Música

"La belleza salvará al mundo"

200 años del nacimiento de Alexander Pushkin

30 mayo, 1999 02:00

El pasado 26 de mayo se conmemoraba el segundo centenario del nacimiento de Alexander Pushkin (1799-1837), el mítico poeta del romanticismo y lírico nacional ruso. Su influencia fue enorme en el campo de las artes, y muy especialmente en la música, dando origen a numerosos títulos inmortales del repertorio operístico.

Al lector español le puede extrañar la altísima valoración de Pushkin en su país, su presencia constante en monumentos, nombres de calles, institutos, museos y escuelas. Al extranjero, en general, le es difícil apreciar el dominio que ejerció sobre la lengua rusa, la riqueza de matices, el ritmo de sus composiciones poéticas, la energía luminosa de su expresión, capaz de adentrarse, con lengua flexible y brillantez únicas, en la solemnidad del paisaje, pero también en el carácter, en el sentir del alma de su pueblo. Cree que debe, en gran medida, la fama a su desaparición prematura en duelo a muerte por defender su honor, puesto en entredicho por la conducta frívola de su esposa. Por otra parte el poema largo, la novela poemática le sirvió de molde más usual para sus creaciones, como lo fue para otros poetas contemporáneos bizarros y aventureros, desde Byron hasta Espronceda. Este género literario no interesa ya al lector de hoy.
Sin embargo, a través de la música, quienes no tienen acceso al idioma ruso se han podido aproximar al lector moscovita de manera indirecta. Sus escritos han generado infinidad de composiciones musicales en todos los campos, bien por su cauce natural, el poema breve y el lied consiguiente, bien por medio del ballet, la cantata, el poema sinfónico o la ópera.

Poemas musicales
Ya en vida, sus versos, de límpida transparencia y una expresividad ante los sentimientos desconocida en la literatura rusa, tuvieron reflejo en los pentagramas de algunos de sus contemporáneos. Mikhail Glinka puso excelente música a muy bellos poemas, entre ellos el célebre dedicado a Ana Kern, "Recuerdo aquel maravilloso instante" y "En mi sangre arde el fuego del deseo". En 1820, poco después de haber sido desterrado al Sur a causa de unos epigramas políticos, Pushkin escribió, con irónico distanciamiento, el poema épico "Ruslán y Ludmila". En 1842, Glinka compuso sobre este poema la ópera del mismo título, partitura clave en la fundación de un teatro lírico nacional. Su obertura es pieza predilecta de las orquestas.
En el campo del lied, la poesía de Pushkin ha encontrado la respuesta de grandes compositores, desde las 32 canciones de Nikolai Medtner hasta Prokofiev y Shostakovich. El célebre Grupo de los Cinco colocó a Pushkin en un altar. Si Balakirev compuso el coro femenino "La oración de los rusos", y Borodin el bello "Por las costas de tu lejana tierra natal", orquestado después por Glazunov, los tres restantes maestros se empeñaron en obras ambiciosas.
La principal, "Boris Godunov", sobre el tremendo episodio histórico del falso zar Dimitri, con música genial de Modest Mussorgski. "Boris" es hoy considerada la más importante de las óperas rusas (y una de las cinco grandes de todos los tiempos), pero el drama estuvo prohibido por el zar Nicolás I, luego gran admirador del poeta, y aún más de la bellísima esposa de éste, Natalia Goncharova.
Rimski-Korsakov es uno de los más fervientes pushkinianos a través de numerosas canciones y en tres óperas: "Mozart y Salieri", origen de la falsa leyenda del envenenamiento de Mozart por el compositor italiano; "El zar Saltán" y "El gallo de oro", esta última uno de los más bellos frutos tardíos del autor de "Scheherezade".

Amores cosacos
Cesar Cui también basó tres de sus óperas en Pushkin. "El prisionero del Cáucaso", su mayor éxito, parte del byroniano poema de ese título y cuenta los amores de una circasiana por un ruso al que los cosacos han hecho prisionero; más tarde escribió "Un banquete en tiempos de peste" y "La hija del capitán", la más célebre novela de Pushkin fuera de Rusia.
También el gran Chaikovski recurrió al estro de Pushkin en diversas ocasiones. "Eugenio Onieguin", uno de los mayores y más extensos poemas de Pushkin, es un ejemplo perfecto de lo que él mismo llamó "realismo romántico"; "Mazeppa", basada en el poema heroico "Poltava", y "La dama de picas", cuyo libreto extrajo Modest Chaikovski, hermano del compositor, de la novela homónima de 1833. Esta apasionante y misteriosa historia de juego, ambición y locura, es la obra maestra de Chaikovski en el terreno lírico.
Antes de Chaikovski, Alexander Dargomizski compuso dos óperas sobre Pushkin: "Rusalka o la ondina" (1856), con la que reveló su talento al público de San Petersburgo, y "El convidado de piedra", sobre el personaje de Don Juan.

El secreto del poeta
Después de Chaikovski, las obras de Pushkin han seguido motivando a los compositores rusos, desde Arenski y su ballet sobre "Noches egipciacas" hasta Stravinski y su ópera en un acto "Mavra", basada en "La casita en Kolomna". Pero después de Chaikovski, quien ha escrito la música más atrayente sobre Pushkin ha sido Sergei Rachmaninov, con dos óperas, "Aleko", sobre "Los gitanos", y "El caballero avaro", extraída de las llamadas "pequeñas tragedias" escritas en 1830 por Pushkin.
Se ha dicho que en las obras de Pushkin se aprende más de la historia y del carácter ruso que en muchos tratados de ilustres historiadores. El gran poeta creyó en el pueblo ruso y le exhortó en su difícil camino hacia la libertad. Eso, unido a lo sobrio y sencillo de su lenguaje, siempre melodioso y brillante, pero liberado de la carga sentimental y lacrimosa de otros contemporáneos suyos, suscitó en el pueblo ruso un movimiento de afecto y una veneración como poeta alguno haya recibido nunca.
En 1880, Fedor Dostoyevski, figura máxima de la literatura rusa en aquel momento, pronunciaba el discurso inaugural de la gran estatua erigida a Pushkin en Moscú. Para el autor de "Crimen y castigo", el poeta se llevó a la tumba algún secreto y los rusos han intentado desde entonces descifrarlo.
Los músicos -sobre todo Musorgski, y después Chaikovski y Rimski-Korsakov- nos han ayudado a ello, haciendo más cierta la máxima dostoyevskiana: "Krasota spaset Mir", "La belleza salvará al mundo".