breve incursión en territorio fascista

por Jonathan Littel. RBA

1 junio, 2009 02:00

Jonathan Littell

"Escribí este libro en 2002, cuando estaba investigando para Las benévolas. Nació del encuentro entre las tesis de un investigador alemán, brillante e inaprensible, Klaus Theweleit y el texto de un fascista belga, Léon Degrelle, en que éste, mediante el juego de las imágenes y la lengua, nos permite leer la mismísima estructura de su pensamiento. El hecho de que escribiera en francés me permitió intentar un análisis más a fondo de unas cuantas intuiciones y comprobar experimentalmente determinada teoría del fascismo, esa misma que propone Klaus Theweleit. Como podrá verse, tiene dicha teoría su parte de verdad, como la tienen también otras líneas de pensamiento que he podido explorar además, avenidas, desbrozos, callejones sin salida, o repentinas inmersiones en la oscuridad con las que su teoría se cruza sin llegar a coincidir nunca. Pues es tal el tema que, fuere cual fuere el rigor con el que se lo delimite, siempre se escapa por algún sitio; sus honduras, cuando se las desvela, van siempre aparejadas con otras honduras insospechadas y, a veces, replegadas sobre sí para no brindar sino una superficie lisa, apagada, trivial, pero siempre dispuesta a volver a abrirse bajo los pies de quien se aventure a recorrerla".

MI CAMPAÑA DE RUSIA
Estamos hablando de un libro: La campagne de Russie de Léon degrelle 1. Una edición bonita. el ejemplar que tengo, «colección de lujo encuadernada en tela con los colores militares », muestra en la tapa la reproducción de un cartel de reclutamiento de la división blindada Valonia; es un título de la la «collection Action», que dirigía el difunto Jean Mabire, cuyo carácter puede verse en la presentación:

Más aún que el escenario de la guerra, es el momento del combate lo que cuenta aquí, de repente, todo se vuelve posible. Basta con atreverse. [...]

Aquí hallará el hombre de armas el lugar que debería corresponderle por derecho, el primero, despreciando los valores burgueses, cómodos y mercantiles. Fiel a una ética exigente, el hombre no es nunca tan grande como cuando actúa.


El distintivo de la editorial Art et Histoire d’Europe es una hoja de roble plateada (como las que añadió Hitler a la Ritterkreuz de degrelle); y, por dirección, tiene un apartado de correos, algo que siempre da mala espina. La lectura del catálogo completa el panorama: saint-Loup, Gütterdämmerung. Rencontre avec la Bête; Jacques de Launay, Claretta et Mussolini. Amour, fascisme et tragédie; Léon Degrelle, Le siècle de Hitler, primer tomo, en tres volúmenes, quedan doce tomos por publicar.

Un breve recordatorio histórico. Fue sobre todo antes de la guerra cuando Léon degrelle se dio a conocer como un agitador joven más o menos partidario del fascismo, de porte gallardo y que, al frente de un movimiento popular de origen católico, intentaba dar al traste con la clase política belga. su popularidad llegó a la cumbre en 1936, cuando consiguió colocar veintiún diputados en el Parlamento de Bruselas; pero ya en 1938, al relacionarlo la opinión pública en cada vez mayor medida con el hitlerismo en ascenso, tuvo un marcado retroceso y perdió buena parte de su influencia política. No se desanimó y militó durante la «guerra de pega» (la drôle de guerre) a favor de posturas ultra-neutrales que a sus conciudadanos, que no se fiaban nada de las intenciones del Reich, les parecieron abiertamente pro alemanas. El 10 de mayo de 1940, día del comienzo de la ofensiva alemana contra los Aliados occidentales, las autoridades belgas encarcelaron a Degrelle, junto con muchos otros germanófilos y demás personas sospechosas. Lo evacuan durante la desbandada, lo entregan a la Sûreté (servicios de información y vigilancia de la policía francesa) de Dunkerke, se libra por poco de la matanza de unos veinte presos en Abbeville y, golpeado y maltratado, rodando de cárcel en cárcel por toda Francia, Degrelle recobra por fin la libertad, tras el Armisticio, al pie de los Pirineos. El 21 de agosto, ya de regreso a Bélgica, tiene una entrevista con el conde Capelle, secretario del rey Leopoldo III, quien lo pone al tanto de la nueva orientación política de Palacio: formar equipo con los nacionalistas flamencos, con los neo socialistas del Partido Obrero Belga y con los alemanes. «¿Y Hitler?», asegura Degrelle que preguntó. «Vaya a verlo —respondió al parecer Capelle—. Lo estamos deseando 1.» Degrelle había conocido ya a Hitler, en 1936, y había sucumbido en el acto a su encanto personal; pero un nuevo encuentro, previsto para octubre de 1940, se desbarata (debido a la invasión de Grecia), y los servicios del Militärbefehlshaber in Belgien und Nordfrankreich, que, por recomendación del Föhrer, favorecen «cuando sea posible 2» a los nacionalistas flamencos, a quienes consideran «germánicos», muestran un soberano desprecio ante todas sus ofrecimientos de colaboración. Por mucho que Degrelle vuelve a organizar el rexismo adoptando un modelo abiertamente fascista, con camisas negras, desfiles con antorchas y reclutamiento de jóvenes, le toca pasar por el «inmovilismo político 1», la travesía del desierto; ni siquiera bastó para remediarlo con aquel Heil, Hitler! suyo del primero de enero de 1941, que trajo consigo la baja de muchos rexistas de tendencia favorable a Bélgica: «gross angelegte Reklame» («una propaganda con mucho estilo»), dijo el general Reeder, Administrador militar de Bélgica, que veía en Degrelle ein Scharlatan. Pero, en cuanto Alemania invadió la Unión Soviética, en junio de 1941, el ambicioso lugarteniente de Degrelle, Fernand Rouleau, con el apoyo de unos cuantos círculos monárquicos francófonos a quienes tenía preocupados el auge del poder del colaboracionismo flamenco, propuso la creación de una Legión «Valonia» antibolchevique dentro de la Wehrmacht. Gana por la mano a Degrelle, a quien tiene angustiado la perspectiva de una pérdida de prestigio que lo dejaría, aún más deprisa y de forma definitiva, al margen; y, aunque no es idea que lo entusiasme, no le queda más remedio que alistarse. Cuando argumenta que, por su categoría política, debería tener al menos graduación de teniente, las autoridades militares alemanas se niegan en redondo: «Carece de conocimientos militares y técnicos 3». Se incorporó, pues, como Schötze del 1er grupo de la 1ª sección de la Iª compañía. Pero por eso que no quede: más lustre tendrá la leyenda posterior, y en la prensa rexista de por entonces abundan las fotos de «servidor de ametralladora raso» Degrelle.