No hay escenario fijo, ni cuarta pared, ni línea clara entre quién actúa y quién mira. This Work About the Orange, de Marco Chenevier y Alessia Pinto, no es una pieza de danza tradicional. Es una provocación. Una propuesta directa, incómoda por momentos, que desmonta los códigos habituales de las artes escénicas y pone el foco en el público. No como testigo pasivo, sino como parte activa de una dramaturgia que avanza si, y solo si, el espectador interviene.
La referencia a La naranja mecánica no es decorativa. Todo lo contrario. Está en el centro del dispositivo. El color blanco, la leche, la ambigüedad moral, la tensión entre sumisión y violencia simbólica: todo remite al universo creado por Burgess y Kubrick. Pero aquí no hay ultraviolencia explícita, ni distopía futurista. Hay una sala, dos intérpretes y una sucesión de situaciones que tensan los límites éticos del público. Allí nos debatimos entre preguntas como: ¿Intervengo? ¿Me río? ¿Sigo la consigna? ¿Me callo?
Chenevier y Pinto no buscan complacer, ni gustar. Proponen un juego con reglas cambiantes, una performance que no funciona sin la participación real del público. No hay una historia lineal. No hay personaje ni desarrollo clásico. Lo que vemos es un espejo molesto. Y una serie de decisiones que el espectador debe tomar. Algunas banales. Otras… no tanto.
Desde el inicio se advierte que nada será convencional. Los intérpretes se presentan, pero pronto se desdibujan como tales. A ratos son performers, a ratos guías, a ratos provocadores. En ningún momento renuncian a su presencia escénica, pero ceden parte del control. El espectáculo transcurre entre danza estructurada, improvisación física, instrucciones al público y momentos de silencio que funcionan como pausas para pensar, o al menos para respirar.
Hay una escena con billetes. Otra con confesiones. Otra… ¡no sabemos porque los asistentes decidimos no verla! Cada secuencia expone, sin artificios, lo fácil que es empujar al otro hacia una decisión cuestionable. Lo inquietante no es lo que ocurre en el escenario, sino lo que ocurre en la mente del espectador. Se le observa, se le mide, se le desafía. ¿Qué estás dispuesto a hacer por encajar? ¿Hasta dónde estiras tu integridad cuando no hay consecuencias claras?
Un momento de 'This Work About the Orange', de la compañía Les Trois Plumes, en la función del sábado en los Veranos de la Villa de Madrid. Foto: © Sara Cort, Eleventh Floor © Madrid Destino
La pieza no ofrece respuestas. Tampoco hace juicios. Deja todo en manos del público, que sale más interpelado que entretenido. No hay lugar para el aplauso fácil. Ni para la distracción. Lo que hay son preguntas: ¿somos tan buenos como creemos? ¿o tan frágiles como sospechamos?
Desde el punto de vista formal, la obra se apoya en la fisicidad de ambos intérpretes, sin despliegues técnicos ni secuencias de danza espectaculares. Lo que se muestra es el cuerpo como herramienta de lenguaje. El cuerpo como espacio de tensión, de comunicación directa. Alessia Pinto aporta su formación académica en danza, que se percibe en la precisión de sus movimientos. Chenevier, por su parte, introduce elementos de teatro físico, improvisación y dirección escénica que articulan la propuesta.
Lo interesante no es lo que bailan, sino cómo lo integran. Cómo lo usan para narrar, para romper, para invitar al otro a entrar. Porque todo gira en torno al otro: el espectador, el compañero, el grupo. Lo que en otro contexto sería una secuencia coreográfica aquí es una herramienta para activar la reflexión o generar incomodidad. Y funciona.
Este trabajo es arriesgado, aparentemente sin belleza, sin forma, ni contenido. Y en ese fondo emerge una idea incómoda pero necesaria: el ser humano no es inocente. Puede ser generoso, sí. Pero también puede ser cruel, manipulable e interesado. La performance no lo afirma de forma directa, pero lo sugiere. Y lo muestra. Sin palabras, pero con hechos. Con situaciones diseñadas para provocar.
Prensa - Les Trois Plumes (2)
Hay algo de experimento social, algo de ensayo escénico y algo de ritual. El resultado depende de la función. De la gente. Del momento. Y eso hace que el espectáculo no sea reproducible. Cada noche es distinta. Cada grupo reacciona de forma diferente. Y en eso radica también su interés: no hay dos funciones iguales. No hay respuesta cerrada.
El mérito está en generar una experiencia escénica sin artificios, hacerlo en un contexto como el de los Veranos de la Villa, donde el público espera, en general, propuestas más ligeras. Esta no lo es. No entretiene. No busca la evasión. Invita a pensar. A cuestionar. A incomodarse. Lo logra con herramientas escénicas bien construidas, sin trucos ni trampas. Sólo con presencia, escucha y decisión.
Quizás lo más perturbador sea constatar que, incluso en un contexto de juego, algunas decisiones revelan mucho de lo que somos. Me tranquiliza pensar que, al menos en esta función, hubo más gestos de humanidad que de egoísmo. Más colaboración que interés. Pero la pregunta sigue ahí: ¿hasta cuándo?
This Work About the Orange no es un espectáculo para todos. Y eso está bien. Porque no todas las piezas deben buscar el consenso. Algunas deben confrontar. Esta lo hace, con inteligencia. Sin adornos. Sin filtros. Sin disculpas.
