No cabe duda que Dolly Parton (Sevierville, Tennessee, 1946), es una superestrella, además de una de las compositoras más talentosas y premiadas en la historia de la música estadounidense. Sus canciones le han valido 11 premios Grammy y más de 50 diferentes nominaciones, ha sido nº 1 en las listas de ventas en Estados Unidos 26 veces y ha despachado más de 100 millones de discos en todo el mundo.
Y es que Parton, reconocida mundialmente por su cinturita de avispa, sus enormes pechos y sus extravagantes pelucas rubio platino, no sólo personifica la música country, sino que la trasciende. Reverenciada desde hace más de cinco décadas como una de las grandes damas de este estilo musical, también es una prolífica compositora, actriz, escritora, productora y empresaria a punto de cumplir 80 años.
Reivindicada a su vez por figuras actuales del pop como Miley Cyrus, Taylor Swift o Beyoncé, con el tiempo se ha convertido en una figura transversal de la música y la cultura popular de Estados Unidos consiguiendo abarcar desde el sector más conservador y tradicional de la sociedad hasta la comunidad queer.
El documental Dolly Parton, la reina del Country, disponible en Movistar+, repasa con detalle la carrera de la mayor estrella del country de Estados Unidos heredera de las grandes damas del género como Maybelle Carter y su hija June Carter, Patsy Cline, Loretta Lynn, o Kitty Wells, pero que rápidamente se desmarcó de la tradición reinante por medio de un extravagante gusto por el artificio visual y una personalidad auténtica y diferente.
Los estadounidenses adoran a quienes nunca olvidan sus raíces y Dolly Parton siempre se ha reafirmado en las suyas. Incluso naciendo en el Tennessee más profundo y siendo la cuarta de doce hermanos dentro de una familia que vivía en una pequeña casa de madera sin agua ni electricidad, "Siempre fuimos una familia unida y, al menos, tuve la suerte de tener unos padres que se preocupaban por nosotros. Nunca nos sentimos pobres aunque sabíamos que éramos gente que tenía que trabajar duro para salir adelante", relata la cantante en un momento del documental.
Precoz y traviesa, de joven se nutre de las tradiciones culturales de la región de los Apalaches, una de las cunas de la música country. Las tertulias populares y las fiestas de los pueblos con sus hervideros de historias y anécdotas forjan su imaginario, mientras que el canto religioso, la base común de todas las grandes cantantes tanto blancas como negras, Dolly lo cultiva en la parroquia de su abuelo. Además contó con la ventaja de que su tío fuese el excelente guitarrista, Bruce Owens quien la enseñó a tocar la guitarra, a escribir y a componer.
De tal manera que Dolly Parton lleva escribiendo y componiendo su autobiografía musical desde los siete años, transportando al oyente a las más bellas historias de su infancia tal y como recuerda, "Teníamos mucha más creatividad con la radio que cuando empezamos a ver la televisión, antes oíamos las melodías y lo imaginábamos todo. Me encantaban también los cuentos de hadas y las historias de la Biblia que nos contaba mi madre, creo que eso fue saludable para mi creatividad: usar mi imaginación y desarrollarla".
Dolly Parton. Foto: Reuters.
Desde muy pequeña, Dolly estaba muy segura de sus dotes y siempre bromeaba con que tenía más nervio que talento, cosa que no le impedía soñar con un destino musical fascinante situado a unos 400 km de sus montañas natales. "Me gradué un viernes por la noche en 1964. Llevaba años haciendo la maleta y preparada para irme. Así que cargué toda mi ropa desgastada y mi destartalada guitarra, me subí al autobús y fui a Nashville porque allí era adonde podía entrar en este negocio. ¡Pensaba que nada más bajarme del autobús ya sería una estrella!", confiesa Parton en el documental.
Con 17 años, Dolly llega a Nashville, la capital de la música country, confiando ciegamente en su sueño americano. Tras algunas sesiones en diversos estudios, rápidamente es descubierta y seducida por Porter Wagoner, la gran estrella country del momento que tiene su propio programa de televisión y la contrata en su orquesta.
Juntos forman un dúo bastante exitoso pero tras una larga relación amor-odio, Dolly decide seguir su camino y empezar a publicar álbumes en solitario como Jolene y All I Can Do.
El público comienza a establecer un fuerte vínculo con ella y sus primeros éxitos refuerzan su deseo de independencia artística, demasiado poderosa para ser contenida en un dúo mientras aprovecha para enviar un mensaje codificado al clásico mundo machista de la música country con la canción Dumb Blonde en un estribillo que dejaba clara su posición: "Solo porque soy rubia, no pienses que soy tonta, porque esta rubia no es la tonta de nadie".
Cuando en 1974 rompe definitivamente el contrato que la unía con un furioso Porter Wagoner, agradecida y benévola decidió escribirle un tema a modo de despedida. Una canción, que sin saber en ese momento la dimensión que alcanzaría posteriormente, sería llamada I Will Always Love You y qué años más tarde Whitney Houston la convertiría en un éxito mundial. Sorprendentemente, Porter se emocionó hasta llorar y le dijo que esa balada era la composición más hermosa que había escrito.
Los caballeros las prefieren rubias
Pero el conocido desparpajo de la cantante no se limitaba solo al mundo de la música y comienza a aparecer en populares, programas nocturnos de la televisión estadounidense. Sus icónicas pelucas platino y su eterna sonrisa pueblan los late-shows estadounidenses mostrando a una Dolly jovial, talentosa y finalmente liberada.
Pero tras su aspecto provocativo, se esconde también una mujer poderosa y cronista de la condición femenina que retrata a los hombres en sus canciones de amor como alcohólicos, despilfarradores, violentos, ociosos, aprovechados y cobardes. Con su tono, a veces burlón y a veces feroz, sale constantemente en defensa de las mujeres engañadas, ingenuas y maltratadas, abordando más tarde en su carrera los problemas del síndrome premenstrual y la falta de autoestima de las mujeres mayores.
Mientras amplía su repertorio musical, Dolly Parton también continúa forjando su icónica imagen a base de recargados y deslumbrantes looks, "habría elegido este look, aunque hubiera sido camarera", relata la cantante en otro momento del documental, "Mi apariencia en realidad procede de la idea de una chica de campo sobre lo que era el glamour. Seguí el patrón de una fulana de mi pueblo. A mí me parecía la mujer más bonita del mundo, con ese cabello decolorado y lápiz de labios rojo brillante. La gente decía: ‘Oh, ella es simplemente basura’, pero yo pensaba, ‘Pues eso es lo que quiero ser cuando sea mayor!".
A finales de los 70 sus canciones sonaban sin cesar por todas las emisoras de radio y en todo tipo de espectáculos típicos norteamericanos como el rodeo. Sus conciertos se convierten en acontecimientos y sus colaboraciones con otros artistas como Emmylou Harris, Linda Ronstat y Kenny Rodgers le reportan el respeto de la industria musical.
Andy Warhol la retrató con su icónica técnica y su nombre se convirtió en una marca cuando comenzaron a aparecer las primeras muñecas Dolly y máquinas pinballs con su imagen incrustada en ellas convirtiéndose en una auténtica mujer de negocios creando su propia línea de merchandising mientras se codea, noche tras noche, con famosos y estrellas del rock en la mítica discoteca Studio 54 sin perder ni un ápice de su conocida frescura personal.
Más tarde, su transición a la música pop con el disco Here You Come Again funciona perfectamente y compite de tú a tú con el resto de figuras populares en las listas de éxitos comenzando a cautivar a otros músicos fuera de su esfera habitual como Rob Halford, el vocalista de la banda de heavy metal Judas Priest que declaró "cuando la vi actuando en la BBC, había algo en su esencia que me atrajo de manera incondicional y no solo como defensora de la comunidad LGTB cuando en esa época nadie hablaba del tema".
Pero también hay un fenómeno que comienza a cobrar más importancia de lo que parece. Y es que en los numerosos concursos de imitación a Dolly Parton que organizaban las radios, muchos de los participantes resultaban ser hombres a los que les gustaba participar perfectamente travestidos con enormes pechos falsos, una gran peluca y toda esa energía femenina que desprendía. Definitivamente el impacto de Dolly como ‘mujer alfa’ atravesaba diversas capas de la sociedad y llegaba para quedarse.
De tal manera que en los años 80, su éxito Coat Of Many Colors adorado por la Norteamérica familiar y cristiana, también se convierte en un himno de la comunidad gay. En él relata las burlas que sufrió de niña a causa de su pobreza, una historia que resuena con fuerza en una comunidad que también ha sufrido por su diferencia y que se identifica con esta canción en la que la vergüenza se acaba convirtiendo en orgullo.
El apoyo inquebrantable de Dolly a la comunidad queer la convierte en una de sus madrinas oficiales (más tarde la famosa drag RuPaul la nombraría icono imprescindible), siempre traviesa y disfrutando alegremente de esa complicidad, con las nuevas estrellas mediáticas de la homosexualidad liberada "si no fuese mujer seguro que sería Drag Queen" llegó a confesar entre risas en el programa del entrevistador irlandés Graham Norton.
Welcome to Dollywood
Por el camino, Dolly decidió probar suerte en Hollywood intentando proporcionar otra salida más para su impacto musical. En 12 años hizo cinco películas, pero ninguna resultó tan exitosa como la primera comedia que rodó: Cómo eliminar a su jefe (1980), una sátira social, inspirada en las reivindicaciones salariales de un grupo de secretarias de Boston que encajaba perfectamente con su filosofía de vida.
La película funcionó muy bien dando origen a un trío cómico de culto junto a Jane Fonda y Lily Tomlin que le permitió afianzarse mucho más en la cultura popular, consiguiendo además uno de sus mayores éxitos musicales con 9 to 5, la canción original de la película compuesta unos cuantos años antes.
A finales de la década de los 80 Dolly sufrió graves problemas de salud debido a una histerectomía que le impidió tener hijos y decidió encontrar la forma de recuperarse en las montañas de Tennessee, para más tarde construir Dollywood.
Una réplica de la casa de su infancia reconvertida en exitoso parque temático familiar que, desde el principio, también ha sido una fundación filantrópico regional impulsadora de muchos cambios en el condado, consiguiendo financiación para abrir el centro de rehabilitación en el hospital y prestando su imagen a múltiples causas como becas para estudiantes, vacunas contra el la Covid-19 y ayuda a los damnificados por huracanes provocando el orgullo de su comunidad.
Dolly Parton, Lily Tomlin y Jane Fonda. Foto: Wikimedia Commons
Cuando en 1992 la canción I Will Always Love You gracias a la voz de Whitney Houston se convirtió en la canción más vendida del mundo interpretada por una mujer para la banda sonora de El guardaespaldas, Dolly Parton entró en una nueva dimensión. Al preguntarle por la gran cantidad de royalties recibidos por ese éxito, Dolly no podía evitar su legendario sentido del humor "reconozco estar ganando mucho dinero, pero le daré buen uso, ¡cuesta mucho tener un aspecto tan ordinario!"
Gracias a esta canción, la cantante y compositora se ganó el respeto del público afroamericano habitualmente poco relacionado con el género country y muchos influencers musicales todavía se siguen sorprendiendo de que esta canción no provenga de una cantante negra del Soul.
Años después Beyoncé homenajearía a la reina del country con una versión de Jolene y desde Snoop Dogg, pasando por Dr. Dre hasta llegar al rapero queer Lil Nas X, todos reivindican su importancia como figura musical y compositora.
Lo que está claro es que si hay tal cantidad de fans y artistas de todos los géneros musicales que la siguen apreciando y la respetan es porque detrás del personaje extravagante y a veces caricaturesco, Dolly sigue siendo una auténtica compositora.
Y es que su vida ha estado llena de paradojas convertida en una heroína de la Norteamérica tradicional y en una cristiana fiel, pero también en un modelo feminista a seguir, una empresaria filantrópica, una estrella accesible y un ícono queer. "Siempre es gratificante que reconozcan tu trabajo de alguna forma, pero de todo lo que he hecho, creo que la colección de canciones que he compuesto será probablemente mi mayor legado cuando me llegue la hora", confiesa la cantante.
En una sociedad tan polarizada como la actual, y más en un país como Estados Unidos, Dolly Parton parece ser el único punto en común y el único puente posible de entendimiento entre las dos norteaméricas enfrentadas.
