Pablo Messiez. Foto: UIMP

La piedra oscura ha colocado a Pablo Messiez en lo más alto de nuestra escena, conmocionada aún por su derroche de sensibilidad e inteligencia. Ahora, el director estrena en el Teatro Galileo La distancia, basada en la impactante historia de la escritora argentina Samanta Schweblin.

Como director aún disfruta del impacto que produjo en la escena española La piedra oscura, el texto de Alberto Conejero sobre la tormentosa relación entre García Lorca y Rafael Rodríguez Rapún que saltó del Teatro María Guerrero al Lliure y que volverá en septiembre a Madrid al escenario del Teatro Galileo. Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974) conquista sus creaciones con lentitud. Sus obras germinan con tiempo, sin la presión de los aniversarios o las modas. Esta falta de precipitación -nueve años dirigiendo y veinte en la escena- le ha convertido también en actor para nombres como Will Keen, Ruben Szuchmacher, Cristian Drut, Daniel Suárez, Claudia Faci y Leonor Manso y a trabajar en algunos de los más importantes proyectos de Daniel Veronese. Hasta llegar a La piedra oscura, ha firmado, entre otros montajes, Las criadas de Jean Genet (con Bárbara Lennie, Fernanda Orazi y Tomás Pozzi), Las plantas y Los brillantes empeños, obra que presentó en el Festival de Almagro de hace dos años con textos de autores del Siglo de Oro. Además, su paso firme le ha llevado a probar con la danza, en la compañía de Chevi Muraday, con la que ha colaborado en títulos como Return, Cenizas, En el desierto y El cínico. Mientras sueña con montar una zarzuela y da los últimos retoques a Todo el tiempo del mundo (nueva obra que realizará con la compañía Grumelot) estrena en el Teatro Galileo, el próximo 17 de marzo, La distancia, versión de la novela Distancia de rescate de la argentina Samanta Schweblin que cuenta con las interpretaciones de Fernando Delgado, María Morales, Estefanía de los Santos y Luz Valdenebro.



Pregunta.- ¿Ha sido complejo el proceso de adaptación ante la ambigüedad de las voces narrativas de la novela?

Respuesta.- En cada montaje que realizo tengo en cuenta la situación de presente compartido que supone el teatro. En el caso de esta novela he querido conservar esa ambigüedad, que tanto aporta al suspense de la trama. Por lo demás, hemos puesto a prueba intuiciones y descubierto en equipo su teatralidad.



P.- Todo el mundo coincide en el ambiente hipnótico del texto de Schweblin. ¿Cómo lo ha llevado a escena?

R.- La idea era entrar en la cabeza de la protagonista. Focalizar la narración y expandir sus últimos cinco minutos de vida en un recorrido mental que se extiende durante algo más de una hora. Me ha interesado especialmente no perder la delicadeza en el manejo de la intriga, en la "reconstrucción del hecho", en la búsqueda por encontrar la causa de su muerte y, sobre todo, en poder generar la inquietud que me provocó la novela al leerla.



P.- ¿Qué le llevó a pensar en Distancia de rescate como una obra para ser representada?

R.- Su potencia. El punto de partida del relato es una situación atroz de nuestros tiempos (los efectos nocivos del uso de pesticidas) pero el relato es mucho más que eso. No es un texto ‘sobre' algo. Es algo en sí mismo que genera múltiples resonancias.



P.- ¿Lo calificaría como un ejercicio de intimidad?

R.- Ver a los actores pensando en escena resulta fascinante. Ser testigo de ese silencio y de esa quietud llena de palabras no dichas y de movimiento es algo muy atractivo. Además, darle tiempo a ese pensamiento supone una invitación a pensar juntos, una situación de gran teatralidad.



P.- ¿Cree que el teatro actual necesita temas nuevos que lo hagan más cercano?

R.- Si es teatro de verdad, no puede no ser nuevo. Es una reunión. Como una fiesta. Ha de ser forzosamente nueva. Será más divertida o más aburrida pero será nueva. La preocupación por ‘lo nuevo' tiene poco que ver con el teatro.



P.- ¿Qué tecla ha tocado La piedra oscura para llegar a tener tanto éxito?

R.- Creo que la clave está en el tema del sinsentido. En el horror de haber vivido para desaparecer del todo. En la necesidad de poder quedar en el recuerdo de los demás. Son temas fascinantes y tocados de un modo muy sutil e inteligente por Alberto Conejero. Por otra parte, al ser un asunto de la historia reciente interpela de modo muy directo al público español.



P.- Tras estos veinte años de trabajo, ¿qué diagnóstico realizaría de la escena actual?

R.- No veo tanto teatro como para poder hablar con conocimiento de causa. Puedo hablar de mi experiencia y lo que veo es que es muy triste que las leyes del mercado sean las que tomen las decisiones. Salvo honrosas excepciones (como la de La Zaranda) el discurso del éxito determina contenidos y recorridos. Hay demasiado ruido y doble discurso.



P.- ¿Qué le pediría al nuevo gobierno en materia teatral?

R.- Que el teatro público sea teatro y público, que no sea una empresa, que sea un lugar de investigación, que la taquilla no decida sobre el éxito o el fracaso, que se invierta en investigación y producción...



El llamado circuito off, tal y como está ahora, es la consolidación de la precarización."

Hipocresía y mucha queja

P.- ¿Cree que es el circuito off la tabla de salvación?

R.- No, al contrario. El llamado circuito off tal y como está ahora es la consolidación de la precarización. La salvación sería una gestión pública en la que la cultura tuviera algún valor que no fuera el monetario. Se van consolidando modos de producción que lo único que hacen es sostener esa precariedad. Y eso va determinando estéticas y éticas. Se deja de reflexionar sobre el espacio, sobre el espectador, sobre el dispositivo específico para cada obra. Se deja de pensar con tal de hacer y la obra termina siendo un número más. Es la cuantificación de la calidad de la que hablaba Roland Barthes.



P.- ¿Qué recado le daría a nuestros gobernantes?

R.- Depende de a quién. A Rajoy le diría cosas muy distintas que a Manuela Carmena. No me gusta hablar en general. Son tiempos de mucha hipocresía y de mucha queja. Una combinación repugnante. Se van instalando ciertos lugares comunes de opinión que repetimos sin pensarlos demasiado, sin detenernos a pensar cuál es en realidad nuestro punto de vista o cómo nos comportamos ante lo cotidiano.



@ecolote