Gennio-Morricone

Gennio-Morricone

Música

Genio Morricone

22 febrero, 2007 01:00

Por fin, se lo han dado. El Oscar, claro, a Ennio Morricone, a los 78 años, y con, prácticamente, su carrera indiscutible ya completa a las espaldas. Oscar honorífico, sí, como a Chaplin. La historia de Hollywood con el músico italiano, con sus casi 500 películas en las alforjas, parece un sainete. Cinco nominaciones a lo largo de cuarenta y cinco años de actividad para el cine, tantas como Oscars ha cosechado, por ejemplo, un John Williams, compañero generacional de Morricone.

En 1979 se le nominó por vez primera por Días de cielo de Terence Malick, en el 87 todo el mundo daba por hecho que el premio era suyo por La misión de Roland Joffe... Pero los votantes de la Academia optaron por dar el Oscar a la columna sonora de Round Midnight de Bertrand Tavernier y a su arreglista Herbie Hancock (que también actuaba en el filme).

Al año siguiente se pensó, con la nueva nominación por Los intocables de Brian de Palma, que la Academia compensaría el desprecio de la edición precedente, pero de nuevo pintaron bastos: Ryuchi Sakamoto y David Byrne se llevaron el galardón, dentro de la resaca de premios generada por El último Emperador de Bertolucci.

Contra bestias y tigres

Ya en el 92, llegó la cuarta candidatura a través del Bugsy de Warren Beatty: pero, humillación suprema, George Fenton (El rey pescador), John Williams (JFK), James Newton Howard (El príncipe de las mareas) y, naturalmente, Ennio Morricone, se quedaron en la cuneta frente al ganador, que fue Alan Menken por La bella y la bestia de la factoría Disney (¡!). La última oportunidad llegó en el 2001, cuando Morricone volvió a la liza con su hermosa partitura para la Malèna de Giuseppe Tornatore, para el que ya escribiera las músicas de Cinema Paradiso o La leggenda del pianista sull'oceano, y que poseía un cierto aire de homenaje a Nino Rota y al mundo sonoro felliniano, sabiamente orquestado y rezumante de irónica nostalgia. Pero, enésima frustración, no pudo ser, y el gato el agua -más bien el tigre- se lo llevó el compositor chino Tan Dun por su música para la película de Ang Lee Tigre y dragón. Todo ello genera el “síndrome Morricone”, el de la repetida nominación sin premio.

El caso de Thomas Newman, que accede a la competición con su partitura para The Good German de Steven Soderbergh, puede ser otra manifestación del “síndrome Morricone”: siete veces ha sido nominado por la Academia, pero jamás ha conseguido la estatuilla. Eso sí, aunque gana al maestro italiano en número de concurrencias, no le supera en términos de cronología: Morricone ha sido nominado desde 1979, y Newman sólo empezó su “historia de desamor” con la Academia en 1994, con su primer envite por partida doble en The Shawshank Redemption (Cadena perpetua), la película de Frank Darabont, y Mujercitas, el filme de Gillian Armstrong. Un año después, volvió a ser considerado por Unstrung Heroes (Héroes a la fuerza) de Diane Keaton, en el 99 concurrió con American Beauty de San Mendes y regresó en el 2003 de la mano del mismo director con Camino de perdición, reincidió en el 2004 con su divertido, refrescante trabajo para Finding Nemo y entró en liza por penúltima vez en el 2005 con Lemony Snicket de Brad Silverling.

Nominados con pedigrí

Newman (Los Angeles, 1955) es miembro de una saga familiar dedicada al cine: hijo del legendario Alfred Newman (1901-1970) -el de La tentación vive arriba, La túnica sagrada o La conquista del Oeste-, es sobrino de Lionel Newman (1916-1989) -uno de los más afamados directores musicales de Hollywood, desde Hello, Dolly! hasta Alien-, hermano de David -Ice Age, Los Picapiedra- y primo de Randy -Toy Store, Monsters-, todo un pedigrí para un artista al que acaso perjudica el ser “demasiado de la casa”. Su Buen alemán es un trabajo, como el propio filme de Soderbergh, “a la antigua”, con empleo de la gran orquesta y un obsesivo tratamiento romántico.

Mucho menos “síndrome” puede darse en uno de los grandes actuales de la música llamada clásica, Phllip Glass, que opta al Oscar por tercera vez en su nada desdeñable carrera fílmica: en las ocasiones previas, estuvo presente vía Kundun (1997) de Martin Scorsese y The Hours (2002) de Stephen Daldry. Glass ha escrito notables obras para el cinema, como su trilogía con Godfrey Reggio Koyaanistkatsi, Powaqqautsi y Nagoyquatsi, su partitura para Agente secreto de Christopher Hampton, o la mentada composición para Scorsese, pero su nominación del 2003 estaba lejos de ser un trabajo de interés; en esta campaña, sin embargo, sus pentagramas para El ilusionista de Neil Burger y, desde luego, para Notes on a Scandal de Richard Eyre nos han devuelto al mejor Glass cinematográfico; en el filme Glass va creando una atmósfera sónica que va de lo en apariencia intrascendente hasta lo angustioso y dramático, medida con tiralíneas la contribución instrumental hasta llegar a un tan contenido como impactante uso de la percusión en la parte final de la película.

Vuelve a concurrir, segunda nominación en su carrera, el incomprensible ganador de la pasada edición, el argentino Gustavo Santaolalla, con su nuevo “collage” para Babel de González Iñárritu. Su labor es aquí más “palpable”, porque en la película de Ang Lee su contribución apenas llegaba a los 8 minutos reales: entre Ryuichi Sakamoto o Los Tucanes de Tijuana, encontramos secuencias musicadas y/o interpretadas a la guitarra por Santaolalla que, al menos, confieren a este nuevo compromiso un cierto marchamo de autoría. Por otra parte, cuando se piensa que Santaolalla tiene ya un Oscar y Morricone ninguno, es difícil no pensar que la cosa tiene bemoles.

Y constituyen novedad en las nominaciones el francés Alexandre Desplat y el español Javier Navarrete. Desplat (París, 1961) ha sido, en el último lustro, la gran aportación francesa al cinema anglosajón, desplazando a quien es máximo representante de la banda sonora en Francia, Bruno Collais. Su columna sonora para The Queen, de Stephens Frears, es un conjunto modélico por (ilusoria) sencillez y perfecto acompañamiento de las imágenes (algo no tan logrado en The Good German), confiriendo a la mandolina un protagonismo que ni el “Capitán Corelli” habría obtenido con la suya. Navarrete (Teruel, 1956), en fin, es padre de uno de los mejores soundtracks, su composición coral/orquestal de penetrante magia para El laberinto del Fauno de Guillermo el Toro. Es, por desgracia, el que parte con menos posibilidades, pero nadie podrá negarle que por méritos propios y exclusivos se colocó entre los cinco grandes de la temporada.

El segundo español de los Oscar musicales

Tras Alberto Iglesias por El jardinero fiel en el 2006, Javier Navarrete ha sido grata sorpresa para la escena internacional en este último año. Muy pocos especialistas extranjeros de la banda sonora estaban al tanto del quehacer del músico turolense, vinculado al cinema desde mediados de los 80 y que ha trabajado en producciones de Agustí Villalonga como Tras el cristal (1987) o El mar (2000) —esta última constituye una de las grandes definiciones de su estilo—, de María Lidón como Stranded (2002) o Yo, puta (2004), y, sobre todo, Trece campanadas (2002) de Xavier Villaverde, su gran antecedente del El laberinto del fauno que le lleva a la ceremonia de los Oscars. El laberinto constituye su segunda colaboración con Guillermo del Toro, para el que ya escribiera la música de El espinazo del diablo en 2001.