Letras

Ramiro Pinilla

“Lo primero es la libertad, por eso tengo que ir por narices contra el nacionalismo”

24 noviembre, 2005 01:00

Ramiro Pinilla. Foto: Antonio Heredia

Voy al encuentro de Ramiro Pinilla convencido de que es uno de los cinco grandes nombres de la literatura española de los últimos cien años. Acercarme a su paisaje de Getxo es, por añadidura, entrar en el territorio mítico en el que transcurre su obra maestra Verdes valles, colinas rojas, ahora que acaba de aparecer su tercer y último tomo, Las cenizas del hierro (Tusquets). Antes de su reaparición hace apenas un año, Ernesto Maruri, en la primera entrevista publicada con Pinilla a propósito del primer volumen, La tierra convulsa, le preguntaba sobre la muerte. "No me da miedo, me da pena. Estoy todavía muy vivo, y feliz". No le digo a Pinilla que quien viene a verlo lo tiene por inmortal, porque quiero que demos un paseo por los acantilados de su literatura y de su vida sin ruido de fondo, sin incienso.

Premio Nadal en 1960, finalista del Planeta en 1972, último premio Euskadi, 82 años, Ramiro Pinilla representa un caso único de nuestras letras por dos razones. La marginación, buscada, que ha vivido durante treinta años y el retorno deslumbrante con una obra titánica, escrita durante diecinueve años. El manuscrito original era de 2.500 folios. Tusquets lo ha publicado en tres tomos de alrededor de 800 páginas en el plazo de un año.

La gestación del monstruo
-¿Sabía, cuando empezó la novela, que iba a requerir tanto aliento, que iba a ser un libro tan extenso?
-La génesis de Verdes valles,colinas rojas se halla en libros que escribí hace treinta años. Cuando me vi con tiempo, hace 22, pensé que quizá era el momento de escribir esa novela que yo quería escribir sobre el pueblo vasco, dar mi visión del mundo a través del pueblo vasco. No lo diseñé tan largo. Un antecedente más próximo fue una historia que conté en varios cuentos que se entendían como capítulos, no cuentos diferentes. En 1980 publico Andanzas de Txiqui Baskardo, donde ya aparece la estirpe de los Barkardo. Mi idea originaria era muy diferente. Quería escribir algo muy darwiniano, sobre la relación entre un vasco primitivo y una chimpancé, por ejemplo.

-¿En tantos años de escritura, corrigió mucho, desechó mucho?
-No demasiado. Yo iba lentamente, palante, palante, a veces retrocedía un poco y rompía dos o tres folios, pero nada más

-¿Se dedicó sólo a esta novela?
-No, en esos años escribí dos novelas, Huesos y Quince años.

-Durante su largo exilio del circuito comercial sigue escribiendo: Recuerda, oh recuerda (1974), Primeras historias de la guerra interminable (1977), La gran guerra de Doña Toda (1978), Andanzas de Txiqui Baskardo (1980), Quince años (1990) y Huesos (1997). ¿Por qué creó la editorial Libropueblo?
-Quince años después del Nadal no me había ido bien con los editores. No me sentía bien tratado. Destino vendió derechos a una televisión alemana para hacer una película de Las ciegas hormigas (Nadal 1960), sin decirme nada. Hubo más cosas. En fin, tomé la decisión de publicar mis libros yo mismo. Con eso mis libros sólo llegaban a Bilbao, claro.

-Cuando queda finalista del Planeta en el 72, ¿esperaba dedicarse profesionalmente a la escritura?
-No, yo tenía muy claro que para escribir libremente tenía que evadirme de los circuitos comerciales. Mi literatura es libre. Nadie me ha encargado un libro; nadie me ha pedido que quite esto o lo otro. A lo largo de mi vida he tenido muy pocas ideas, pero muy fijas. Las que tenía a los 20 años las tengo ahora.

-¿Dudó de que se atreviesen a publicar un libro tan extenso?
-Yo ya había decidido salir de mi marginación voluntaria. Con Verdes valles... me dije, "bueno, ya es hora de ponerme en contacto con una editorial decente". Primero envié el libro a Espasa y me lo devolvió. Ignoro si lo leyó. Después, Fernando Aramburu, que había publicado una reseña larga de Las ciegas hormigas en una publicación universitaria, me puso en contacto con Tusquets. No tenía nada claro que se animase nadie a publicarlo.

-¿Cuenta algo que ya había contado en libros anteriores? ¿Se había publicado antes alguna parte de Verdes valles..., con otro título?
-Sí. El último libro que publiqué en Libropueblo, en 1986, fue una pequeña parte, el inicio, de Verdes valles... Mi idea fue pulsar en un grupo de amigos cómo sonaba ese libro, cuando sólo tenía hechos 700 folios.

-Es difícil creer en un esfuerzo de imaginación como éste, es decir, que no esté inspirado en hechos y personas reales.
-No. Todo es inventado, menos algún lugar, como la playa de Arrigúnaga. Para mí es más fácil inventar que ir a una casa y a otra con un magnetofón. ¿Por qué? Porque así tengo absoluta libertad. Puedo matar a uno cuando quiero.

-¿Cómo conseguir que un lector resista 2.500 páginas?
-Cuando uno intenta narrar, lo que tiene que tener, aparte, naturalmente, de ideas, es una cosa clara: que el relato ha de tener tensión. Hay una constante en Verdes valles..., y es que no hay descripciones. Por ejemplo de paisaje. Se ve el escenario a través del movimiento de personajes y de la atmósfera. Cuando leía a autores decimonónicos, y veía que metían a un personaje en la catedral y detenían la acción porque se pasaban diez folios hablando de la historia de la catedral, eso yo no lo admitía. La novela ha de ser un cable tenso. Los detalles han de ir inmersos en la vorágine de la novela.

-Pero una vorágine de 2.500 folios...
-Lo he hecho en veinte años. No lo he hecho en dos.
Pinilla no reconoce parentesco entre su obra y alguna otra. Faulkner es su gran inspirador, pero "un poco cabroncete, innecesariamente oscuro". Unamuno o Baroja no le gustan. Ideológicamente, la obra más cercana es la de Henry David Thoreau. La casa de Ramiro Pinilla en Getxo se llama Walden.

-¿Y García Márquez?
-La influencia de García Márquez estuvo, hace diez o quince años. Pero su lenguaje lo asimilé hasta hacerlo desaparecer. Mi Papa es Faulkner. Gracias a él descubrí los mundos cerrados, y ya no me interesó contar historias sueltas, sino conectadas. La concepción de Verdes valles... empezó hace medio siglo.

La glorificación de la libertad
-Su novela, ¿no es sobre todo un durísimo retrato del sentimiento nacionalista?
-Es una de mis denuncias. Hay otra denuncia del capitalismo, hay otra de la Iglesia. Hay bastantes denuncias. Y hay varias glorificaciones. Y la más importante es la de la libertad. Por eso tengo que ir por narices contra el nacionalismo, contra la Iglesia, contra los grandes empresarios. Primero está la libertad, y luego tratar todo esto con humor.

-En la novela, Efrén dice "sólo son libres quienes no han de soportar la carga de reliquias sacralizadas".
-Efrén es empresario, pero es coherente. él puede ser libre en una sociedad en la que es poderoso. Cada uno tiene su concepto de la libertad. La de Don Manuel es la menos entendible porque se remonta a la libertad selvática, encumbra el mitologismo vasco como pueblo originario. Hoy les da vergöenza, pero para los nacionalistas vascos antiguos el paraíso estuvo aquí en Vizcaya. Está escrito. Y en él se hablaba en euskera. Todos esos mitos yo no los he mencionado, pero he creado otros aún más ridículos. Es como si dijera, ¿queréis mitos?, pues os voy a dar mitos: sitúo el paso de la vida del mar a la tierra en la playa de Arrigúnaga.

-¿Pero la libertad es posible?
-No. Es un sueño poético. Los Baskardo de Sugarkea, que llevan una lucha milenaria contra el progreso, acaban sucumbiendo. La libertad es un sueño, que se puede mantener a nivel individual. En el libro la personifican las llamas, que Efrén quiere eliminar por eso, porque no puede consentir ese tipo de libertad en una sociedad que él está llamado a dominar. La libertad es la infancia: yo descubrí la libertad en la playa de Arrigúnaga.

-Lo ha hecho con miedo.
-No, porque no insulto. Don Manuel, uno de los personajes importantes, es un nacionalista, pero es culto. Usa la razón y es desgraciado. Porque vive en continua contradicción. El nacionalista puro no es infeliz. No tiene problemas. Don Manuel, con Roque, es uno de mis personajes más queridos.

Historias que no se nombran
-¿Y Cristina Oiaindia?
-Me resulta repugnante. Es hipócrita. Como sabe que para defender el nacionalismo hace falta ser fuerte, crea sus industrias con un pretendido afán de limpieza. No cree en lo que vive, pero necesita argumentos para sobreponerse a otros.

-Con este libro quiere reivindicar a otros protagonistas de la historia de Euskadi.
-Desnudar, traer a colación temas, ambientes, historias, hombres y mujeres que no se nombran. El poder siempre ha estado en el nacionalismo, antes incluso de Franco. La historia oficial sólo habla de caseríos, tradición, romerías. Jamás se mencionó las minas con la crudeza con que lo hago yo. Hablo de la explotación obrera por parte del mundo nacionalista y capitalista. Vienen a ser lo mismo. La gente joven dice, "anda, yo no sabía nada de esto", ¡y lo tienen al otro lado de la ría! A los obreros que venían de fuera, los llamados maketos, después coreanos, aquí los despreciaban. Sin embargo los necesitaban. He querido que el lector se empapara de esto.

-La novela avanza sobre el enfrentamiento entre la familia de Cristina Oiaindia y la de Ella. ¿Qué representa Ella?
-El afán de medrar desmesuradamente. Quizá la venganza del destino, por tanta explotación y tanta mentira. Arrasa con todo por superar sus orígenes, de los que hablo al final del tercer volumen. Si algo hay de fundamental en toda narración es el misterio. Don Manuel dice que es la personificación del mal, pero Asier le dice, "no, tenía hambre".

-Las historias de amor son todas terribles, desesperantes. Isidora no cuaja con Roque, ni Teresa con Manuel, Martxel pierde la razón… ¿El amor siempre falla en la realidad?
-Depende de qué amor. Ahí triunfan los amores platónicos. Yo soy un enamorado del amor platónico. Roque e Isidora se separan, de acuerdo, pero Roque conserva toda su vida el recuerdo y el amor de Isidora. Roque es un aldeano y nunca entiende la ideología de Isidora. Conserva a Isidora y ése es su martirio. En honor de Isidora comete actos tan bárbaros en un aldeano como fundar un sindicato.

-La técnica narrativa se sustenta mayoritariamente en los diálogos, muy vivos, muy dilatados, en presente, desde el punto de vista de un personaje. Parece que usted se ha propuesto demorar el estallido de cada tragedia hasta el límite. La palabra "guerra" ha aparecido en varios de sus títulos. En Los cuerpos desnudos [segunda parte de Verdes valles...] se nos cuenta la Guerra Civil.

-Doy una visión distinta de la guerra que va a sorprender a muchos, y a los nacionalistas también. Se ha dicho que el Norte se perdió en dos meses y medio, que no se supo defender la tierra. Pero no fue así. Se luchaba contra un poder demoníaco, que era la aviación. En todo caso se ha mencionado en una línea, pero hay que haber escuchado a quienes lucharon lo que era aquello. Estaban en el monte, con sus trincheras, esperando el ataque de los requetés, los italianos y los moros. La habitación convertía aquel monte en harina. El monte desaparecía. Cuando el humo desaparecía el paisaje era otro.

-¿Fue doloroso escribir esta parte?
-Sí, fue doloroso porque yo siempre tenía presente las caras de los soldados vascos que volvían de las cárceles, derrotados, enfermos. Gente que conocías de antes volvían sin rastro de orgullo, con su cara delgada. Y afortunados eran los que volvían.
-Ha lamentado la falta de ayuda moral y económica durante lustros de trabajo callado e ignorado. A Maruri le dijo: "seguiré siendo el olvidado". ¿No se esperaba el reconocimiento que ha tenido?
-Pues no, la verdad es que no. Yo no sabía lo que había escrito. Estoy tan contento con la crítica que hasta creo que exagera lo bueno.

-¿Se imagina a alguien leyendo uno de sus 3 volúmenes en el metro?
-Lo he visto. Hace ilusión, y tiene mérito, con lo que pesan.

-Ya sé que no me va a contestar, pero ¿por quién ha escrito siempre?
-Sí, le voy a contestar. Por mi madre. Creo que empecé a escribir porque yo no era tan bueno con los estudios como mi hermano. He escrito… para dar la talla. Pero como digo en el principio del primer volumen, "mi verdadero mundo ha sido otro".

-¿Cuál?
-El de mis hijos. He intentado dejarles eso claro, que lo entendiesen.

Los paseos del solitario
-¿Mira atrás?
-Por desgracia. Ojalá no mirara. Cada mañana, en mi paseo, vuelvo a mis recuerdos más profundos. No puede evitarse, pero sería más feliz no haciéndolo. Siempre he renegado de los orígenes. Creo que me importaría un pito no saber quién es mi padre.

-Mirar atrás supone revivir momentos amargos.
-La vida es hermosa en sí misma. No es verdad que la muerte dé sentido a la vida. En los peores momentos, si me dejan solo, no soy desgraciado. Pero no puedes vivir bajo el mismo techo que tu tortura, cerca del objeto de tu dolor.

Llueve en Walden, Getxo. El hombre que no quiso ser marino porque quería escribir, nunca ha bebido ni fumado. No le gusta viajar. Nunca ha tenido coche. Está ágil. Siempre lleva txapela. Escribe a bolígrafo. En cuatro meses terminará La higuera, su próxima novela. Fue tímido, ahora está preparado para dar la cara por su obra. Mete leña en la estufa y cierra las persianas antes de salir de casa.
-En mis libros hay magia e imaginación. Pero yo nunca he estado en las nubes.