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Desde su debut en 2007 con Il trovatore en el Teatro Real, donde es principal director invitado, la presencia de Nicola Luisotti (Viareggio, Italia, 1961) se ha convertido en marca de la casa: pocos revitalizan a Verdi como él.

Formado en La Scala como repetidor y asistente de directores como Lorin Maazel y Riccardo Muti, acaba de ser elegido para dirigir Turandot en el centenario del prestigioso teatro milanés, escenario de leyendas como Toscanini o Maria Callas.

De las catorce obras que ha dirigido en Madrid, ocho han sido de Verdi. Ahora incorpora a esa lista un nuevo título, Otello, con el que inaugura la temporada del Teatro Real este viernes 19.

Con libreto de Arrigo Boito y basada en una tragedia de William Shakespeare, la ópera llega al coliseo madrileño en la ya conocida producción de David Alden, con Brian Jagde, Asmik Grigorian, Jorge de León y Maria Agresta encabezando el reparto.

Media hora antes del ensayo, y tras apurar su innegociable café napolitano, Luisotti conversa en su camerino con El Cultural sobre la ópera con la que Verdi atajó hacia el siglo XX.

Pregunta. Conoce bien Madrid. ¿Qué le gusta de la ciudad? ¿Se imagina viviendo aquí?

Respuesta. Sí, ya lo hago. El año pasado incluso voté en las elecciones al Parlamento Europeo. Aunque también conservo una casa en la Toscana. He vivido nueve años en San Francisco, dos en Nueva York, otra vez en San Francisco y ahora en Madrid. Soy un italiano residente en el extranjero.

P. ¿Cómo ha visto cambiar el Real estos años aquí?

R. Ha evolucionado. Cada año intenta renovarse, y algunas producciones gustan más que otras. Pero es un faro cultural, no solo para España, sino también para el mundo.

P. Se dedica sobre todo a Verdi. ¿No le gustaría dirigir otros títulos?

R. Sí. En EE. UU. dirigí Wagner, Strauss, Bizet… Pero en Europa la lírica se hace por sectores, y aunque me gustaría dirigir otras óperas, de Mozart, por ejemplo, creo que Matabosch [director artístico del Real] tiene sus razones para animarme a ceñirme a mi repertorio. Cada uno nace para algo. Yo, para Verdi, Puccini y el repertorio italiano.

P. ¿Cómo percibe al público madrileño? ¿Nota algo especial?

R. Que conoce la ópera. Salvo en alguna aria muy famosa, procura esperar hasta el final para demostrar que aprecia el trabajo. Aunque la música, para mí, no es trabajo. Mi padre, que era carpintero, se levantaba a las cinco y media de la mañana para mantener a una familia de siete personas. Eso era trabajar.

"Puedes dudar de si Dios existe o no. Pero de la música, no"

P. Seguro que hay alguna conexión entre lo que hacía su padre y lo que hace usted.

R. ¡La batuta! —ríe—. La música no es un trabajo: te llama. Es una vocación, como ser cura, solo que cuando tienes cinco o seis años no quieres ser músico, solo quieres tocar. Escuchando el sonido del órgano en la iglesia, te parece que Dios habla contigo. Por eso creo que no se puede dejar la música. Puedes dudar de si Dios existe o no. Pero de la música, no.

P. Abre esta temporada con Otello y cierra con Il trovatore, que ya dirigió en la temporada 2006/07. ¿Qué hace únicas las óperas de Verdi?

R. No lo sé. Verdi es único porque entendió cómo hacer ópera, y eso que al principio no sabía cómo. Desde Nabucco a Otello hay una evolución increíble.

P. Él compone esta ópera diez años después de jubilarse. ¿Sabe que está inaugurando un nuevo lenguaje?

R. No lo sabe. Por eso el editor, Giulio Ricordi, insistió en que fuese Arrigo Boito el que escribiera el libreto. Boito representaba la novedad en el mundo cultural italiano. Un escritor capaz de llevar el Fausto de Goethe a la ópera con veintiséis años solo puede ser genial. Verdi lo sabía y lo temía. Junto a él, adquiere una nueva energía compositiva: con Otello cambia el estilo. Y con Falstaff vuelve a cambiarlo de nuevo.

P. Con usted los músicos tampoco se relajan…

R. Porque es la música la que me usa. Llego al ensayo, me coloco al frente y me olvido de todo. Es como el opio: soy adicto a la música. En el fondo, todos los músicos lo somos.

Nicola Luisotti dirigiendo a la orquesta del Teatro Real. Foto: Javier del Real

P. Pese a no hablar inglés, Verdi atesoraba una edición de las obras completas de Shakespeare. Proponerle partir de él fue jugar la carta acertada, ¿no?

R. Puede ser. A Verdi le encantaba Shakespeare, lo vemos con Macbeth, que no funcionó. La segunda versión fue mucho mejor. Aun así, y aunque estoy enamorado del texto de Shakespeare, pienso que transformar un drama así en una obra lírica es imposible. Lo mismo ocurre con los libretos de Otello o Falstaff: no tienen nada que ver con el texto del que parten. Pero, eso sí: no se podía hacer mejor.

"Verdi es único porque entendió cómo hacer ópera, y eso que al principio no sabía. De Nabucco a Otello hay una evolución increíble"

P. Inicialmente esta ópera se iba a llamar Iago. ¿Sigue latiendo esa idea en el libreto y en la música?

R. Sí. Tanto en el drama de Shakespeare como en la ópera, Iago es quien escribe la historia, quiere tu complicidad. Es el único personaje que te habla directamente. Su problema es filosófico: si Dios existe y nos ha creado a su imagen y semejanza, entonces el mal es mejor, porque la gente finge ser buena. "E poi? La morte è il nulla. È vecchia fola il Ciel". Al final, nulla. Es un mensaje poderoso.

P. Y luego está el Ave María.

R. Solo una persona que no sea creyente puede escribir un Ave María así. Quien cree, ya ha encontrado a Dios; quien no, busca algo más allá de su miseria y no sabe dónde hallarlo. Si existe Dios, no está en lo alto de los cielos. Una pequeña parte está en cada uno de nosotros.

P. Shakespeare utiliza el racismo como motor de la tragedia, mientras que Boito y Verdi se centran en la inseguridad de Otello. ¿Cómo lee esa reinterpretación?

R. Shakespeare habla de las manos blancas de Desdémona, de su pureza frente a Otello, un marroquí de ojos verdes. Pero Iago no es así por racismo. Son celos. Piensa que Otello se ha acostado con su mujer. Lo dice dos veces en el drama. "Guardatevi dalla gelosia, mio signore. È un mostro dagli occhi verdi che dileggia la carne di cui si nutre".

P. La puesta en escena presenta una sociedad encerrada en sí misma. ¿Hay paralelismos con la actualidad?

R. Las óperas del pasado siempre son actuales. Otello mata a Desdémona como hoy miles de hombres matan a sus mujeres. Por sospecha o por certeza, tanto da. ¿Por qué pegarte o matarte? Si has elegido a otra persona, así es la vida. Y si de verdad te quiero, te dejo ir.