Maria João Pires y Lilit Grigoryan.

La artista portuguesa, en retirada progresiva de los escenarios, llega el miércoles 14 a la Sala de Cámara del Auditorio Nacional. En su recital a cuatro manos, dedicado íntegramente a Mozart, le acompaña Lilit Grigoryan.

Una nueva visita de la exquisita pianista portuguesa Maria João Pires se anuncia para el próximo miércoles 14. En su concierto, dentro del ciclo de La Filarmónica, aborda, junto a Lilit Grigoryan, un programa dedicado íntegramente a Mozart. Conocida es la identificación de la artista con los pentagramas del genio salzburgués, en los que ofrece, desde hace lustros, lo mejor de sí misma y en los que encuentra la respiración más natural, el acento más lírico, el sonido más refinado y la emoción más profunda.



El trazado de Pires es de una gran pureza y de una rara intensidad, nacidas de la exactitud y firmeza del ataque, de la variedad de su toque, de la riqueza de su pedal, trabajado con una habilidad y una clase que pertenecen sólo a los más grandes. La instrumentista lisboeta tiene un secreto, una impronta que la faculta para acceder a los mundos más íntimos y más recónditamente poéticos. Acaricia el teclado con sus pequeñas manos, infalibles en el ataque y precisas en la digitación. La proverbial nitidez de las notas, la muelle manera de frasear, en un discurso siempre matizado, coloreado delicadamente, sin que falten nunca los momentos bien administrados en forte, nos ganan siempre, especialmente en los toques más intimistas.



El perfecto legato, que mantiene incólume la exposición de la sublime música mozartiana, nos ha de llevar a magníficos instantes de depuración estética y sonora en el transparente desgranamiento de las obras anunciadas, en las que ha de huirse del énfasis. La capacidad de diálogo, tan reconocida en el arte de Pires, que viene compartiendo cartel desde hace años, y lo hemos comprobado ya con otros partenaires, es asombrosa; como lo es saber contagiar estas habilidades a los que la rodean, a los que aprenden de ella y se pliegan a sus dictados en un impresionante proceso de intercambio y de ósmosis al más alto nivel.

El discurso de pires tiene un secreto, una impronta que la faculta para acceder a los mundos más íntimos y recónditamente poéticos

Esa manera de adaptarse en un solo teclado al compañero y conseguir una conjunción y una firmeza fraseológica impecables, es lo que esperamos volver a disfrutar en esta nueva oportunidad.



Por todo ello esta cita adquiere la categoría de acontecimiento artístico de primer orden, máxime cuando a estas alturas no sabemos cuántos años más la pianista seguirá tocando, ya que desde hace mucho prefiere dedicarse a la enseñanza y a organizar actividades más recogidas, en las que llama a la participación de los más jóvenes. Lo es aun cuando sea cada vez más huraña y plantee a los organizadores curiosas exigencias; aun cuando se niegue a veces -como hacía el extinto Friedrich Gulda en sus tiempos- a facilitar sus programas con antelación; aun cuando quiera tocar a veces prácticamente a oscuras, solamente iluminada por una lamparita o actúe cada vez con menor frecuencia sola. La última vez que la vimos compartir cartel en un programa a cuatro manos fue con el estupendo Julien Libeer.



En esta oportunidad la acompaña Lilit Grigoryan, de nacionalidad armenia, nacida en Erevan en 1985, alumna de Sergey Sarajyan y de Matthias Kirschnereit, aunque quien la encauzaría, en primer lugar, sería Abdel Rahman El Bacha, un chopiniano ilustre, que la adiestró en Bruselas, y después, precisamente, Maria João Pires. Claro que Grigoryan no dejaría de prestar atención a otros maestros del teclado como Pressler, Leonskaja, Kovacevich, Kocsis y Bashkirov. Mucho le han aprovechado a la pianista todas esas enseñanzas, ya que desde octubre de 2010 ella misma es profesora y enseña en la Hochshule und Theater Rostock.



Los días aciagos del genio

El programa, como hemos dicho, está totalmente dedicado a Wolfgang Amadeus y ofrece más de una obra maestra, como la Sonata a cuatro manos en do mayor K 521, fechada en 1787, "una euforia concertante, que se extiende más allá de los límites de lo agradable y brillante", en palabras de Carli Ballola; una composición en la que destaca el apasionado Andante, directamente emparentado con Don Giovanni. Ambas pianistas interpretarán una sonata a solo: Pires la n° 13 en si bemol mayor K 333, de 1778, iniciada en París en los aciagos días en los que Mozart perdió a su madre; Grigoryan la en re mayor K 576, última de la colección, de 1789, de escritura bastante compleja, cuajada de contrastadas y habilidosas líneas de contrapunto. Completan la sesión otras tres obras a cuatro manos: Sonata K 19d, Fuga K 401/375e y una transcripción del Adagio y Allegro en fa menor para órgano mecánico K 594.