El Instante es una fundación dirigida con plenos poderes por Cristina Pons. Ha nacido con voluntad de agitar el cotarro cultural, ser vehículo de nuevas y avanzadas propuestas y dinamizar en lo posible la vida cultural madrileña. Hace pocas semanas se estrenó en sus instalaciones (unas antiguas cocheras) el monodrama Un tiempo enorme de Jorge Fernández Guerra. Antes habían desfilado por su escenario composiciones de Juan Manuel Artero y Tomás Marco. Además de ser receptáculo de otras propuestas multidisciplinares, ahora la fundación anuncia un proyecto de mucha enjundia conectado con nuestro presente: una zarzuela que lleva por título Se vende y que ofrece detalles muy curiosos y sorprendentes.

La fundación califica el proyecto como reality show reconvertido en zarzuela, “un espectáculo que vende fama, glamour, desazón, corrupción y tiempo. Una nueva forma de ver el género chico con una puesta en escena inmersiva que preserva sus esencias a base de humor, crítica y actualidad”. Se pretende adoptar un tono sarcástico con música del momento. Los personajes hablan y actúan en “un papel cuché virtual”. Se plantea una subasta, que establecerá su grado de popularidad. No hay moraleja ni ideología. Lo que en definitiva importa por encima de todo es la fama. Cuestiones que nacen del chat en el que están inmersos un grupo de muchachos, atentos, como tantos, a Twitter o Instagram, a series televisivas... y a una zarzuela.

El argumento describe la peripecia de tres celebridades –Timo Time, Nada Time y Time de Rien– que participan en una gala que va a ser emitida en directo por televisión. En el escenario son recibidos por el Martillo, maestro de ceremonias. Pese a las expectativas la subasta es un fiasco por falta de pujadores y el presentador acaba suicidándose a la vista del público. Cuando todo parece indicar que aquello va a terminar en trifulca, se abre, por el contrario, una escena final en la que, como remate de la farsa, todos cantan y bailan a ritmo caribeño una ‘corona-danzón’.

Un planteamiento que no deja de tener su miga, su enfoque hipercrítico y que dura en torno a una hora. Tres actos, el último de ellos con cinco cuadros, que se desarrollan en la calle, en el hall y en la sala, todo ello adaptable a cualquier espacio escénico. Una función servida por la música de tres relevantes compositores de nuestro presente: Jesús Rueda, David del Puerto y Javier Arias, que han ilustrado un sorprendente libreto de J. M. Fernández Shaw, que es autor también de la escenografía e imágenes y de la dirección de escena.

Mimbres juveniles

Se cuenta con un bien adiestrado equipo de jóvenes actores del Aula de Teatro de la Universidad Carlos III a los que se unen Ignacio Vicens y Miguel Marinas y cuatro cantantes: la soleada soprano Soledad Cardoso y la flexible mezzo lírica Sandra Pastrana, hasta cierto punto veteranas y de mucho tronío, la soprano de la Escuela Reina Sofía Maylín Cruz y el barítono lírico Xavier Mendoza, de timbre grato y técnica segura, activo en distintos frentes desde hace años. Junto a ellos la juvenil Madrid Festival Orchestra ahormada por Albert Skuratov, él mismo violinista, y el Coro de la Orquesta Filarmonía con Tadeo Ruiz al frente.