Chucho Valdés y Mine Kawakami. Foto: AcentoenlaCé

La pianista Mine Kawakami viajó hasta España buscando un camino alternativo a la música clásica. Aquí descubrió al maestro del jazz afrocubano y lo persiguió hasta que consiguió tocar a dúo con él en La Habana en 2004. Catorce años después celebran su reencuentro en el Teatro Real el 1 de diciembre con un concierto en el que fusionarán a Bach con el son y el lirismo oriental con la contundencia rítmica de Cuba.

A principios de siglo la joven pianista Mine Kawakami llegó a La Habana buscando a Chucho Valdés. Lo había visto tocar por casualidad en Madrid, donde la intérprete japonesa se había instalado buscando un camino alternativo a la música clásica que llenara su espíritu con eso que por aquí llamamos "duende", algo invisible y misterioso en lo que también creen, a su manera, en el lejano oriente. Y el maestro del jazz afrocubano fue la inesperada brújula que la situó en un nuevo mapa. "Yo no conocía la música de Chucho y verlo tocar en directo por primera vez fue como si me cayera un rayo en la cabeza". Así recuerda Kawakami (Nagoya, Japón, 1969) la epifanía que la llevó a Cuba tras los pasos de Valdés. "Pero Chucho nunca estaba en Cuba". Mientras esperaba conocerlo y tocar algún día con él, ella siguió estudiando, empapándose de la música cubana. La gente se preguntaba qué hacía allí. "Me llamaban la chinita de Japón", recuerda riéndose.



En 2004 le llegó la oportunidad perfecta: Cuba y Japón celebraban cien años de relaciones bilaterales y la embajada japonesa en la isla la invitó a participar en los festejos. Cuando le preguntaron qué quería hacer, exclamó: "¡Quiero tocar con Chucho Valdés!", y se obró el milagro por la vía diplomática. Curiosamente, cuando contactaron con él, el músico se encontraba en Tokio, donde iba a actuar en el club de jazz más selecto de la capital nipona, el Blue Note.



La clásica, el jazz, el pop o el son forman un solo mundo. Las etiquetas en la música son barreras". Chucho Valdés

"Aquello fue muy sorpresivo", recuerda Valdés (Quivicán, Cuba, 1941), que aceptó tocar con ella y enseguida detectó en ella muchas cualidades: "Tiene un lirismo increíble, es una tremenda compositora, una tremenda pianista y absorbe las cosas muy rápido. Es inteligente y muy buena persona". Catorce años después de aquel primer contacto, los dos músicos se han reencontrado para ofrecer un concierto este sábado 1 de diciembre en el Teatro Real de Madrid. En el sótano de una exclusiva tienda de pianos cerca de Atocha, reunidos para ensayar con dos pianos de cola enfrentados, Kawakami recibe con una sonrisa esta avalancha de halagos de alguien que acaba de recibir su décimo Grammy, esta vez con carácter honorífico en reconocimiento a toda su carrera.



En su concierto del sábado, titulado "De La Habana a Kioto, con parada en Madrid", Valdés y Kawakami interpretarán a dos pianos composiciones de ambos mezclando el estilo poderoso y rítmico del cubano con la fluidez y el lirismo de la nipona, con un papel importante reservado a la improvisación. "Si tocamos diez veces una composición, las diez veces sonará diferente", asegura Valdés. Como es lógico, parten de una estructura y una base armónica prefijadas, y sobre ellas las frases musicales vuelan libres, acotadas tan solo por breves indicaciones poéticas, como "selva cubana", "amanecer japonés", "sol de Cuba" o "viento agitando el bambú". "Cuando ensayamos por primera vez para este concierto, hace unas semanas en Florida, me impresionó que no tuviéramos que conversar mucho, porque la comunicación surgía de manera natural a través de la música", explica Kawakami. "A mí me limita mucho hablar en español porque no es mi idioma materno, pero ambos compartimos el lenguaje común de las 88 teclas".



La música de Chucho es madera, piedra. La mía es fuego, agua, aire". Mine Kawakami


De hecho, Valdés opina que la comunicación musical se parece mucho a la comunicación oral. "La música y el lenguaje tienen las mismas leyes", asegura. Por eso para dos músicos unidos encima de un escenario la palabra clave es "diálogo", especialmente si tocan, como es el caso, el mismo instrumento y, por tanto, comparten el mismo timbre, lo que hace más difícil distinguir la parte de cada intérprete. "Tú me dices algo, yo te respondo; yo te pregunto, tú me contestas. Es un diálogo fluido, jamás competitivo. Si no, sería como si uno hablara y el otro gritase", explica el músico cubano. "Curiosamente, aunque los dos tocamos el piano, nuestro sonido es completamente distinto", añade Kawakami. "La música de Chucho es madera y piedra. La mía es fuego, agua y aire. Entre las dos suman los cinco elementos que forman el universo".







Este celebérrimo Preludio n.° 1 de Bach pasado por filtros afrocubanos y orientales, que también figura en el programa del concierto, es una buena muestra de la visión holística de la música que comparten los dos pianistas y compositores. "Para mí, la clásica, el jazz, el pop o el son forman un solo mundo. Las etiquetas en la música son barreras", señala Valdés. Precisamente, uno de los mayores poderes de la música consiste en tumbar barreras, y así lo reivindica siempre el cubano, que tituló uno de sus últimos discos Border free (2013). Ahora acaba de lanzar otro, Jazz Batá 2, una vuelta al concepto musical del álbum que grabó en 1972 y que en su momento fue considerado innovador por sustituir la canónica batería del trío de jazz por el tambor batá.



Conexión Cuba-España-Japón

Tanto Valdés como Kawakami tienen una relación muy fuerte con España. "No hay cubano que no tenga sangre española. Somos descendientes de españoles y africanos, por eso nuestra música tiene una raíz rítmica tan fuerte", afirma Valdés. "A mi padre le encantaban Falla, Turina, Granados y Albéniz, y me enseñó a tocarlos. También la música popular española y el flamenco han calado mucho en Cuba. El Lágrimas negras de Bebo y El Cigala es el mejor ejemplo, y yo también grabé un disco muy bonito con Concha Buika que tiene flamenco. Además he vivido en Benalmádena (Málaga) durante ocho años, me instalé allí muy cerca de mi papá cuando él enfermó".



"Japón y España no tienen lazos de sangre, pero para mí es un país muy especial. Cuando llegué por primera vez, desde el primer minuto supe que me gustaba este lugar, y estoy enamorada de él hasta hoy", añade Kawakami. "Yo trabajo mucho componiendo para la televisión japonesa, pero resido y compongo aquí. España está llena de sonido, de silencio, de colores. Todo me inspira para componer, tengo que estar en este país, no puedo irme de aquí".



@FDQuijano

Los Valdés, orgullo de Quivicán

El nuevo disco de Chucho, Jazz Batá 2, es en parte un homenaje a su padre, Bebo Valdés, en el centenario de su nacimiento (ambos nacieron el 9 de octubre, con 23 años de diferencia), ya que fue él quien sembró no solo la semilla de la música, sino también la fusión fecunda de las tradiciones europea y afrocubana. Chucho también ha rendido homenaje a su padre recientemente a su paso por distintos escenarios, pero el más importante tuvo lugar en Quivicán, el pueblo natal de ambos, el día de su cumpleaños. "Se hizo una misa en la iglesia, se proyectó un documental y después se hizo un concierto con todos los Valdés músicos. El pueblo entero salió a la calle. Si vas a Quivicán, lo primero que ves al entrar es una foto mía y de mi padre abrazados. Lloré mucho cuando la vi. Es la tierra donde nací y los Valdés son el orgullo del pueblo".



Chucho y Bebo Valdés en el videoclip de Tres palabras, del disco Juntos para siempre (2008)