Música

George, Benjamin entre los grandes

La ONE dedica su ciclo al actual líder de la joven creación británica

24 noviembre, 2005 01:00

George Benjamin. Foto: Michiharu Okubo

La Orquesta Nacional de España vuelve a dedicar su "Carta blanca" a un compositor vivo. George Benjamin, uno de los mayores fenómenos de la creación actual, ha sido el responsable de diseñar toda la programación de los conciertos de esta semana y la que viene. Reconocido director, él mismo se pondrá al frente de la ONE para estrenar algunas de sus obras.

Si en la "Carta Blanca" del pasado año, la ONE invitaba a uno de los grandes popes de la música europea, el alemán Hans Werner Henze, en la edición actual, el Auditorio Nacional abre sus puertas a un compositor mucho más joven, convertido en uno de los líderes de la joven creación británica. George Benjamin (Londres, 1960), con sus 45 años, pertenece a una generación que, pese a estar plagada de individualidades, sostenidas por estéticas muy distintas, se presenta como un bloque homogéneo en cuanto al éxito de su proyección nacional e internacional. Quizá la creación inglesa se ha visto favorecida por sus impresionantes infraestructuras, docentes e interpretativas, así como por los resultados de su particular aislamiento, algo que le ha facilitado estar menos mediatizada por los prejuicios de los sectores más agresivos de la vanguardia del continente europeo.

Su cantidad y calidad son fruto de la cohabitación de varias generaciones, todas muy vitales, a pesar de defender modelos incluso contrapuestos. Por un lado está el grupo de los "maestros", cuya veteranía no es, ni mucho menos, sinónimo de jubilación. Ahí deben incluirse nombres como Peter Maxwell Davies (1934), heredero del gran sinfonismo post-romántico y mimado por grandes intérpretes instrumentales; Harrison Birtwistle (1934), cuyas óperas han cruzado ya con éxito las fronteras de su país; el germano-británico Alexander Goehr (1932), uno de los impulsores del grupo de Manchester a quien, por cierto, se le ha dado un hueco en los ciclos diseñados de estos días. Con personajes de difícil ubicación estética, aunque con seguidores fanáticos, como Brian Ferneyhough (1943) o John Tavener (1944), se podría establecer un teórico puente que enlazaría con los contemporáneos de Benjamin.

Popular McMillan
Entre otros, pueden contarse James McMillan (1959), popularizado por la percusionista Evelyn Glennie a través de su espectacular Veni, veni, Emmanuel; Oliver Knusen (1952), como Benjamin, reconocido como director de orquesta y muy vinculado con el mundo escénico, tanto en la ópera como en el ballet; o Mark-Anthony Turnage (1960) oído sensible a todo tipo de influencias, desde el jazz hasta los sonidos más mundanos. Y ya viene pegando fuerte, hasta verse consagrado por los teóricos, un par de treintañeros de notable proyección mediática, Thomas Adès (1971), con una ópera en su haber muy aplaudida en el Covent Garden, La Tempestad, y Rebecca Saunders (1967), una de las mujeres más respetadas en su campo en la actualidad.

El propio Benjamin califica toda esta rica panoplia de autores como resultado de "un momento muy rico lleno de talento. Todo ello fruto de una relación intensa entre compositores e intérpretes. Posiblemente creo que nunca, en ningún momento de nuestra historia, se ha dado una situación que lleve a tan amplio número de compositores británicos con tanto reconocimiento en todo el mundo", afirma.

En un magma tan rico y variado, la figura de George Benjamin no deja de ser un caso único en la vida musical británica. Debutó a la vez, como compositor y pianista, en las series de la BBC con apenas 13 años. Tres más tarde, era recibido como alumno por Olivier Messiaen, todo un récord si se tiene en cuenta los requerimientos del compositor de la Turangalila para entrar en sus clases. Pero ya en aquel momento su experiencia era relativamente amplia, porque, en un rasgo de sorprendente precocidad, había comenzado a escribir a los nueve. Su formación se completó al piano con la esposa de aquél, Yvonne Loriod, excelente artista y pedagoga.

éxito precoz
El salto a la fama se produjo en 1980 cuando, con apenas veinte años, los Proms presentaron su obra Ringed by the Flat Horizon -que, por cierto, podrá escucharse en el ciclo de la ONE- que llamó la atención de toda la crítica británica que se giró hacia el londinense con un exultante "ha nacido una estrella". A ésta seguirían otras aportaciones como A Mind of Winter y At First Light. Sin embargo, el punto de partida originado a la sombra de Messiaen se debió completar a medio plazo con un trabajo muy diferente, en el Cambridge del prestigioso Alexander Goehr, autor a quien profesa una gran devoción. éste le ayudó a dar un cambio en su perspectiva del material sonoro tras vivir la agobiante sensación de entrar en un camino sin retorno.

El propio Benjamin lo señalaba al comentar que "Goehr había seguido también, treinta años antes, las clases de Messiaen pero todavía permanecía muy vinculado a la tradición germánica y a Schoenberg". Eso le ayudó a la hora de liberarse de la excesiva influencia de Messiaen para entrar en una línea distinta, "que no hubiera sido posible sin mi trabajo con Goehr". Ese vínculo con Alemania, en todo caso, lo reconocía al señalar que "siempre me ha apasionado la música germana y la importancia que tiene sobre su cultura, algo único en el mundo". Ese aprecio por Alemania es mutuo, ya que es uno de los compositores ingleses más presentes en su vida filarmónica.

En Benjamin se materializan muchos de los problemas de la creación del siglo XX, a la hora de configurar un lenguaje personal. Los cambios estéticos de los últimos veinte años han afectado directamente a este autor, con todas sus tendencias e influencias. Su trabajo delante del papel blanco lo planteaba él mismo con franqueza: "Yo no hago más que notas. En una primera instancia me siento perdido e intento encontrar una idea que me guste y me interese. Poco a poco, van interviniendo los aspectos técnicos, la calidad sonora, la notación y a veces aspectos extramusicales, que me van sosteniendo durante el largo viaje de una obra".

Meticuloso y preciso
Y es que a pesar de llevar cerca de treinta y cinco años de oficio, el no muy largo catálogo de Benjamin es fruto de una mentalidad muy meticulosa y técnicamente muy precisa que, eso sí, se ha ganado el aplauso de todo el mundo. Ha conseguido estar bajo los focos de numerosos festivales en Europa, Japón y América. Así, ya en marzo de 1992, la ópera de la Bastilla le daba una "Carte Blanche", abriéndole a su particular elección todo un ciclo de conciertos. Fundó el Meltdown Festival en el South Bank en Londres en 1993 donde vería la luz Sudden Time. En 1995 fue compositor en residencia del Festival de Salzburgo. En EE.UU ha establecido una estrecha relación con el Festival de Tanglewood.

A las series que le brinda la ONE le precedieron las de la London Symphony que conocieron el estreno de Palimpsets y de Shadowlines. Y este mismo año ha sido figura de referencia del ciclo de la Deutsches Symphonie de Berlín y del Festival de Estrasburgo. También es uno de los nombres más requeridos en los Estados Unidos. La Orquesta Sinfónica de Chicago estrenaba recientemente Dance Figures, bajo la dirección de Daniel Barenboim, obra que, el próximo año, el Teatro de la Moneda de Bruselas presentará en coreografía de Anne Teresa de Keesmaeker.

Con Francia ha establecido un vínculo muy estrecho. Es Caballero de la orden de las artes y de las letras y el próximo año, el Festival de Otoño de París realizará una amplia retrospectiva sobre su obra en colaboración con la Bastilla. En Alemania cuenta con el Schoenberg Prize y el próximo año debutará al frente de la Filarmónica de Berlín. No olvidemos que ha dirigido a las mejores orquestas desde la Concertgebouw hasta la de Cleveland.

Frente a tantas mentalidades que en el cambio de siglo parecen volver a tendencias muy conservadoras, Benjamin apuesta por "lo inesperado" y, más aún, "por la espontaneidad". En su opinión, en contra del mosaico en que se han convertido tantas creaciones actuales, surgen "las formas orgánicas y dramáticas donde el material es capaz de crecer y evolucionar en el tiempo de forma imprevista aunque siempre coherente". Para Benjamin las dificultades en las que se ve rodeado el músico de comienzos del nuevo milenio, no son un inconveniente: "Si la imaginación se ve confrontada a obstrucciones, puede encontar soluciones más interesantes e inesperadas", comenta. "Los años pasan, compongo desde hace treinta y cinco años y continuo a buscar en mí mismo cosas que no conozco, lo que no deja de ser algo refrescante".

Benjamin considera que "estamos en un momento muy remarcable, pero más importante que por las fechas del calendario, lo es por el movimieno de independencia de la imaginación y las actitudes de cada uno. Cuando tú eres músico, las cosas de alrededor te afectan especialmente aunque, a menudo, se genere un efecto contrario al que tú esperabas. Porque la relación entre esas cosas y el mundo interior de la creación musical está muy lejos de ser directo y predecible".


Benjamin en España
El programa previsto por la ONE, elegido por el propio Benjamin, es muy ambicioso. Este fin de semana (24 y 25 de noviembre), con la presencia de Ilan Volkov como director, una batuta en alza, y la violinista Isabelle van Keulen, se programa Petroushka y los Cuatro estudios para orquesta de Stravinski, flanqueando el estupendo Concierto para violín de Oliver Knussen y Ringed by the flat Horizon del propio Benjamin. A la semana siguiente el creador se pondrá al frente de la ONE con un programa de sabor francés, que incluye a Debussy y Boulez junto a sus Sommetime voices y Palimpsest. Y el martes, el grupo Fretwork y Susan Bickley completarán el ciclo con obras de sus autores favoritos.