En el marco del programa Nuevos Creadores del Centro Danza Matadero, la compañía La Venidera estrena NO, una propuesta firmada, dirigida y bailada por Irene Tena y Albert Hernández.

La pieza se inscribe en esa tendencia reciente en la que la danza se diluye en el concepto, donde el cuerpo deja de ser el eje y se convierte en excusa. Los creadores intentan abrir una reflexión sobre la identidad y el recorrido vital, mas el resultado termina desplazándose del terreno coreográfico al performativo, dejando en el aire una pregunta inevitable: ¿dónde queda la danza?

El montaje está lleno de cuidados detalles, es innegable.

La composición escénica muestra oficio: las sillas y el micrófono en directo evocan referencias claras a Pina Bausch, tanto en el uso de los objetos como en la voluntad de amplificar los sonidos que nacen del cuerpo, casi como si fueran emociones verbalizadas.

En otra cuerda, la música, por momentos cercana a la atmósfera de Blade Runner, construye un paisaje sonoro que sostiene la escena, mientras que el cierre, de tempo contenido y disposición espacial, remite al universo visual de Jiří Kylián en sus piezas para el Nederlands Dans Theater.

Todo está ahí, ensamblado con intención y cuidado. Sin embargo, lo que falta es lo esencial.

La pieza no confía en la danza como lenguaje suficiente. El movimiento aparece interrumpido, subordinado a una idea que se sobreexplica. Los intérpretes exponen gestos, miradas, desplazamientos fragmentados que sugieren un diálogo interior, pero el cuerpo no llega a desplegar su potencia expresiva. En su lugar, la escena se vuelve un espacio de evocaciones más que de acción física.

Tena y Hernández plantean un viaje íntimo: quiénes son, qué los ha definido en los últimos años, cómo dialogar con la tradición desde su generación. Nacidos en los noventa, intentan ofrecer una mirada hacia la danza española y el flamenco desde la inquietud de quienes buscan expandir límites.

Ese impulso es legítimo y necesario. Pero la tentativa de fusión entre discurso conceptual y raíz flamenca no termina de encontrar su forma. La coreografía se disuelve en la intención y el resultado no logra unificar idea, ritmo y emoción.

Una escena de 'NO', de la compañía La Venidera. Foto: ©Dansa Valencia / José Jordán y Eva Mañez

Hay en NO intuición, energía y búsqueda. Se percibe el deseo de pensar la danza desde otro lugar, de revisarla sin repetirla. Pero la obra se queda en el umbral de lo que podría ser. Falta ese hilo invisible que une la técnica con la emoción y el riesgo con la claridad.

Para alcanzar madurez y coherencia será necesario tiempo, rodaje y una pregunta honesta: ¿qué es esto y cuál es su espacio? Si la respuesta sigue siendo la danza, entonces la sugerencia más útil sería simple y directa: no olvidéis danzar.

El Centro Danza Matadero merece una mención aparte. Su apuesta por abrir el escenario a los nuevos creadores está consolidando un ecosistema imprescindible. Es, hoy por hoy, el espacio más sólido de Madrid para experimentar, descubrir y pensar la danza en todas sus aristas.

Allí conviven la tradición y la vanguardia, la técnica y la palabra, el ensayo y la exhibición. NO se inscribe en esa línea de exploración, aunque su camino aún esté en construcción.

El mérito de La Venidera reside en intentarlo. En atreverse a decir “no” cuando todo parece exigir afirmaciones seguras. Pero decir “no” también implica asumir el vacío que deja lo negado. Y en esa grieta, en ese silencio que aún busca movimiento, quizá empiece su próxima danza.