Rubén Ochandiano en Tartufo. Foto: Geraldine Leloutre

Cuarto espectáculo de José Goméz-Friha tras La hostería de la posta, Los desvaríos del veraneo (de Goldoni) y La isla de los esclavos (de Miravaux). El Tartufo que llega el 17 de noviembre al Teatro Fernán Gómez rastrea, según Pedro Víllora, autor de la versión, "los inicios del capitalismo salvaje y una corriente de corrupción que lo acompaña". Con Rubén Ochandiano en el papel protagonista, Gómez-Friha ha tratado este Tartufo como a un perverso narcisista y, eso, según Víllora, nos lo encontramos en todos los órdenes de la vida: "Son los que desplazan sus frustraciones sobre los demás, utilizando a terceros para ejecutar sus fines, aparentando rectitud y quebrando la voluntad y sensatez de sus víctimas".



Por encima de la condición de falso devoto otorgado por Molière, Víllora ha tenido en cuenta la lectura política que Marsillach y Llovet realizaron en 1969 gracias a las conversaciones con el autor de Yo me bajo en la próxima ¿y usted?. "Aquí -explica- no se trata de un problema de devoción religiosa sino de ambición y destrucción del bien ajeno. El teatro clasicista francés tiene algo de moralizante en sus fines al estar obligados sus autores a ensalzar la religión, la monarquía y el Estado".



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