Image: Platel escenifica el poder de las masas en el Real

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Música

Platel escenifica el poder de las masas en el Real

9 marzo, 2012 01:00

Ensayo de C(h)oeurs.

Alain Platel, fundador de Les Ballets C de la B de Bélgica, estrena el día 12, en el Teatro Real de Madrid, C(h)oeurs. Con su grupo y los 70 miembros del Coro Titular del teatro, que atraviesa por un momento excepcional, Platel ha creado una obra inspirada en música de Verdi y Wagner, en la que reflexiona sobre el precio de preservar nuestra individualidad frente a la masa. El Cultural se coló en los ensayos.

Cuando ustedes lean la siguiente crónica ya habrán pasado diez días desde que los bailarines de Alain Platel (coreógrafo y director de escena belga fundador de la ya mítica agrupación Les Balles C de la B) pisaran por vez primera el escenario del Teatro Real de Madrid. "Es la primera vez que sus cuerpos reconocen el nuevo espacio de trabajo y necesitamos de vuestra concentración", les pide uno de los asistentes de Platel a los 70 miembros del Coro Titular del Real. Mientras, un Platel delicado y silencioso cuida y mima a sus bailarines. La imagen que irradia está más cerca de alguien que propicia el ambiente ideal para que pueda darse un encuentro vivo en escena que de la figura decimonónica del director de escena.

Hace ya algún tiempo que los bailarines de la formación Les Ballets C de la B trabajaron (por encargo de Gerard Mortier y capitaneados por Platel) durante tres meses en un estudio de Gante para crear un espectáculo sobre el poder de la multitud, el grupo y el lugar que ocupa el individuo en él, a partir de pasajes para coro de óperas de Verdi y Wagner. Pero todo esto vino luego, claro: "El día de trabajo que escuchamos la música de Verdi junto a los bailarines todos pensamos lo mismo ante la pregunta ¿'qué podemos hacer con esta música'? Nada. La música nos pareció a todos tan poderosa emocionalmente que poco podíamos hacer desde el movimiento".

No obstante, no desistieron y poco a poco Platel fue componiendo con los bailarines a partir de sus respuestas a las preguntas que les lanzaba. Algunas tan incómodas como: "¿Estás seguro de que te interesaría la preservación de la raza humana una vez hayas desaparecido y contigo todos los que quieres?" De forma simultánea, el director musical Marc Piollet, y el director del Coro, Andrés Máspero trabajaron en Madrid con la orquesta y el Coro.

Radical intempestivo

El Cultural asistió al ensamblaje de los dos planos -coro y bailarines- que articulan un espectáculo radical (el coro adquiere un papel protagonista y performativo), intempestivo (Platel dinamita las convenciones teatrales), interesante (en cuanto a las cuestiones políticas y sociales que plantea sobre nuestro presente) y profundamente conmovedor (resultará difícil de olvidar a ese soberbio coro de peregrinos del Tannhäuser avanzando lentamente hacia el proscenio mientras los cuerpos de los bailarines sufren de espasmos y convulsiones).

A buen seguro suscitará controversia entre los asiduos más convencionales del coso operístico. Platel se pregunta qué está pasando en nuestro sistema político y económico y para ello se sirve del antiguo sentimiento revolucionario que anida en la música de Wagner y Verdi. "Ambos", dice la dramaturga del espectáculo, Hildegard de Vuyst, "compartían una misma ambición: reforzar el sentimiento nacionalista. La búsqueda de esa unidad sin la pérdida de la individualidad es la búsqueda que predomina en C(h)oeurs". Durante la preparación del espectáculo tuvo lugar la insurgencia egipcia... y los bailarines observaron su eco en las aspiraciones políticas de Wagner y Verdi: bailarines versus coro, individuo versus masa, lo inconsciente versus lo racional. Tener voz propia o no.

Comienza el ensayo: el coro espía un escenario vacío. Suena Dies irae y Tuba mirum del Messa da Requiem de Verdi. Un bailarín irrumpe en la escena con una secuencia de movimientos sencilla y arrebatadora a su vez. El talismán emocional de la música de Verdi parece calar en su fibra muscular. El coro (la sociedad) espía al bailarín (el individuo) a través de unas cortinas de plástico que delimitan un espacio rectangular. Platel corta el ensayo. Busca la precisión en el movimiento voyeurístico de los miembros del coro. Escuchamos el latir in crescendo de un corazón. Progresivamente el escenario va siendo tomado por una multitud que se desplaza formando diferentes corpúsculos en función de las indicaciones escénicas de una de las bailarinas: la gente que piensa que el amor dura para siempre que forme un grupo, la gente que está dispuesta a morir por amor que avance al frente...

La cumbre del espectáculo

Y así, Platel va dibujando un tejido de cuerpos en el espacio en el que los bailarines, individuos rotos y fracturados, buscan una masa en la que cobijarse y permanecer a salvo, se muestran desorientados y abatidos, viven encuentros fugaces, tiemblan y oscilan entre la tensión continua de confundirse con la multitud (y ser otro) o enfrentarse a su soledad (y ser uno). "Uno desea pertenecer al grupo", dice el director, "pero también teme perder la personalidad cuando estás en él. En un santiamén, la masa se puede poner en contra tuyo".

¿Cómo se puede dar a un coro el papel de solista? "Tenía muchas ideas pero al final llegué a la conclusión de que 80 personas que levantan su meñique tienen más efecto que una secuencia de movimiento estudiada. El Dies irae del Requiem es el momento más intenso. Pasan unos veinte minutos antes de que aparezca el coro, pero cuando baja por las escaleras, es suficiente para ponernos la carne de gallina. ¿Cómo lo consigues? Es tal vez la multitud. No tengo ni idea, pero sé que funciona", concluye Platel.