Image: Agnes Baltsa

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Música

Agnes Baltsa

"Me encantaría trabajar con Almodovar"

28 febrero, 2001 01:00

Tras decir que no a Karajan y a Muti, Agnes Baltsa ha escogido el teatro real para asumir el reto de encarnar a Kundry, na de las más complejas criaturas Wagnerianas. A partir del sábado, la fascinante dama griega seducirá a Placido Domingo en la vuelta al coliseo madrileño de un título que tanta polémica desató en su momento

Desde las primeras frases que salen de su boca se aprecia que Agnes Baltsa es un animal teatral. Su rostro subraya en todo momento su mensaje, enfatizando sus impresiones. En la entrevista se muestra a la par distante y vital, sin parar de hacer gestos o de reflexiones que saltan de su mirada escrutadora. Su oscuro y atractivo timbre quizá enmascara una timidez crónica. "No me gusta dar entrevistas, ni cámaras, ni fotos, ni nada de eso", afirma rotundamente y con cierto enojo."Comprendo que forma parte del mundo del espectáculo actual, pero me gusta mantenerme al margen. Ya hay demasiadas personas que están en primera fila todos los días. Y como yo no tengo nada que ofrecer, prefiero evitarlo", señala.

-Cuando Karajan le pidió que asumiera este papel en Salzburgo, usted dijo que no había llegado el momento. Ahora parece que sí.

-No sé... Hay tres personajes que me han perseguido durante toda mi carrera: Kundry, Lady Macbeth y Tosca. Y siempre he dicho que no, a pesar de propuestas muy tentadoras. Que conste que, en el caso de Kundry, el idioma no era el problema. Yo hablo alemán, no me da respeto. Incluso pienso mucho en ese idioma. ¡Pero es una obra tan compleja!

-Con un libreto muy denso...

-Se dice mucho que el nivel literario de Wagner no alcanza su calidad musical. Para mí, el problema mayor viene del lenguaje en sí. Es posible que los wagnerianos se puedan enfadar conmigo, pero el idioma de Parsifal no existe, es inventado. No sólo porque no se habla. ¡Si hasta a los alemanes les cuesta comprenderlo! Casi hay que traducirla. Pero la música es maravillosa. ¡Ya veremos cómo me va! Pero creo que en mi actual momento vital está bien hacerlo. Es otro mundo, una nueva dimensión, tanto canora como intelectual. Me ha ayudado mucho pensar que ahí está Plácido, al que admiro profundamente. Me siento frente a él como en un espejo, porque se entrega de tal manera en lo que hace que te exige al más alto nivel. A ambos nos une un profundo amor por la música, por el arte. Además, García Navarro me ha insistido y, como la producción me interesa, he dicho: ¡adelante! El montaje es fantástico por su novedad. Si me hubieran planteado un proyecto a la antigua, hubiera dicho que no.

Tres voces diferentes

-¿Qué dificultades plantea el personaje?

-Kundry requiere casi tres voces diferentes. Cuando la interpretaba Christa Ludwig con Karajan, el primer acto lo hacía otra cantante. Tiene una tesitura muy extraña, como si fuera pasando por tres etapas vocales distintas. Entiendo que tiente a muchas sopranos dramáticas, aunque no sé muy bien cómo lo hacen. Por otro lado, la psicología del personaje es muy compleja, aunque todo se sostiene gracias a una música increíble.
-Este tipo de papeles tira abajo la división tradicional de las voces femeninas entre soprano y mezzo.

-Frente a lo que muchos opinan, para hacer una carrera de mezzo hay que tener las mismas características que una soprano. La tesitura es similar, quizá sin las notas más altas. En realidad, lo que determina la diferencia es el timbre.

-Casi habrá dicho adiós a Mozart y Rossini...

-Recientemente he hecho una pequeña locura, un divertimento, pero que me sirvió mucho: la Despina de Così. Me la pidió Harnoncourt, y yo quería probar cómo estaban mi voz, mi cabeza y mi corazón. Estos dos autores vienen a ser como mi evangelio, los considero algo propio. Eso me ha permitido entender que las agilidades de Rossini forman parte de la expresión. No entiendo la coloratura como un número externo, sino como un vehículo de comunicación. Cuando les oigo a esos cantantes americanos hacer las notas ágiles como si fuera un kikirikí, tengo la sensación de estar en el circo.

-Usted tiene fama de amante de la perfección.

-La perfección sólo vale para las máquinas. A mí me parece muy bello no ser perfecta. Pero soy muy exigente porque tengo un gran respeto por lo que hago, por la música y por el público. No me considero una persona difícil, sino muy disciplinada. A mí eso de llegar a las ocho y hacer un "bolo", ¡por favor...!

Desnuda en escena

-Pero en la ópera, cualquier cosa puede fallar a última hora.

-Estamos pendientes de un hilo. Particularmente, tengo un pánico horrible antes de salir. ésa es la razón por la que quiero que haya suficientes ensayos, para sentirme tranquila y poder entregarme a fondo. En este Parsifal me siento tan desnuda... Sobre todo por la producción, que es muy bella pero apenas tiene movimiento. Es como la voz de un oráculo expresada en una extraña lengua. No es una sensación nueva, porque siempre me he encontrado desnuda en escena. Cada vez que salgo, es como la primera vez.

-La relación entre los directores y cantantes ha evolucionado. Usted, al empezar tan joven, tuvo tiempo de trabajar todavía con algunos de los epígonos del post-romanticismo como Karajan o Bühm.

-Los directores de ahora tienen otra mentalidad, parece faltar tiempo para trabajar con los cantantes. En estos casos vuelvo siempre a Karajan. Desde luego, era una persona muy difícil. Pero, cuando llegaba el momento, era también un hombre sano, muy humano. Te transmitía aquello de "estoy aquí para aprender contigo" y eso es muy grande. También ahora hay buenos maestros, pero con Karajan se llegaba a alcanzar el éxtasis. Para mí fue único. De otra manera, también lo es Carlos Kleiber. Pero Karajan era excepcional. No sé, no puedo decirle cómo era. Sencillamente, trabajar con él era maravilloso...

-Sin embargo, usted tuvo sus más y sus menos con él.

-éramos casi como un matrimonio, y tuvimos algunos momentos difíciles, de incomprensión mutua. Pero apenas duraron unos meses. Después limamos las asperezas y volví a cantar el Réquiem de Verdi con él. Para mí era como un padre, un gigante, y siempre te transmitía algo nuevo, desde Bach a Strauss.

"Me ofrezco a Almodóvar"

-¿Echa de menos el Festival de Salzburgo de esa época?

-No puedo hablar del actual. Cuando me han propuesto algunas cosas, no he podido hacerlas, y llevo desconectada bastante tiempo. Además, no me gusta hablar del pasado. Quiero seguir con los ojos bien abiertos para afrontar cosas nuevas.

-¿Por ejemplo?

-No me refiero sólo a las musicales. Esta vida pasa muy deprisa, y me apetece disfrutar más de mi familia. Soy muy griega y tengo ese sentido familiar. En cuanto a cantar, nadie sabe qué será de mí y durante cuánto tiempo. Puedo decir que sigo estudiando, y el próximo año debutaré como Kostelnicka de Jenufa en la ópera de Viena. He llegado a un momento en el que valoro la importancia de la vida y necesito tiempo para disfrutarla.

-Usted se ha ganado el mérito de cantante-actriz. ¿No le tienta el cine, como a Callas con Pasolini?

-Hice una cosa para televisión, y fue una gran experiencia. ¿Sabe con quién me encantaría trabajar? Con Almodóvar. Soy una gran fan suya. Me imagino que si él lee esto se reirá, pero si tiene algo para mí, me ofrezco desde este mismo instante. Estoy segura que podría ser un magnífico director de ópera. Si logra mostrar la misma sensibilidad hacia la música -que en la ópera es lo primero- como la que tiene para sacar emociones a flor de piel, sería fabuloso.

Demasiadas tonterías

-¿Cree que los cantantes están a merced de la crítica?

-Yo respeto mucho a la crítica cuando atiende aspectos fundamentales. Incluso puede servirte de ayuda. Pero en los últimos años no encuentro mucha clase en lo que leo. Se leen demasiadas tonterías que no vienen al caso, y que apenas tienen que ver con la música, de gente muy maleducada. Pero ya se sabe que es una parte del juego. Cuando sales a escena, en medio de toda esa oscuridad, ahí están los críticos.

-¿Le molesta una mala crítica?

-A veces, sí. Tú vas con todo tu esfuerzo, tu ilusión y, a cambio, te dicen cosas sin sentido, incluso con mala intención, para ofenderte. Pero hay que tener en cuenta que, de las dos mil personas que van al teatro, sólo son esos dos o tres los que te acechan. El resto se siente feliz, aprecia tu trabajo. Ademas, un periódico, al día siguiente, ya no es nada.

-Algunas de sus colegas han transmitido la impresión de que es más difícil hacer carrera para las mujeres que para los hombres.

-Para mí, no. Frente a otras profesiones, las mujeres en la ópera no están peor consideradas que los hombres. Este trabajo es difícil, exige algunas renuncias y te impide tenerlo todo. Hacer música es como un bichito, una enfermedad. Yo no he tenido niños porque soy consciente de que no puedo ir con ellos por todos los lados. Pero, aunque sea una profesión difícil, me siento muy afortunada de seguir dedicándome a ella.

Nacida en la isla griega de Lefkas, Agnes Baltsa realizó su formación en Atenas y, posteriormente, en Múnich. Tras ser escuchada por Christoph von Dohnanyi, debutó en la ópera de Frankfurt, a la que estuvo vinculada durante tres años. A continuación debutó en Viena, Estados Unidos y la Scala. Una de las mezzosopranos más requeridas de las últimas décadas, ha intervenido en numerosos registros discográficos. Como cantante favorita de Karajan, interpretó en el Festival de Salzburgo la mayoría de los papeles con los que adquirió una fama internacional. En el Teatro Real interpretó el papel principal de Carmen en el montaje de Emilio Sagi.

Al fin, Parsifal

El emblemático título wagneriano llegará al Real los días 3, 6, 9, 12 y 15 de marzo con un reparto de alto nivel. Lo protagoniza Plácido Domingo, considerado el mejor Parsifal del momento, que ha alternado los ensayos en Madrid con las representaciones de la obra en la ópera de París.

A su lado figuran Matti Salminen, el bajo de mayor proyección actual en este repertorio, como Gurnemanz; el barítono alemán Franz Grundheber, que ya fue Amfortas en Salzburgo; los experimentados Artur Korn (Titurel) y Hartmut Welker (Klingsor), y la incógnita de la primera Kundry de Agnes Baltsa. El segundo reparto está encomendado a valores tan sólidos como Alan Held, Robert Dean Smith, Linda Watson y Kurt Rydl, que cantarán los días 7 y 11. La Orquesta y Coro de la Sinfónica de Madrid estarán dirigidos en todas las representaciones por el titular del Teatro, García Navarro.

Parsifal se estrenó en el Real en 1914, coincidiendo con el fin de la exclusiva que hasta entonces tenía Bayreuth, en un montaje de Luis Paris en el que cada solista cantó en su idioma. El gran tenor Francisco Viñas la interpretó ese mismo año con Luigi Mancinelli, uno de los mejores directores wagnerianos de la época. En 1921 se representó por última vez en el real coliseo, al mando de Leo Blech.

En la nueva etapa, Parsifal suscitó una gran polémica por ser el título elegido por Stéphane Lissner para levantar el telón, con Lorin Maazel a la batuta, Dieter Dorn en la escena y un reparto que también encabezaría Domingo. Pero el alto coste que suponía contar con Maazel y su orquesta bávara y la mala recepción con que el proyecto fue acogido por los medios de comunicación hizo que cayera definitivamente la idea y se llevara consigo al propio Lissner.

Ahora, Parsifal llega en un controvertido montaje, que parte del diseñado por Klaus Michael Gröber para la ópera de Amsterdam, pero en una profunda reforma realizada en coproducción con el Covent Garden. Es una producción muy exigente para el público, ya que la apuesta del director escénico alemán es muy estática y posee una fuerte carga conceptual.