Música

Un premio

16 diciembre, 2004 01:00

Hace unos días se daba a conocer el ganador de la XXII edición del Premio Reina Sofía de Composición, que recaía en el italiano Daniele Gasparini por su obra Myselves passacaglia. Estamos ante uno de los premios más importantes que existen en su género en Europa y, poco a poco, va conociéndose internacionalmente desde que se abrió a los compositores de fuera nuestras fronteras. En su ya larga trayectoria lo han recibido, entre otras, obras de Guinjoan, Prieto, José Luis Turina, Oliver, Charles Soler, Bertomeu, Leclerc, Brotons, Martínez Espinosa, Rebullida, Civilotti, Llanas, Martín Jaime, Santacreu, Torres, Sotelo, Olavide, Gosálvez y Botter. Hubo un par de años en los que el premio quedó desierto, entregándose a Lutoslawski y Montsalvatge en reconocimiento al conjunto de su obra.

Tres aspectos lo hacen especialmente atractivo. De un lado su dotación económica de 18.500&euro y, de otro y quizá aún más importante, el estreno asegurado de la obra con una orquesta amplia y de calidad como la Sinfónica de RTVE, que ha interpretado hasta la fecha todas las partituras premiadas y también su difusión por radio y televisión. Además se han grabado en una cuidada colección de CDs. Por ello hay una parte de la nómina de autores españoles que aboga porque el premio se circunscriba a nuestro país y que han visto con cierta alarma que en sus dos últimas ediciones ha recaído sobre dos italianos. En aquel país existe un concurso parecido, el Valentino Bucchi romano, cinco años mayor pero sin la posibilidad del estreno con una gran orquesta y su transmisión radiofónica. Pero nada mejor que la competencia para estimular a nuestros compositores y para que el público pueda comparar las calidades de unos y otros. La Fundación Ferrer Salat debería de promover aún más la difusión del Premio Reina Sofía, de modo que en su jurado entrasen personalidades extranjeras y a su fallo fuese convocada la crítica internacional. No estamos ante un aumento considerable de su coste, sino ante el reto de saber elegir a quienes invitar para que se cumpla el objetivo de difusión, para intentar lograr para las obras el mejor de todos los premios: su incorporación al repertorio. Y la SGAE y el INAEM deberían participar en ello con más voluntad.