Teatro

Daniel Veronese

El director argentino regresa al María Guerrero con una peculiar versión de Tres hermanas

13 septiembre, 2007 02:00

La obra, con 12 actores, permite hacerse una idea del Nivel interpretativo que se estila en Buenos Aires. Foto: Soledad Ianni

En ocasiones, en la maraña de la cartelera teatral de las grandes ciudades, pasan desapercibidas, incluso para el aficionado más tenaz, obras fuera de lo común. Le ocurrió hace casi un año a Un hombre que se ahoga, que sólo se representó dos días en Madrid. El Centro Dramático Nacional recupera ahora este espectáculo dirigido por el argentino Daniel Veronese para inaugurar su temporada el próximo miércoles 19. Una versión de Las tres hermanas, de Chejov, interpretada por un elenco de actores para quitarse el sombrero.

"Intento desmitificar un poco la sensación de un teatro armado con apagones en el comienzo y final, cambios de escenografía, música en determinados lugares para que el público se emocione en esos determinados lugares, de vestuarios que el personaje viste y que el actor ama y necesita porque si no se siente desnudo", responde el autor y director Daniel Veronese a la cuestión de por qué ha hecho una obra sin escenografía, sin música, sin cambios de luz, sin transiciones de escenas; un espacio único apenas poblado por butacas de teatro, con actores vestidos con ropa de calle y de apariencia casi idéntica a la de los espectadores que presencian la obra.

Y según cuenta, todo obedece a que ,"en realidad, es en el actor en donde busco provocar algo. Quiero que piense en la posibilidad de hacer esa obra sin nada superfluo, sin nada más que el texto, su compañero para quién trabaja, y los espectadores que vienen a cerrar un círculo. Que piense que no hay demasiados lugares de donde tomarse. Que el temor y la felicidad son dos cosas que no van a faltarle nunca en un escenario. Y que luego, ese accionar sí provoque una reacción en el público pero a partir de lo sucedido entre los actores, no como una idea mía que se ve y deba discutirse fuera de la obra. No es fácil, pero intento que nadie trabaje ideas en mis obras. Se trata de ocultar y disimular que no hay luz ni vestuario, que Olga, Masha e Irina son hombres".

Cambio de sexo, reparto resuelto.
El cambio de sexo de las tres protagonistas de la obra de Chejov -interpretado aquí por los actores (Claudio da Passano, Luciano Suardi y Claudio Tolcachir) - es uno de los elementos más llamativos de Un hombre se ahoga; más que del diseño de un mecanismo dramático determinado, fue fruto de un problema de reparto: "Llamé a seis actores-actrices y les propuse trabajar en algún material de Chejov. Luego empecé a buscar obras, pero advertí en las lecturas que el grupo que había convocado a priori no entraba por edad o sexo en ninguna obra sin que tuviera que dejar a alguien afuera. Allí pensé que, quizás, cambiando el sexo de uno o dos personajes podría llegar a arreglármelas sin hacer mucho desbarajuste. Hasta que llegué a Las tres hermanas. Y advertí que cambiando el sexo a todos podía aprovechar los seis actores que tenía. Lógicamente tuve que buscar a otros tantos pero eso me facilitó las cosas. Así que podríamos decir que fue producto de una falla de producción o de casting". El resultado ha sido un poblado elenco de actores, una docena, en el que muchos, y a pesar de su juventud, dan una idea del nivel interpretativo de la profesión de Buenos Aires.

Quizá también a cómo se han gestado los ensayos se deba el tono cinematográfico que respira la obra, y que recuerda a la película de Louis Malle Tio Vania en la calle 42. "Todos los actores estábamos entusiasmados de empezar el proyecto y cuando nos encontramos en mi estudio con las agendas abiertas para ver horarios, no encontrábamos una hora en la que coincidiéramos. Fue muy frustrante ese momento. Terminé por poner horarios en los que podía asistir la mayoría de los doce. Aclaro que la mayoría podía llegar a ser siete u ocho en el mejor de los casos. Pero creo que en cada ensayo era gratificante el avance con respecto a lo que veníamos trabajando, por eso no abandoné el proyecto. Lo gracioso es que de acuerdo a la gente que venía organizaba ese día el ensayo. Ensayaba escenas del medio o del final sin haber pasado por las anteriores". Un método, también más propio del cine que del teatro, que ha sido para Veronese "una experiencia recomendable, pasar livianos por partes de la obra y ver luego como se resuelven. El poder unir el resultado de escenas ensayadas separadamente era una experiencia motivadora".

Segundo Chejov de Veronese.
Un hombre que se ahoga es el segundo Chejov que el director lleva a escena después de Tío Vania. Su paso por Madrid hace una año coincidió con la representación de la misma obra que el ruso Fomenko presentó en el Festival de Otoño. Dos ejemplos alejados en su estilo, pero acertadísimos en su tono, pues los dos captan el universo chejoviano tan difícil de interpretar. Para Veronese, el riesgo de Chejov es "no poder manejarse con toda la carga que conlleva. Su mundo es tremendamente generoso cuando lo penetramos sin escuchar ni hacer demasiado caso a lo que se sabe de antemano. Nos regala una sabiduría que no sabíamos que estaba en ese estado, la intuíamos pero su verdadera dimensión no la conocíamos, ni la conoce quien no se adentró".

Tras su paso por el CDN el pasado año con Mujeres soñaron caballos, este fundador del mítico grupo Periférico de Objetos recala de nuevo en la institución para mostrar que, podrá gustar más o menos, pero es dueño de un estilo teatral que busca la "verdad" en las acciones de sus actores. Es por ello que en esta pieza, éstos nunca abandonan la escena, siguen presentes aún cuando nada tienen que decir, mostrándose al público con sus caras hinchadas, sus ojos llorosos..., fruto de la escena previa que acaban de protagonizar, y recuperándose para la próxima acometida.