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Bad Bunny puso fin a su histórica gira No me quiero ir de aquí en San Juan el pasado 14 de septiembre, reivindicando que él se va a quedar en su casa, que sean los demás los que se muevan.

Por sus 30 conciertos en la capital puertorriqueña han desfilado más de 250.000 personas de distintos lugares del mundo —Australia, Japón y muchas de España— convirtiéndose en un evento canónico para la promoción de la isla, que ha inyectado cerca de 700 millones de dólares a la economía local, según un estudio de la consultora Gaither International.

De ahí que la residencia puertorriqueña del rapero, que aterrizará en Barcelona en mayo con dos conciertos y nada menos que 16 shows consecutivos en Madrid para presentar su álbum Debí Tirar Más Fotos, haya reavivado el debate sobre el turismo musical, tal y como lo hizo Taylor Swift en 2024.

"Al aterrizar en San Juan con Iberia, pusieron una canción de Bad Bunny en el avión", cuenta Mónica (27 años), una de las muchas viajeras españolas anónimas, entre tanta cara conocida (Penélope Cruz, Javier Bardem, Paco León, Lola Índigo o Quevedo), que han peregrinado a Puerto Rico este verano para ver al artista.

¿Por qué cruzar el charco para ver a Bad Bunny cuando está a punto de recorrer toda Europa y Latinoamérica? Para Mónica, estar en "casa" del artista y rodeado de su gente fue la manera perfecta de vivir la experiencia al 100% y una oportunidad para conocer de primera mano el país.

El artista puertorriqueño Bad Bunny durante su último concierto en el Coliseo de Puerto Rico. Foto: EFE/Thais Llorca

"Para muchos puertorriqueños este álbum ha sido una forma de sentirse escuchados donde no se presta atención a sus luchas políticas y sociales. Este concierto en Puerto Rico fue algo muy especial, un momento de orgullo y de reivindicación que solo he podido descubrir al estar allí. No creo que se viva ese sentimiento en España porque la gente de aquí no conocemos el contexto completo de sus letras", asegura a El Cultural.

Canciones como Lo que le pasó a Hawaii o La mudanza se alejan del puro disfrute reggaetonero acercándose al fraseo contestatario y político, donde Bad Bunny defiende las raíces puertorriqueñas, históricamente amenazadas por la colonización estadounidense, el turismo desmedido y la gentrificación.

"Esto es un concierto, pero también una experiencia; lo que promueve es la cultura puertorriqueña, y el valor de esa proyección a nivel mundial es incalculable", defendió Jorge L. Pérez, director de Discover Puerto Rico y gerente de Legends ASM Global —la empresa que administra el Coliseo de San Juan, escenario del evento— durante un foro económico celebrado este septiembre.

Este año, el caso de Bad Bunny no ha sido el único. El esperado reencuentro de los hermanos Gallagher con Oasis ha aportado 940 millones de libras a la economía británica, según un estudio de la Universidad de Salford, que calcula que hasta un 60% de gasto se quedó en las comunidades locales, beneficiando especialmente al turismo en ciudades como Cardiff y Mánchester.

Hasta allí viajaron David (27), Lucas (29) y Álvaro (29), grupo de amigos que al ver que la gira europea de los Gallagher solo incluía Reino Unido e Irlanda —se rumorea que Oasis pasará por Madrid y por el resto de Europa el verano de 2026— decidieron viajar por primera vez fuera de España para acudir a un concierto.

"En el caso de Oasis es una forma de sentirte parte de un acontecimiento histórico. Te obliga a estar rápido y eficiente con los aviones y alojamiento, pero una vez tienes eso la experiencia no es tan desagradable", opina David.

Las masificaciones y la inflación de precios ante eventos de esta envergadura son quebraderos de cabeza que quedan amainados por el ambiente tan especial que se crea en la ciudad.

"Se llena de gente que va a ver lo mismo que tú, con la que compartes pasión y gustos, por lo que se crea una suerte de comunidad que enriquece mucho la experiencia. Por las calles te encuentras a la gente con camisetas del grupo, cantas las canciones. Lo comparábamos con una final de Champions en la que todos somos del mismo equipo", añade Álvaro.

Liam Gallagher y Noel Gallagher,durante su gira Oasis Live '25 Tour en el estadio Rose Bowl de Pasadena, California. Foto: Reuters/Mario Anzuoni.

El gig tripping, la tendencia de viajar para acudir a conciertos en directo, puede ser además "un propósito cultural y social" que justifica la visita.

"Esta forma de hacer turismo se siente menos invasiva, ya que estando allí te puedes sentir parte de algo y eso te hace un poco más empático. Si te lo tomas de una forma respetuosa y con interés cultural creo que puede generar una relación distinta entre el turista y el destino que visita. Sobre todo en contraposición con el turismo de corte individualista y totalmente aséptico en el que no necesitas salir de tu propia burbuja mientras viajas", considera Lucas.

Esta tendencia al alza del turismo musical no solo encuentra impulso en las redes sociales, que generan una insaciable sensación de cercanía entre fans y artistas, también en la anticipación con la que se programan los conciertos y giras en estadios, favoreciendo que las personas deban organizar sus viajes con meses e incluso años de antelación.

Además, los propios artistas cada vez más contribuyen a impulsar este afán viajero, reinventando la experiencia de sus espectáculos para convertir cada show en una oportunidad irrepetible.

En medio de setlists cada vez más predeterminados, divas pop como Dua Lipa, Olivia Rodrigo u Taylor Swift juegan con la "espontaneidad" y sorprenden a sus fans añadiendo canciones diferentes en cada concierto, alimentando la sensación de que cada actuación merece ser vivida en directo.

"Taylor tocaba dos canciones diferentes en cada concierto y era muy especial. Yo estuve en el único concierto del Eras Tour en donde se tocaron las 11 eras al completo, porque normalmente no toca ninguna de su disco debut. Y en el segundo concierto de Madrid tocó una de su debut que es además uno de mis discos favoritos", cuenta Marina (32 años), quien también viajó a Lisboa y Liverpool para ver a la cantante.

"El valor que tuvo en ese momento es que estábamos viviendo una especie de burbuja. Fue como vivir una experiencia religiosa. Llevábamos un año preparando los looks, haciendo pulseras, hablando de cómo iba a ser, viendo cómo eran los conciertos anteriores".

Para ella, que también viajó hasta Hamburgo para ver a Olivia Rodrigo y el año que viene visitará Londres para ver My Chemical Romance, el valor añadido de estos viajes es organizar de forma temática el itinerario, en vez de dedicar solo dos o tres horas a un concierto.

"La gente que te encuentras de turisteo ves que van con la camiseta del grupo que vas a ver y hay esa sensación de tribu urbana, que antes había muchas y ya no las hay. Aquí parece que nos reunimos todos de nuevo en torno a la música", explica.

Aunque no exento de política — España, Islandia, Irlanda, Países Bajos y Eslovenia ya han anunciado que no participarán si Israel permanece en el concurso—, la música también sigue siendo el principal motor de Eurovisión, un certamen capaz de congregar hoy a mucho más público que en sus primeras ediciones.

JJ, el joven contratenor y reciente ganador del concurso, será el anfitrión de la polémica 70ª edición, que tendrá lugar en Viena el 16 de mayo de 2026 y donde se espera que lleguen alrededor de 88.000 visitantes adicionales, apunta Sabine Bellil, responsable de prensa de la oficina de turismo de Viena.

J, de Austria, ganador del Festival de Eurovisión, sostiene el trofeo en el escenario durante la gran final del 69.º Festival de Eurovisión. Foto: Jens Büttner/dpa

Es la tercera vez que la capital austríaca acoge este macroevento, tras las ediciones de 1967 y 2015, cuando el festival fue calificado como "el Eurovisión más acogedor de todos los tiempos". Por lo que, institucionalmente, se espera que esta nueva edición suponga de nuevo "un importante impulso para Viena, no solo a corto plazo, sino también a medio y largo plazo".

Volver a acoger Eurovisión, asegura Bellil a El Cultural, confirma que la ciudad está "completamente preparada —con infraestructura, experiencia y espíritu—" para seguir siendo un escenario solicitado para celebrar grandes eventos musicales.

"El año pasado, Coldplay hizo cuatro conciertos con entradas agotadas en el Estadio Ernst Happel, lo que reafirma el atractivo de Viena para los mejores artistas internacionales", considera Bellil.

Los problemas habituales que acarrean este tipo de macroconciertos no son una de las principales preocupaciones de la ciudad de cara a la celebración del concurso europeo. "Siempre se lleva a cabo una planificación cuidadosa y se aplican normativas que garantizan que los grandes eventos puedan celebrarse de forma armoniosa, sin comprometer la calidad de vida de los habitantes locales.

"El año pasado miles de fans de Taylor Swift llenaron las calles, generando una atmósfera de alegría y solidaridad extraordinarias, los residentes locales no se vieron afectados, al contrario, se sumaron a las celebraciones y apoyaron el ambiente", asegura Bellil.

Bendición hotelera o maldición vecinal, mientras que ciudades como Viena o San Juan buscan hacerse un hueco entre las opciones del turismo musical, otras como Madrid ya se han erigido como epicentro europeo de la música en directo.

La capital generó más de 250 millones de euros de impacto económico este 2025, según el informe anual de OBS Business School y datos del Consejo Local de Turismo de Madrid.

Si los musicales y los partidos de fútbol siempre han sido la gallina de los huevos de oro del turismo nacional e internacional, en los últimos años los grandes conciertos han alcanzado el mismo nivel de convocatoria.

Este año Madrid acogió a más de 3 millones de espectadores durante las grandes giras internacionales de artistas como Ed Sheeran o AC/DC en el Estadio Riyadh Air (68.000 espectadores), envuelto en una competición con el Santiago Bernabeú (65.000 asistentes) por hacerse con el liderazgo musical de la ciudad.

Con un modelo de giras mundiales cada vez más concentradas en grandes ciudades, el sector de la música en vivo se enfrenta a retos como la saturación del calendario de conciertos, la inflación de costes, los problemas acústicos y el riesgo de cancelaciones que afectan tanto a artistas como a promotores y público.

Un público que, ante la escasa diversificación geográfica de los espectáculos, está perdiendo el miedo a plantearse viajar solo para asistir a un concierto. Como resume David, uno de los protagonistas del reportaje: "Al final hay muchos grupos y artistas que no pasan por España en sus giras y puede ser una buena excusa para lanzarte a ese viaje que siempre tuviste en mente pero no encontrabas la fecha adecuada".