Escena de Garage

Una ciudad fagocitada por una fábrica. Es una circunstancia extendida por todo el continente europeo. Son muchos los ejemplos existentes de amontonamiento de la masa obrera en torno a centros fabriles. Se han ido acumulando desde la revolución industrial. Pero hay pocos tan paradigmáticos como el de Montbéliard, rodeada por las macroinstalaciones de PSA, el gigante automovilístico formado tras la absorción de Citroën por Peugeot. El fundador de la rama automovilística de la segunda marca, Armand Peugeot, era natural de esta localidad situada en el Franco Condado que cuenta hoy con unos 25.000 habitantes y, atención, cuatro teatros públicos, pertenecientes al sistema MA scéne nationale. En el principal, el Theátre de Montbéliard, fue donde Voadora presentó Garage, una obra que reflexiona sobre la relación de amor/odio de sus lugareños con la factoría.



Es una historia estrictamente local. No puede ser de otro modo, claro. Pero la compañía gallega no se ha conformado con una lectura apegada a la idiosincrasia terruñista. Su trabajo tiene una potencia universal, pues se centra en el papel de la mujer en la industria europea, que en el sector del automóvil, particularmente, "ha estado relegado a la figura de trofeo", apunta Fernando Epelde, autor de la dramaturgia. Para documentarse, los miembros de Voadora realizaron muchas entrevista a la gente del pueblo. "Personas muy diferentes: trabajadores de la fábrica, técnicos del teatro, coleccionistas de vehículos, mecánicas, grupos musicales femeninos que surgieron del rock industrial que originó la fábrica, sindicalistas y gente que generó contracultura a partir de Peugeot", enumera Marta Pazos, directora del montaje. "Pero siempre había una pregunta latente: ¿dónde están las mujeres y cuál es su realidad en el pasado y el presente en este contexto industrial?".



Ahí quedó planteado el conflicto y el misterio, que luego fue todavía más lejos, como explica José Díaz, productor de Voadora: "A través de la desigualdad de género, tratamos además el papel de la inmigración en el desarrollo de Europa, la relación de los humanos con las máquinas, la ética industrial...". El resultado final es un sustancioso collage temático, que pone el dedo en la llaga de muchos aspectos espinosos de la actualidad. Todos unidos y expresados a través de un cóctel de lenguajes: la música electrónica (pinchada por los integrantes del grupo subidos en un 'púlpito' gigante sobre el escenario), la iconografía pop, la danza acrobática y coral, luminosas referencias a J.C Ballard, el vuelo poético del libreto del propio Epelde (aquí oscura y existencial), guiños fílmicos a David Lynch y al gran Armand Gatti, de quien se proyecta un fragmento del documental que rodó sobre Peugeot a mediados de los 70, que reflejan la diversidad de procedencias de los operarios: turcos, argelinos, españoles, portugueses... La fábrica fue durante décadas un rompeolas de sucesivos desplazamientos migratorios.



Otro detalle llamativo de este trabajo es que los actores, que van desgranando algunas de las historias recabadas por Voadora en las entrevistas previas, son todos voluntarios del pueblo, desde niños hasta ancianos. No hay ni un solo intérprete profesional. "A diferencia de otras experiencias que realizamos de cierto calado social en las que nuestra propuesta estaba al servicio de los participantes, en esta ocasión consideramos fundamental poner los intérpretes al servicio de la dramaturgia contemporánea. En todo momento se les ha tratado como actores profesionales y los resultados son sorprendentes", señala Marta Pazos. Lo cierto es que su grado de implicación es máximo.



Garage recrea las pruebas con crash dummies, que tardaron décadas en diseñarse con formás anatómicas femeninas

Seguramente la clave de esta entrega es su vinculación a la actividad del MA scène nationale Pays de Montbéliard, una institución que dedica buena parte de su cuantioso presupuesto (cuatro millones de euros en esta temporada) a inocular el interés por las artes escénicas en su entorno. Es una máxima que rige en realidad a todo el sistema MA scène nationale francés, fundado poco después de la II Guerra Mundial. Ajeno a los cambios de color político, lleva más de medio siglo abonando el terreno para que el encuentro entre artistas y público sea lo enriquecedor posible para ambas partes. La cultura se entiende como un catalizador de voluntades, como un factor de elevación y evolución cívica y como una eficaz argamasa para la cohesión y la integración social. Sólo bajo esa perspectiva son concebibles iniciativas tan curiosas como las conferencias teatrales sobre Deleuze impartidas en la escuela de fútbol del equipo de la Ligue 1 Sochaux-Montbéliard. "Fue una aventura que resultó un éxito", recuerda Yanick Marzin, director del MA de Montbéliard.



Pero 'atrevimientos' de este tipo le han llevado a ser tildado por algunos de elitista. "Sobre todo me lo dicen por la importante presencia de danza contemporánea o de teatro en lengua extranjera con sobretítulos (Miguel del Arco, Sergio Boris, Mariano Pensotti, Motus...). Debido a que MA scène nationale está implantada en una localidad de 25.000 habitantes, sin grandes universidades o módulos de educación superior y con una tasa de desempleo más elevada que la media nacional, resulta esencial para mí no caer en el 'populismo', invitando producciones en las que actúan las celebridades televisivas. Para empezar, porque es algo que puede hacer el sector privado; en segundo lugar, porque si nosotros no apoyamos la creación contemporánea, perderemos generaciones de creadores; y, finalmente, porque creo que pensar que hay un tipo de cultura por categorías responde a una visión muy conservadora. ¿Para los intelectuales lo contemporáneo y para el resto la comedia de boulevard? Si defender la creación contemporánea de Jan Fabre, Israel Galván y Emma Dante es ser elitista entonces sí, eletismo debe ser compartido por todos".



Marzin lleva al frente del MA scène nationale de Montbéliard siete años. Y ya empieza a recoger los frutos de su siembra. Así lo explica la consejera artística de la institución, Sonia Rodríguez: "Hoy tenemos excelentes cifras de asistencia en danza contemporánea, por ejemplo, que no tenía ningún éxito al principio, y que representa aproximadamente un tercio del total de entradas vendidas por temporada. Para llegar a eso hay que realizar un trabajo diario, confeccionar una programación en la que se alternan propuestas más accesibles, como CIRCA o Philippe Decouflé, con la de creadores emergentes, así como acompañar al público a través de diferentes actividades: los encuentros con los artistas, etcétera". "Lo que me parece importante -apostilla Marzin- es la relación de confianza, de intercambio y de respeto que el director de un espacio escénico o de un festival puede tejer con los habitantes de su barrio o de su ciudad".



En total, son 70 scènes nationales las que hay repartidas por toda Francia. Todas son un foco irradiador y potenciador del pulso escénico del país. "Es increíble que un teatro te llame con confianza ciega en tu trabajo, para hacer lo que te apetezca, lo que te interesa, en un determinado momento", dice Marta Pazos, que, al igual que todos los componentes de Voadora, elogia la visión a largo plazo y de apoyo pleno a los artistas de este modelo, que comprende fructíferas residencias de compañías. "Para nosotros una carta blanca es una oportunidad para arriesgarnos, para aprender. Nos encantaría que eso ocurriese también en España".



@albertoojeda77