Image: El segundo asalto de Barenboim

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Música

El segundo asalto de Barenboim

La Ópera de Berlín estrena el viernes “Los maestros cantores” en el Real

20 junio, 2001 02:00

La visita anual de la Staatsoper berlinesa se ha convertido en uno de los acontecimientos de la vida lírica española. Al mando de su titular, Daniel Barenboim, la compañía desembarcará el próximo viernes en el Teatro Real con Los maestros cantores de Nuremberg de Wagner y Fidelio de Beethoven, en sendas producciones de Harry Kupfer y Stéphane Braunschweig y con cantantes de la talla de René Pape, Falk Struckmann, Francisco Araiza, Thomas Moser o Deborah Voigt. EL CULTURAL ha hablado con el intendente Georg Quander acerca de la compleja situación operística de la capital alemana.

Berlín es un pozo de problemas que afectan a todos los aspectos de su realidad cotidiana. El último eslabón de esta frágil cadena se quebraba hace apenas 15 días, cuando los socialdemócratas (SPD) rompían la coalición que les había unido a los democristianos (CDU) durante 10 años al frente del gobierno de la capital alemana. El alcalde-gobernador, Eberhard Diepgen, de la CDU, había presentado in extremis un plan de ahorro de 50 puntos que reflotara las maltrechas finanzas de la ciudad, que no fue aceptado por el SPD. Un agujero económico de más de medio billón de pesetas, de cuya responsabilidad se acusan uno y otro partido, fue el desencadenante de esta situación. Ante esta situación, se da por supuesto que la ciudad-land convocará elecciones que alargarán aún más esta agonía permanente.

Es lo que le faltaba a la vida cultural de la capital, que sufre las consecuencias de una ciudad unificada de iure pero no de facto, que ha vivido durante años a la sombra de la subvención descontrolada y cuyas instituciones, duplicadas cuando no triplicadas, están difícilmente preparadas para afrontar la nueva etapa que implica volver a ser la capital del Estado. No es de extrañar que a lo largo del año hayan aparecido anuncios con todo tipo de planes y reformas de la vida operística y musical de esta ciudad que cuenta con tres compañías de ópera (Staatsoper, Deutsche Oper y Komische Oper), de programación diaria. Como señala Georg Quander, intendente de la Staatsoper, "la situación es la misma que hace un año porque los problemas fundamentales, resultado de una financiación insuficiente a medio plazo, no se han superado". Las reformas técnicas necesarias para un teatro tan veterano todavía no se han plasmado en un proyecto que, como pronto, se pondrá en marcha en 2003. Parece, sin embargo, que la idea de una fusión salvaje que lideró el senado berlinés se ha dulcificado, permitiendo que las tres compañías tengan una vida artística y económica independiente.

La jugada de Barenboim

Esto ha sido, en parte, resultado del órdago lanzado el pasado año por Barenboim, que pareció surtir efecto. Con el apoyo explícito del Estado Alemán -que se ha sacado de la manga una partida de tres millones y medio de marcos para mejorar los sueldos de la Staatskapelle con el fin de que no descienda su nivel artístico-, lo que ha supuesto un empujón evidente a la continuidad del maestro argentino, desde siempre bien visto por los socialdemócratas aunque, según Quander, en el futuro tiene previsto limitarse a su papel de Generalmusikdirektor, dejando el ámbito artístico "en otras manos".

Pero la estrella ascendente de su competidor en la Deutsche Oper, Christian Thielemann, ha hecho que la situación pueda dar un giro de casi 180 grados. No se olvide que con la llegada de un intendente radical, como es Udo Zimmermann, al frente a la compañía del Berlín oeste, tras heredar el puesto del desaparecido Gütz Friedrich, Thielemann había anunciado su marcha, tal y como declaró a EL CULTURAL hace unos meses. Para sustituirlo se había previsto, después de varios descartes, a Fabio Luisi. Sin embargo, tras su éxito del pasado verano en Bayreuth y con un hábil manejo de los medios de comunicación, Thielemann se ha convertido en la "batuta mimada" de Alemania. La clase política se puso nerviosa y le pidió que no abandonara Berlín, cancelando de repente el contrato a un Luisi compuesto y sin novia.

Son bastantes las voces que señalan la posibilidad de que en un futuro no muy lejano Thielemann, por edad y nacionalidad, esté llamado a ejercer de coordinador de la vida operística de la capital. Quander no cree que éste "asuma ninguna responsabilidad artística al frente de las tres casas, sino que seguirá exclusivamente como Generalmusikdirektor de la Deutsche Oper", aunque con ello parece manifestar más un deseo que otra cosa.
Hay total unanimidad, sin embargo, en la necesidad de coordinar los escenarios, capaces de ofrecer los mismos títulos prácticamente a la vez. Según Quander, "al basarse los tres teatros en un sistema de repertorio, una producción es regularmente recuperada durante un amplio periodo de tiempo. Se han repuesto numerosos montajes que tienen 20 o más años de antigöedad, lo que conduce a que los mismos títulos puedan aparecer en varias casas simultáneamente, mientras que otros importantes no se programen". Para evitar el problema, sugiere la posibilidad de "una regulación de montajes, desde ahora, con vistas a que su duración no se prolongue más allá de diez años".

Polémica con Jacobs

También la política artística de la Staatsoper se ha visto atacada estos últimos meses en algunos aspectos. Este suplemento era testigo de las declaraciones de René Jacobs, quien señalaba indirectamente a Barenboim como causante de que la programación de óperas barrocas, que habían sido recibidas en Alemania con gran alborozo, se limitara en los próximos años. Saliendo al paso de estos comentarios, Quander afirma que "Jacobs no es ni el inventor de este programa ni le corresponde criticar nuestras decisiones, teniendo en cuenta que él se ha beneficiado como nadie en los años pasados. El ciclo dedicado a la ópera barroca continuará como hasta ahora, aunque no será realizado exclusivamente por un único artista".

La visita al Teatro Real que se inicia esta semana se enmarca en un acuerdo a tres años vista. Para la próxima temporada se barajan Elektra de Strauss y Wozzeck de Alban Berg. Aunque no está totalmente cerrado, Quander justifica su elección en que ambos montajes permiten una mayor compatibilidad con las características técnicas del coliseo madrileño. Ante la pregunta de por qué se insiste en una Elektra, de la que se ya hizo una excelente producción en el Real, en lugar de apostar por montajes que han ganado fama en Europa como las óperas barrocas dirigidas por Jacobs o la que él mismo diseñara de Roberto el diablo de Meyerbeer -que supuso un reconocimiento mundial al que fuera uno de los compositores favoritos del regio coliseo madrileño el pasado siglo-, Quander afirma que "me encantaría acudir con estas obras a España, pero el gerente del Teatro Real sólo ha mostrado interés, desde una primera instancia, en aquellas que estuvieran dirigidas musicalmente por Barenboim".

Contrapartidas

Tampoco acaban de confirmarse algunas de las contrapartidas que recibirá el Real por invitar tres años seguidos al conjunto alemán, con un montante que superará los 1.200 millones de pesetas. Se ha señalado en múltiples ocasiones que la Staatsoper incluiría en su programación futura el Quijote de Halffter y La señorita Cristina de Luis de Pablo. "Hay una disposición general de la Staatsoper para ello, pero ni se ha definido el momento ni el plan financiero para ambos proyectos", afirma Quander con una claridad que deberá ser precisada en los próximos días por los responsables del Real. Por otra parte, una posible Novena de Beethoven que había propuesto Barenboim para ser interpretada al aire libre en algún lugar emblemático de la capital, se ha caído del cartel ante la absoluta insensibilidad del Ministerio de Cultura y de la Comunidad de Madrid, que deberían hacerse cargo de los no excesivos gastos que ello implicaba.