Ana Martínez, La Baltasara, abandona el Corral de la Olivera de Valencia en mitad de la representación. No dice una sola palabra ni da explicación alguna de su comportamiento. Echa a caminar y se refugia, huyendo del mundanal ruido, en una cueva en Cartagena, donde acabará sus días. Su leyenda comienza cuando el día de su muerte las campanas de la ciudad tocan sin mediación humana…

¿Qué la llevó a ese retiro? ¿Qué impulso marcó su huida? ¿La religión, el amor, el miedo? ¿Una protesta inconsciente hacia la sociedad de su época? Sobre cada pregunta reflexiona el montaje del director Chani Martín, la actriz Pepa Zaragoza (acompañada por Nacho Vera) y la escritora Inma Chacón, que, tras pasar por el Festival de Almagro, llega el 11 de noviembre al escenario de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. No es la primera vez que la historia de La Baltasara asalta las tablas. Ya lo hizo de la mano de Antonio Coello, Rojas Zorrilla y Vélez de Guevara en forma de comedia. Su leyenda, su iniciativa, su ruptura, no dejó indiferente ni a sus contemporáneos ni a las generaciones posteriores que, como Zaragoza, han sentido la necesidad de recuperar su legado (quizá también su ejemplo). Una conversación con José Ramón Fernández –coincidiendo con las representaciones en el CDN de El laberinto mágico en 2017– hizo saltar la chispa para llevarla a buen puerto. Con el texto de Chacón y la intervención de Martín (cotizado actor y músico que afronta su segunda dirección teatral tras La mirada del otro en La Abadía de hace dos años) estaba todo listo.

“Este texto quiere ser un homenaje a todas las actrices del Siglo de Oro, que tuvieron que enfrentarse a la maledicencia de los que consideraban un peligro la libertad que disfrutaban". Inma Chacón

“Ha sido un ejercicio incansable de diálogo –explica a El Cultural el director–. Mi empeño busca desentrañar la historia que queríamos contar, encontrar los hilos invisibles que conducen la narración, generar signos asequibles para el espectador y dotar de pasión y ritmo a la hora y diez minutos que dura la función. Gracias al talento de Inma Chacón nuestro proyecto se ha convertido en un ser vivo, dinámico y cambiante”.

El deseo de mostrar la peripecia existencial de La Baltasara va más allá de una vida de éxito primero y de retiro después. Su conversión la han experimentado quienes han gozado (o sufrido) los sinsabores de la fama y la fortuna. Zaragoza ve su apuesta como un deber moral y profesional: “Hemos querido mostrar, divulgar y esclarecer para el público actual la vida y la labor de esas gentes, sobre todo la de aquellas valerosas mujeres. Queríamos remover conciencias a través de ellas, las cómicas del siglo XVII, que subían a las tablas de corrales y a las plazas a sabiendas de que eso las condenaba al ostracismo social y las privaba de entierro en Sagrado. Los conventos eran la única alternativa de jubilación. A su vez, las empujaba a la búsqueda de la libertad, de la posesión de su propio destino, de experimentar en la vida de sus personajes, lo que no les estaba permitido en sus propias vidas. El escenario era su patria”.

Inma Chacón, que ha publicado la obra en la editorial Antígona, también ha trabajado siguiendo la estela de la mujer en una época llena de obstáculos y dificultades: “Este texto quiere ser un homenaje a todas las actrices del Siglo de Oro, que tuvieron que enfrentarse a la maledicencia de los que consideraban un peligro la libertad que disfrutaban, pero también al acoso de sus admiradores y a las restricciones impuestas por las autoridades políticas y eclesiásticas. Al mismo tiempo quiere ser un tributo a las actrices de todos los tiempos”.

Con las reflexiones de los principales protagonistas de La Baltasara que podrá verse en Madrid se van descubriendo poco a poco los motivos que llevaron a Ana Martínez (también conocida como Francisca Baltasara de los Reyes) a dar la ‘espantá’ en el ya desaparecido teatro valenciano.

La historia actualizada por Chacón, Zaragoza y Martín tiene poco que ver con la pátina hagiográfica que dieron a La Baltasara Coello, Rojas Zorrilla y Vélez de Guevara en su época (publicada en 1625 en el primer volumen de Comedias nuevas de los mejores ingenios de España). Según Martín, el argumento de esta versión “se aleja de las razones divinas (que no espirituales) para acercarse a las del hombre, o, mejor dicho, a las razones de la mujer. Y tirando de ese hilo hemos encontrado tesoros. Es un canto a la mujer y a la profesión de actor. En lo personal, La Baltasara me ha llegado en un momento en el que me encuentro en plena revisión de mis valores y de la forma de relacionarme con los demás. He tomado conciencia del poder que ejerce sobre mí el teatro”.

El final de La Baltasara, pues, ya solo pertenece a la leyenda. Las campanas de Cartagena tañen por Ana Martínez, por Francisca Baltasara de los Reyes…, estrella fugaz de la compañía Heredia que pudo haberse convertido en eremita por el trato dado al oficio de comediante.

@ecolote