Roberto Enríquez y Aitana Sánchez-Gijón en un ensayo de La rosa tatuada, dirigida por Carme Portaceli

Después de pasar por el escenario de La Abadía madrileña con Sólo son mujeres (una dura muestra del sufrimiento de la mujer durante la Guerra Civil), la directora valenciana Carme Portaceli estrena este viernes, 29, en el Teatro María Guerrero, La rosa tatuada en versión de Vicente Molina Foix. El texto de Tennessee Williams, protagonizado, entre otros actores, por Aitana Sánchez-Gijón -recientemente reconocida con el X Premio Valle-Inclán de Teatro-, Jordi Collet, Roberto Enríquez, David Fernández ‘Fabu' y Gabriela Flores, nos narra la peripecia existencial de una mujer que ha perdido a su marido y que decide sumergirse en el más profundo de los hermetismos. Las convenciones, las normas impuestas, la hipocresía, el sexo, la muerte, la felicidad, la pasión, la sociedad decadente, la falta de horizontes o la moral son algunas de las cuestiones que el autor de Un tranvía llamado deseo y El zoo de cristal plantea a través de sus atormentados e incomprendidos personajes. En sus propias palabras, nos encontramos ante "una plegaria por todos los corazones salvajes que viven encerrados en jaulas".



"Son gente normal -explica Portaceli, que es la primera vez que profundiza en una obra del autor estadounidense-, con las contradicciones que tenemos todos debido a la sociedad en la que vivimos. Lo que está claro es que Williams no escribe obras convencionales".



Para Portaceli, sus obras forman parte indisoluble de nuestra cultura gracias a sus múltiples adaptaciones: "Las hemos visto en el cine, incluso cientos de veces en televisión. Son producciones magníficas, con fantásticos actores [La rosa tatuada fue protagonizada por Anna Magnani y Burt Lancaster en 1955 bajo la dirección de Daniel Man], pero por mucho que las había leído y visto no había entrado en su esencia hasta ahora". Una de las características que la directora ha intentado resaltar en su puesta en escena es el ambiente mágico, que se refleja en palabras como las de Assunta/Gabriela Flores: "Hay algo revuelto en el aire, no hay viento pero todo se mueve. Puedo oír el ruido de las estrellas". Sensaciones que quedan rematadas cuando Serafina/Aitana Sánchez-Gijón cuenta cómo siente punzadas en el pecho, cómo ve la rosa tatuada de su marido y cómo se da cuenta en ese momento de que ha concebido a su hijo. Para Portaceli, una de las cosas más intensas de la vida es que puede cambiar en un segundo, para bien y para mal: "Esto es lo que le pasa a la protagonista. Serafina parece que se ha negado a vivir pero no puede sustraerse a la fuerza de los acontecimientos. Quizá su mente sí, pero no su cuerpo". Tennessee Williams lo experimentó en su propia piel. Por eso elevó esta plegaria escénica a todos esos corazones salvajes.



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