Nacho Sánchez e Isabel Ordaz en He nacido para verte sonreír. Foto: José Alberto Puertas

De Nacho Sánchez sabemos que es capaz de proezas interpretativas como su soldado imberbe en La piedra oscura, que debía custodiar a Rapún, el amante de Lorca. A pesar de su juventud, dio una lección de madurez y verdad interpretativa, clave en el éxito de la obra de Alberto Conejero. Pero en el Teatro de la Abadía, a partir del próximo miércoles (día 1), tendrá que afrontar un reto del que es muy difícil salir airoso para un actor: escuchar en escena, sin dar ninguna réplica verbal.



En He nacido para verte sonreír, del dramaturgo argentino Santiago Loza, encarna a un muchacho sumido en un mutismo absoluto (no se explicita si su silencio es deliberado u obedece a alguna patología congénita como el autismo). Una hora antes de que vengan a recogerlo para ingresarlo en un centro de internamiento, su madre (Isabel Ordaz) se despide de él. Es una mujer desesperada que, a lo largo de su monólogo, se esfuerza por asumir, por explicarse, una situación terrible: poner distancia definitiva entre su hijo y ella.



"El actor debe tener una intensidad y una sensibilidad enorme. Y toda la elocuencia de ese silencio, que no es pasivo sino el de alguien que supo estallar. Está herido, las palabras de la madre, cada tanto, lo van despertando. Lo traen al presente, ante nuestros ojos", explica a El Cultural Loza. Para Sánchez es una garantía contar de nuevo con Pablo Messiez (que también le dirigió en La piedra oscura) como guía para desplegar todos los tonos y matices requeridos por esta historia, que Loza escribió hace más de una década y que arraigó durante años en el off bonaerense. "No es de mis obras más populares. Hay otras con más humor y colorido. Esta tiene una carga de melancolía grande, el humor está pero es más subterráneo. Muchas personas se emocionaron y me lo hicieron saber. Supongo que a otras les irritó la exposición emocional, pero nadie salía indiferente", recuerda Loza.



Ese territorio íntimo es la especialidad de Messiez, tan asentado en nuestra cartelera. Loza, compatriota suyo con mucho tirón en Argentina pero desconocido aquí, sabe que su obra no podría tener mejor embajador: "Es un director particular, exquisito. No es alguien que sólo ponga en escena un texto. Tiene una mirada rigurosa sobre lo que cree que debe ser el teatro: un momento de vida intensa".