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Uno de los principales reclamos de la actual Quincena Musical Donostiarra (Musika Hamabostaldia) es sin duda la visita de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, conjunto de extraordinaria solera y antigüedad, de la mano de quien es su titular desde hace ocho años, el letón Andris Nelsons (Riga, 1978).

Darán dos conciertos muy significativos (28 y 29 de agosto) en el Auditorio Kursaal con dos programas la mar de atractivos: Cantus in memorian de Britten de Arvo Pärt, Concierto para violín de Dvorák y Sinfonía nº 2 de Sibelius, por un lado, y Sinfonía nº 5, de "La Reforma", de Mendelssohn y Requiem alemán de Brahms, con Julia Kleiter, soprano, y Christian Gerhaher, barítono, por otro.

Para el Concierto de Dvorák estaba anunciada Hilary Han, que ha debido de suspender sus actuaciones a causa de una persistente lesión. Su lugar lo ocupará Isabelle Faust, de sonido más lleno y cálido y de técnica también irreprochable.

Gustará ver de nuevo las agitadas evoluciones del maestro, que muestra siempre temperamento, criterio musical y soltura en la tarima, con resultados positivos y efectividad. La batuta es variada y sugerente y se agita en todos los planos, dando continuas indicaciones.

Sabe desarrollar un discurso coherente fraseando con intención, a veces buscando efectos discutibles por su ampulosidad y por su tendencia a ralentizar los tempi. Es amigo, en efecto, de elongaciones que a veces restan naturalidad a la expresión y proponen un discurso un tanto artificioso, aunque siempre se mantenga la limpieza a la exposición.

Está claro que, por espíritu y querencia, se le puede considerar inmerso en la acrisolada tradición germana y que sirve, por su cultura y manera de ver la música, una forma de hacer heredada de las antiguas y en algún caso pioneras batutas wagnerianas, a las que respeta y sigue desde sus propios presupuestos analíticos e interpretativos.

Ligado a la filosofía furtwangleriana, el director circula por caminos de honda penetración, sondeando precipicios y ascendiendo a cumbres arriscadas, imbuido ya de un lenguaje y un modo de proceder respecto a los diversos parámetros que configuran las partituras de la gran tradición.

"El director no toca ningún instrumento, sino que son los músicos de la orquesta los que están tocando, así que, si no les gustas, te van a ignorar". Andris Nelsons

No niega Nelsons la influencia que siempre ejerció sobre él su compatriota Mariss Jansons (1943-2019), de quien siempre se hizo lenguas. Recordemos lo que manifestaba al respecto hace unos años: "Me enseñó que es muy importante saber la atmósfera que quieres crear con la música. No se trata sólo de tempo y dinámica, eso es secundario, lo más importante es lo que das a entender. Otra cosa que me enseñó es la gran disciplina que hay que tener antes de los ensayos, la preparación. Y el respeto a los músicos".

Y añadía: "También me enseñó que la dirección de orquesta tiene mucho que ver con la psicología: el director no toca ningún instrumento, sino que son los músicos de la orquesta los que están tocando, así que si no les gustas, ya puedes hacer lo que quieras que te van a ignorar, da igual lo famoso que seas. Si no encuentras esa química y la comunicación no fluye, estás perdido, no te van a seguir".

Porque Nelsons, en efecto, parece buscar con denuedo siempre esa química, esa unión hipostática. Y lo hace con calor, convicción y apasionamiento. Por eso será de lo más interesante ver de qué manera puede sondear las estructuras polifónicas y la efusión que dan vida al maravilloso Requiem brahmsiano; o de qué forma se extasía ante la sigilosa partirtura de Pärt; o cómo despliega la admirable y espectacular configuración sinfónica de la Segunda de Sibelius al tiempo que calibra los planos y modula los efectos populares del Concierto de Dvorák o trabaja el transparente y peculiar romanticismo de la Sinfonía mendelssohniana.