Teatro

Del arte de besar y de sus emanaciones

El Galileo de Madrid presenta "Beso a Beso", de Paloma Pedrero

16 noviembre, 2006 01:00

un momento de la obra Beso a beso

Paloma Pedrero presenta hoy en Madrid Beso a beso, un mosaico de pequeñas piezas que cuentan con humor y erotismo cómo fue el primer beso de cinco mujeres de generaciones distintas. Dirigida por Elena Cánovas, está protagonizada por Jesús Blanco, Rocío Calvo, Ana Chávarri, Gemma Pascual, Carlos Pulido y Chema Rodríguez.

Una vez presencié una amarga disputa entre dos mujeres que se habían amado. Era sobre besos, que encubren siempre, o desvelan, otra realidad más allá del gesto y la saliva. Los besos, como se desprende de esta obra de Paloma Pedrero, Beso a Beso, pueden ser un rito iniciático a la sexualidad o la consumación tórrida y luminosa de la misma: anuncio, preparación o éxtasis. Decía una de aquellas mujeres que se habían amado, sombría metáfora del dolor: "hay besos que dejan llagas y agujeros en la piel". Era la queja de una traición, de un beso maldito, el beso de Judas; besar sin amor o pensando en otra. No había otra posibilidad de juego, ni siquiera de frivolidad o encantamiento pasajero. Ignoro cómo concluyó la historia de aquellas mujeres que se habían amado; si su boca o su piel acabó en úlcera y socavón o si recuperaron el sentido jubiloso del beso. En cualquier caso, los besos que propone Paloma Pedrero en su última obra quieren "meternos mariposas en el cuerpo"; besos que elevan a categoría de gloriosa sexualidad la leve anécdota de un ferviente juego. Jóvenes intérpretess (Jesús Blanco, Rocío Calvo, Ana Chávarri, Gemma Pascual, Carlos Pulido y Chema Rodríguez) bajo el mando de una directora, Elena Cánovas, son los encargados de pastorear ese enjambre de mariposas que aceleran los pulsos de la vida y desencuadernan el cauce de la sangre.

Teología del ósculo
Hace tiempo leí un artículo de Paloma Pedrero sobre el beso; cada beso tiene una intención y un significado, es una proclama para quien la quiera entender. Cada beso tiene un sentido concreto: afecto, pasión, deseo, desdén o indiferencia protocolaria. Un beso delimita el campo emocional donde el ser humano se mueve; y puede, naturalmente, dejar un negro agujero en la piel indefensa, en la boca trémula o en otros lugares más sagrados y recónditos. O puede ser la brisa en que aletean las mariposas de colores de Paloma Pedrero. De aquel artículo puede que naciera la serie de narraciones, experiencias primerizas del arte de besar, que han dado lugar a una obra de teatro. Ignoro si Beso a beso logra transmitir a la gente esa teología del ósculo liberador. Y lo ignoro porque de los textos de Pedrero no se desprende demasiada confianza en la humanidad.

El teatro de Paloma Pedrero es un teatro duro que bebe, sin complejos, en la capacidad depredadora del ser humano, en su enorme soledad. Sus personajes están atormentados no sólo por ese factor humano y canalla que nos domina a veces, sino por el encanallamiento de una moral caníbal. La pasada temporada se repuso El color de agosto, sobre el triunfo y el fracaso de dos mujeres que fueron amigas; es una de sus mejores obras, pero no la única. Con parecido o superior rango está La llamada de Lauren, acerca de la incierta identidad sexual; y Cachorros de negro mirar, en torno a la violencia de las bandas neofascistas. Podría citar otras obras como En el túnel un pájaro, Noches de amor efímero, Una estrella...O, mismamente, Besos de lobo, que ya en su título anuncia un mundo poco idílico y complaciente. El teatro de Pedrero es un mundo de desgarramientos que ni siquiera la posible plenitud del amor o del placer logra redimir. La propuesta, en cierta medida bucólica, de Beso a beso es quizá la última oportunidad que Pedrero le concede a un mundo implacable e impiadoso: el primer beso.

Un teatro más narrativo

Pedrero estrenó hace veinte años La llamada de Lauren y desde entonces ha venido escribiendo una obra por año. Su teatro ha sido premiado en diversas ocasiones (Tirso de Molina 1987), traducido a varios idiomas y se ha representado en numerosos países. En Beso a beso perseguía "hacer un teatro más narrativo, más en primera persona".