Image: El enfermizo amor de Dylan

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El enfermizo amor de Dylan

Los caminos de Dylan y Sinatra vuelven a cruzarse en su nuevo disco Shadows in the Night, en el que el cantautor recupera 10 títulos del cancionerio tradicional americano

3 febrero, 2015 01:00

Dos años y medio antes de que Frank Sinatra muriera, el 19 de noviembre de 1995, en el llamado 80th Anniversary Concert del Shrine Auditorium de Los Ángeles, uno de los invitados estrella era Bob Dylan. Solo interpretó una canción y no era de Sinatra: Restless Farewell [Inquieta despedida]. Era la primera vez en 35 años que el genio de Duluth tocaba en directo este tema escogido de su propio cancionero. Un tema inspirado en la balada irlandesa The Parting Glass, y que cerraba el mítico álbum The Times They Are-A-Changin' (1964) como si fuera un brindis de despedida: "Así que resistiré / Y seguiré siendo quien soy / Y diré adiós y me importará un cuerno". Nadie se acordaba de él, era considerado un tema menor, de juventud, pero la (re)interpretación que hizo el Dylan de 54 años en presencia de Sinatra, la resucitó y propulsó a otro nivel. Sus versos adquirieron nuevos significados. "Happy Birthday, Mr. Frank!", fue todo lo que dijo antes de abandonar el escenario. Dylan no volvería a interpretar Restless Farewell en un escenario hasta mayo de 1998, una semana después de que Sinatra falleciera de un ataque al corazón. No ha vuelto a hacerlo.

Los caminos de Dylan y Sinatra (nombres con cuyas ramificaciones podría contarse y cantarse la música popular americana del último siglo) han vuelto a cruzarse. Shadows in the Night es la evidencia mercurial de una combinacion que hubiera roto toda lógica cultural en los años sesenta, pero que medio siglo después parece completamente natural. Cuando Dylan hizo tábula rasa con la música precedente, desplazó la pureza y sonoridad de La Voz en el imaginario cultural americano por otra clase de voz, hecha "de arena y pegamento" (Bowie dixit), acaso más acorde con los tiempos rotos. Pero el gesto de editar en 2015 un álbum de versiones del cancionerio tradicional americano, todas ellas previamente interpretadas por Sinatra en algún momento, no tiene por objeto emparejar mitos y leyendas. "¿Comparame con Frank Sinatra? Debe estar bromeando -le dice Dylan al periodista Robert Love en su primera entrevista en tres años-. En llegar a tocarle, nadie le alcanza. Ni yo ni nadie".

En un típico ademán dylaniano de provocación y desconcierto (pero de gran coherencia estratégica), Dylan ha concedido la entrevista exclusiva a la revista norteamericana para jubilados AARP, como si con esa extraña decisión explicara que quiere dirigirse específicamente con su 36 álbum oficial al lector / oyente de la tercera edad. Es decir, a una suerte de sensibilidad musical en vías de extinción. Lo cierto es que la lógica (a pesar de la provocación y desconcierto) de Shadows in the Night es impepinable. El disco de diez temas (un decálogo sentimental) no deja de ser el penúltimo movimiento del Dylan arqueólogo y restaurador, el que ha desempolvado hace apenas unos meses sus viejas canciones del sótano, eslabones eminentes de una tradición a la que viene entregando su erudición y sensibilidad desde hace dos décadas, al frente de una cruzada que arrancó con el binomio folk de temas tradicionales Good as I Been to You (1992) y World Gone Wrong (1993).

El juego de palabras es intraducible. En el argot musical anglosajón, versionar un tema es hacer un cover, que también significa "cubrir, enterrar". Dylan dice que las temas de Shadows in the Night no son covers, sino que más bien lo que ha hecho es uncover ("desenterrar") canciones que considera que nunca alcanzaron la popularidad que merecen. Temas que han sido destruidos una y otra vez por quienes han pretendido rescatarlos. Temas con los que Dylan se sentía en deuda porque la microhistoria cultural de su país también estaba en deuda con ellos. Podemos llamarlos standards del cancionero americano, viejos clásicos, pero interpretados por Bob Dylan y su actual banda -Tony Garnier, Stu Kimball, Donnie Herron, Charlie Sexton y George Receli-, los 34 minutos del álbum suenan con la cruda y precisa emoción de los últimos trabajos del legendario poeta y músico. Un trabajo de restauración que apunta a la emoción esencial de los temas, en los que el sonido jazzístico de una Big Band da paso a los efluvios country (hay mucha steel guitar) y a la intimidad de un grupo de cinco músicos, sin piano ni mezclas y una base de percusión mínima. Grabaron los temas en el mismo orden en que se editan en el álbum y en ocasiones en apenas dos tomas.

El entrevistador le pregunta cuál es la mejor de sus composiciones sobre desamores y pérdidas. "Creo que Love Sick", responde Bob Dylan. [Algunos nos quedaríamos antes con algunas de las dolorosas plegarias de Blood on the Tracks (1974), aquel disco que compuso en el torbellino de la separación de su mujer Sara Lownds, pero el escalofrío tenebrista que se adueña de Love Sick es de los que nunca se desvanece. De hecho podemos escuchar hasta la eternidad el álbum que abre, Time Out of Mind (1997), y nunca cansarnos de hacerlo]. El caso es que todas las canciones de Shadows in the Night suenan como lamentos de desamor, como los aullidos de un amor enfermizo. La cálida desesperanza de I'm a Fool to Want You nos da la medida del álbum: canciones de amantes perdidos, de sentimientos irrecuperables, de años que se perdieron en el recuerdo, de aislamientos y esperanzas inmarchitables.

El resultado puede recordarnos otros discos-tributo clásicos de la discografía americana, de Chet Baker, de Jimmy Scott, de Willie Nelson, pero en verdad Shadows in the Night no es tanto un tributo per se a Frank Sinatra como una mascarada más de Dylan para autorretratarse -como hizo en Self Portrait (1970), álbum de covers- con la música y las letras de otros. Es como una fantasmal resurrección de composiciones lentas, baladas dolorosas, la mayoría oscuras, escritas por autores como Irving Berlin, Matt Dennis, Tom Adair, Cy Coleman, Rodgers & Hammerstein, Haven Gillespie, Beaslwyh Smith, etc. Cabe incluso una descorazonadora versión del Autumn Leaves de Jacques Prévert, con toda su nostalgia incorporada. Acaso el tema más reconocible sea That Lucky Old Sun, que cierra el álbum con un eco de vientos fúnebre.