Image: Aracil, el mago de Granada

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Música

Aracil, el mago de Granada

El viernes comienza el 49 Festival de Música y Danza

21 junio, 2000 02:00

"En España se han atado los perros con longaniza durante muchos años. Ya es hora de que personas que hemos hecho mucho con poco dinero apliquemos nuestra experiencia a la cosa pública"

Hace apenas siete años el Festival de Granada estuvo a punto de desaparecer. Tras la dimisión de Antonio Martín Moreno había entrado en un círculo de difícil solución. La mano izquierda de Alfredo Aracil, un compositor con talla de gestor, le ha dado la vuelta consiguiendo que, a un mes vista, muchos de los espectáculos gocen ya del cartel de "no hay localidades", como en las épocas más gloriosas de su historia. Los 420 millones de su coste sirven para abastecer de música durante casi tres semanas esos marcos incomparables.

A pesar de los riesgos que corría, Aracil vio desde el primer momento las posibilidades del festival: "Mientras en los últimos años se había centrado la programación en la gran música centroeuropea del siglo XIX, me parecía que podía lograrse un talante festivo a través de muy diversas músicas con mayúsculas, de calidad, dando opciones a todos los géneros. Eso era posible en una ciudad que, además, cuenta con marcos idóneos, para lo cual había que buscar la música precisa en lugar adecuado. Desde la catedral al Albaicín. Y funcionó".

Líneas temáticas

-Sin embargo, no negará que se plantean problemas de cara a diferenciar las ediciones.
-Sin duda. Para ello había que idear un punto de vista sobre el que girase cada edición, a la búsqueda de un sentido global y sin olvidarnos nunca de que estamos en Granada. La primera edición tendía una Mirada al sur. El pasado año y éste -convertidos en un mismo bloque por tratarse de un tránsito entre dos siglos- están centrados en los límites y extralimitaciones. Ahí se engloban el salto del canto llano a la polifonía en la Edad Media, la inmensidad de la Tetralogía wagneriana, las Bagatelas de Webern -un prodigio de concisión-, pasando por la Pregunta sin respuesta de Ives. Mayor lucha contra los límites que El clave bien temperado de Bach creo que no es fácil de encontrar. Ese mismo concepto se encuentra en las desmesuradas transcripciones que hiciera Stokowski de obras bachianas, pasando por la peculiar reducción para dos pianos que hizo Liszt de la Novena de Beethoven.

-Gran parte del secreto ha sido devolver la música a los marcos históricos. Pero la descentralización no siempre es fácil en un festival con un elemento social muy importante.
-Fuimos poco a poco. No queríamos imponer, sino aplicar a medio y largo plazo un proyecto. Ha sido cuestión de paciencia, resultado también de haber trabajado con tranquilidad gracias al apoyo de las instituciones. Un festival que busca la diversidad sin caer en la dispersión debía ser muy coherente, buscando para cada música su escenario ideal y su hora más adecuada. Por ello entendimos que había que volver a los orígenes, y la ubicación en el marco de la Alhambra nos parecía fundamental. Un concierto en el Carlos V o un ballet en el Generalife son experiencias únicas. Pero Granada está llena de sitios que brindan múltiples opciones: los cafés concierto, los trasnoches flamencos o la gran fiesta de la música, en la que se vuelca la ciudad.

-Una de las críticas que ha recibido usted es que ha prescindido del abono.
-Pero lo hemos sustituido con otro tipo de promociones. Aunque el abono siempre es un colchón económico muy importante, éramos conscientes de que había que buscar varios públicos diferentes. Existen muchos aficionados potenciales. Sólo hay que convocarlos adecuadamente. Y la realidad es que responden. Hay unos datos, que nos brinda anualmente la Facultad de Sociología, de que más de 60% de los asistentes confiesa que acude sólo a tres o menos actos, sobre la base de sesenta y cinco espectáculos. Está, además, todo aquel que se deja guiar por el turismo cultural y quiere disfrutar con una determinada actividad en un marco concreto. A ello hay que añadir un esfuerzo en la difusión del mensaje. Yo mismo me he volcado entre las asociaciones de vecinos para convencerles de que, por encima de todo, es una celebración para la propia ciudad, una forma más de disfrutar de ella.

-Buena demostración de que los festivales no están en crisis. Al menos, en su modelo.
-No hay un modelo de festival, ni una fórmula exportable que aplicar a todos. Sin embargo, creo que es muy peligroso quedar en brazos de un único público, el que sea, desde el melómano que busca las obras más extrañas al perezoso que sólo se deja guiar por determinados artistas. Si caes en la trampa de depender de un único público estás en sus manos y cuando quiera, por lo que sea, te puede abandonar. Para ello hay que ampliar el espectro al máximo. Que acertamos viene dado porque llevamos años con muy buena salud económica y política, y con unos niveles cercanos al 100% de ocupación.

Malabares con los números

-En España, los festivales de más raigambre están aún muy lejos de los presupuestos europeos. Granada dispone, por ejemplo, de la cuarta parte de Aix-en-Provence. Y eso, sin hablar de monstruos como Salzburgo o Edimburgo.
-Es que en España los festivales valen más de lo que cuestan. Me explico. A base de complicidades y ayudas espontáneas se consiguen cosas que, en otros sitios, implican un coste. Aquí las colaboraciones son muchas.

Desde los patronatos de turismo de la ciudad o de la Junta de Andalucía, que se vuelcan, hasta los estudios de la Facultad de Sociología. Tenemos que acudir a pequeñas argucias, como integrar un taller de fotografía de espectáculos, lo que nos permite dotarnos de ese servicio sin demasiado coste. Pero mire, a mí no me parece mal que hagamos un buen festival con menos dinero. Aquí, en España, se han atado los perros con longaniza durante muchos años. Ya es hora de que personas que hemos hecho muchas cosas con poco dinero, intentemos aplicar nuestra experiencia a la cosa pública. En mi generación hay varios representantes de una nueva política de gestión musical. Con eso no quiero decir que con más dinero no haríamos más cosas. Pero no se olvide que los presupuestos vienen dados por los políticos que administran. A lo mejor deberían ser ellos los que considerasen que este tipo de acontecimientos son no sólo muy buenos, sino que invertir en ellos resulta muy positivo para la vida cultural y económica de las ciudades.

Buscar la singularidad

-Se le ha criticado también que parece querer prescindir de los grandes intérpretes.
-No es cierto. Basta repasar la nómina de esta edición, donde figuran desde Leonhardt a Haitink. El problema es distinto. Hay que programar para Granada, pero no podemos olvidar que un 35% de los asistentes procede de fuera de la ciudad. Si yo programo las mismas orquestas que se pueden ver en el Auditorio Nacional o en la Maestranza, ¿qué interés le puede mover al potencial oyente? A lo mejor, con el marco de la Alhambra se desplaza una vez. Pero no va a volver. Hay que buscar una cierta singularidad, siempre dentro de la calidad necesaria. Un dato es que el Festival de Granada es de los que tienen mayor presencia en las transmisiones de Euroradio. Y en la radio no se ve, sólo se oye. Será porque la música que programamos tiene interés.

-Durante años la situación económica del festival fue temible. ¿Cómo está su deuda?
-Cuando llegué, la situación económica era tan desesperada que muchos no se atrevían a apostar por su continuidad. Hubo que reajustar la oficina del festival, hacer frente a los pagos. Todo ello se ha realizado sin pausa, con un equipo excelente, tanto en lo que se refiere a la administración como a la producción. Poco a poco fuimos pagando todo, gracias también al aumento de los ingresos. Al cambiar el clima, las instituciones reaccionaron positivamente, mejorando las subvenciones.

-Hasta aquí sabemos del Alfredo Aracil gestor, pero ¿qué ha sido del compositor?
-Durante este tiempo no le ha quedado opción que estar a medio gas. No he dejado de componer, y he terminado una obra cada año. Hasta pude respetar todos los encargos que tenía, gracias a una sólida autodisciplina que me ayuda a no perder el hábito. De todos modos, el compositor está golpeando a la puerta y he pedido a los responsables que vayan buscando otro director a partir del 2002. De otra manera, me vería en una mala situación para llevar adecuadamente a cabo mi labor.