Image: Lluís Pasqual pone su sello en Doña Francisquita

Image: Lluís Pasqual pone su sello en Doña Francisquita

Teatro

Lluís Pasqual pone su sello en Doña Francisquita

10 mayo, 2019 02:00

Sabina Puértolas e Ismael Jordi durante un ensayo de Doña Francisquita. Foto: Javier del Real

El director barcelonés ofrece, en el Teatro de la Zarzuela, una versión de la obra de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw con partitura de Amadeo Vives. A partir del martes con un elenco juvenil y cumplidor.

Una gran noche lírica se promete este martes: se repone, en un nuevo montaje de Lluís Pasqual, con la colaboración del Liceo y la Ópera de Lausana, Doña Francisquita, perfecto modelo de zarzuela grande; un prototipo inmejorable, que es resumen y síntesis de todo un género típicamente español, autóctono, hijo directo de unas costumbres y de unos usos. Los valores propios se asentaron finalmente gracias a una lenta evolución que partió de las fiestas y comedias palaciegas de mediados y finales del XVII y, más tarde, de la llamada tonadilla escénica y formas afines. El carácter definitivo y definitorio, el que otorgó personalidad a la forma, no llegó, tras ese camino a veces tortuoso, hasta mediados del siglo XIX, representado por nombres como Soriano Fuertes y, sobre todo, Barbieri, quien, como otros colegas, supieron sintetizar las esencias de la tierra y de las tradiciones sociales con los elementos importados de Italia, que habían comenzado a penetrar en nuestro país a principios del XVII.

Si cualquier forma lírico-musical conocida requiere la unión de texto y pentagrama, la zarzuela, además de solicitar el diálogo hablado, trufado de números cantados, lo mismo que la opéra-comique o el singspiel, exige la conexión localista, la raíz de rango popular, aunque esto pueda venir matizado o estilizado incluso sutilmente -caso precisamente de Doña Francisquita-, porque se trata de un género autóctono. No han sido satisfactorios usualmente los intentos de crear una zarzuela actual; como sí han podido serlo los de traer al mundo nuevas óperas, en las que los lenguajes más de vanguardia llegan a encajar sin problemas, con la única condición de que el autor revele talento. Aun así son contadas las óperas de nuestros días que logran una asunción adecuada entre palabra y música y una coherencia narrativa.

Doña Francisquita

En 1923 subía al Teatro Apolo de Madrid esta obra impar, que había de ser una de las zarzuelas grandes más famosas y mejores, más representativas y queridas, compuesta en un momento en el que el género chico había dado prácticamente sus boqueadas y en el que el grande vivía de las rentas, aunque mostrara algunas señales de recuperación con títulos notables, aunque de estética tirando a rancia. La obra, basada en La discreta enamorada de Lope, ha estado numerosas veces ligada al Teatro de la Zarzuela, donde ahora se recupera y donde se representó cuando la sala cumplía cien años, en 1956. Una producción de José Tamayo que se hizo célebre y en la que debutó el joven Kraus.

No albergan los repartos de esta ocasión un nombre tan señero como el del tenor canario, pero no hay duda de que en ellos aparecen cantantes de valía. Jóvenes voces más que cumplidoras. El principal papel femenino se lo reparten dos muy gentiles sopranos lírico-ligeras, Sabina Puértolas, de mayor estuche y radio de acción, y Sonia de Munck, más clara de timbre, más delicada, que ya intervino hace nueve años en la producción anterior de este título. Fernando lo cantarán dos tenores asimismo lírico-ligeros de excelente escuela, Ismael Jordi, más fino y estilista (que participó también en las funciones de 2010), y José Luis Sola, más contundente y firme.

El narrador Gonzalo de Castro

Dos competentes sopranos, ocasionalmente en partes de mezzo, como Ana Ibarra y María Rodríguez, se disputan la Beltrana, que acepta estas voces asimilables a las de las históricas falcon. Ni Vicenç Esteve ni Jorge Rodríguez Norton, algo más que tenores ligeros bufos, deben tener problemas en la parte de Cardona. Como no los debe sufrir el veterano buen barítono que es Santos Ariño en el cometido de Don Matías. María José Suárez como Francisca y Antonio Torres como Lorenzo completan un reparto al que se suma el actor Gonzalo de Castro como narrador en esta versión preparada por Pasqual. El foso está en las buenas y acogedoras manos de Óliver Díaz, titular del teatro.