Leonard Cohen

But you'll be hearing from me baby

long after I'm gone

I'll be speaking to you sweetly from a window

in the Tower of Song



LEONARD COHEN



Robert Altman solo realizó un western a lo largo de su prolífica carrera, Los vividores (McCabe & Mrs Millar, 1971), protagonizado por las grandes estrellas del momento Warren Beatty y Julie Christie. Era un western atípico, de paisajes nevados y embarrados, un drama en un poblado naciente, en el que un jugador y una prostituta se disputan el poder y el corazón; una película en busca de la inmediatez documental, de la desesperación física de los actores, arrastrados por la ambición y entregados al opio y el aburrimiento. Si existe una película esencialmente triste y melancólica, se trata de Los vividores, una verdadera elegía a los muertos. Para su apabullante desolación atmosférica, Robert Altman no pudo elegir mejor su banda sonora: la voz herida de Leonard Cohen.



No se escucha ningún score instrumental en el filme, ninguna composición de violines. Altman decidió emplear exclusivamente tres canciones del músico de Montreal (quien por entonces había editado tres álbumes: Songs of Leonard Cohen, Songs from a Room y Songs of Love and Hate), cuyos lastimeros compases se acoplaban orgánicamente a la naturaleza melancólica del filme, introduciendo además el contrapunto argumental de la película. Los temas The Stranger Song, Sisters of Mercy y Winter Lady proporcionaban una banda sonora tan informal y cruda como las imágenes de la película, considerada a día de hoy una de las grandes conquistas creativas de Robert Altman y emblema del Nuevo Hollywood. Años después, Sam Peckinpah también concedió tanto protagonismo a la música folk de su tiempo en un western, en la elegía Pat & Garret y Billy the Kid (1973) que musicalizó Bob Dylan.



Pero este debut de Leonard Cohen en la pantalla grande ha sido en verdad su única aportación valiosa al arte cinematográfico, con el que no ha mantenido una relación muy estrecha. Sus temas, sí, se han escuchado de manera incidental en numerosos filmes, en ocasiones con un significado que trascendía las imágenes -Fata Morgana, La ley del más fuerte, Asesinos natos, Rompiendo las olas, Shrek, Watchmen...-, sobre todo Suzanne y Halleujah, pero a diferencia de muchos de sus colegas y coetáneos (de Bob Dylan a Neil Young, pasando Robbie Robertson o Mick Jagger) nunca ha tenido una participación activa en la creación cinematográfica. Werner Herzog acompañó con otros tres temas interpretados y escritos por Cohen -Hey, That's No Way to Say Goodbye, Suzanne y So Long Marianne- las bellas, indescifrables imágenes de Fata Morgana (1971), quizá su película más impenetrable, rodada en el desierto del Sahara, que en su origen iba a ser una película de ciencia-ficción para acabar convirtiéndose en un objeto extraño -¿documental?, ¿video musical?, ¿filme religioso?-.







A falta de un biopic -aunque los estudios ya estarán disputándose los derechos-, la prácticamente desconocida película Kiss the Sky (1988), dirigida por Roger Young, es lo más cercano a su biografía fílmica junto a la adaptación de su novela The Favourite Game, dirigida por Bernar Hébert en 2003. El doloroso abandono de la familia para perseguir su alma, la fuga a un monasterio en los montes, la búsqueda adolsecente en las drogas, el sexo y la espiritualidad, hombres y mujeres peleando por el amor con ocho temas de Cohen como banda sonora hacen rimar las historias de Kiss the Sky con el trayecto existencial del poeta. Antes había escrito la fantasía musical Night Magic (1985) junto a su director, Lewis Furey, una película inmediatamente olvidada, tanto como Other Tongues (1984, Derek May), otro filme que emerge como prueba empírica de que su música (en verdad, cualquier música) podía ser cinematográfica como apoyo, pero nunca como sustento dramático. No en vano, lo había intentado ya en el corto casi conceptual de 25 minutos I Am A Hotel (1983), que él mismo escribió e interpretó, un hombre cantando cinco temas para una película en la que no hay más palabras que los versos de las canciones, basada en las reminiscencias de diversos húespedes de un hotel, entre los que Cohen es uno de ellos.



En todo caso, el autor de The Future -cuyos sonidos apocalípticos definen una película como Asesinos natos (1994), en la que Oliver Stone entendió que el futuro pasaba por el espectáculo de la volencia- enarboló el arte cinematográfico para romper su silencio tras su largo retiro budista, dispuesto a volver a los escenarios para recuperar lo que los despachos de abogados le habían robado con vileza. Fue así como surgió en el año 2005 el proyecto Leonard Cohen: I'm Your Man, un atractivo documental dirigido por Lian Lunson, basado en una serie de interpretaciones tributarias al cantautor canadiense y con la inclusión de declaraciones del propio Cohen. La estructura del filme -interpretaciones y entrevistas- no se aleja demasiado de la que empleara Martin Scorsese para filmar el concierto despedida de The Band en la imprescindible El úlitmo vals (1978), pero los resultados son radicalmente distintos.







Es I'm Your Man una película para recuperar hoy desde la hagiografía perpetua, un homenaje superlativo a partir del concierto-homenaje Came so far for beauty producido por Hall Willner, que tuvo lugar en Sydney y que contó con el concurso de intérpretes como Nick Cave, U2, Teddy Thompson, Jarvis Cocker, etc. Todos ellos también rinden pleitesía al maestro. Los distintos partisanos de Cohen ofrecen una variada selección de la discografía del canadiense, entre la que destacan las interpretaciones de Anthony (If It Be Your Will sonando como una conmovedora plegaria), Rufus Wainwright (Chelsea Hotel 2) o Beth Orton (Sisters of Mercy). Cierto es que años antes una película de Armelle Brusq mostró la rutina diaria del poeta y cantante en el Centro Zen del Monte Baldy, pero Leonard Cohen: Printemps 96 (1997) apenas tuvo repercusión. Sería interesante recuperar de algún modo las imágenes de aquella primavera en la vida del músico retirado, aunque el documental le mostraba también en estudios de grabación y entrevistado en su oficina de Los Angeles.



Leonard Cohen nunca fue actor ni quiso serlo -en sus inicios apenas tuvo un papel secundario, prácticamente interpretándose a sí mismo, en el thriller criminal Ernie (1967), de Don Owen-, y como todo músico, sus mejores interpretaciones han quedado embalsamadas en conciertos filmados. El metraje a este respecto es innumerable, pero cabe destacar: Leonard Cohen: Live at the isle of Wight 1970 (2009), Live in London (2009), Rockpop Special (1979, Alemania), Live in San Sebastián (1988) o el Austin City Limits (1993). La semana que viene se estrenará en cines Omega y el 26 de noviembre ya se podrá adquirir en DVD el documental que narra la génesis y creación del rompedor disco con el que Enrique Morente y Largartija Nick fusionaron el flamenco con la poesía de Lorca y de Cohen. El propio autor de las canciones de amor y odio participa en el documental dando testimonio. Serán las últimas palabras del genio que alcanzan la gran pantalla. Aunque él mismo lo cantó en una de sus composiciones más inspiradas: "Seguirás escuchándome, nena, mucho tiempo después de haberme ido. Te hablaré dulcemente desde mi ventana en la Torre de la Canción".