Sofia Gubaidulina. Foto: F. Hoffmann
La compositora recibe el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música Contemporánea por haber alcanzado su propia voz sin renunciar a su conciencia personal, manteniendo su integridad artística incluso cuando estuvo en las listas negras del régimen soviético. El jurado ha destacado que Gubaidulina conjuga la influencia de Bach con las tendencias de la vanguardia europea, conformando un estilo que exhibe una amplia paleta de colores y hace un uso muy particular del silencio.
Sofia Gubaidulina nació en Chistopol, en la República Tártara de la Unión Soviética, en 1931. Su pasión por la música se manifestó, según ella misma ha declarado en una entrevista nada más conocer el premio, "de manera espontánea, cuando era una niña; por decirlo de alguna manera, no fui yo quien eligió la música, sino la propia música quien se manifestó en mí". Tras estudiar piano en el conservatorio de Kazan, a orillas del Volga, se trasladó a Moscú para estudiar composición con maestros como Nikolai Peiko -asistente de Shostakovich- y Vissarion Shebalin.
En 1975 formó, junto a sus colegas Viktor Suslin y Vyacheslav Artyomov, el Ensemble 'Astreia', que se especializó en la exploración del folclore del Asia Central, algunos de cuyos instrumentos incorporó en sus composiciones. Al mismo tiempo, la obra de Gubaidulina asimiló con gran rapidez muchas de las tendencias y escuelas de la vanguardia europea, cristalizando en un estilo que conjuga con una rara perfección la tradición y la modernidad. Su reconocimiento internacional se produjo en la década de 1980, especialmente gracias al decidido apoyo de músicos como el violinista Gidon Kremer, al que dedicó su magnífico concierto para violín Offertorium (1980, revisado en 1986), la obra que proyectó el nombre de la autora más allá de las fronteras de la Unión Soviética y que empezó a cimentar su prestigio internacional. Offertorium está basado en el "tema real" de Federico el Grande de la Ofrenda Musical de Johann Sebastian Bach, el compositor que, según reconoce la propia Gubaidulina, ha ejercido la influencia más profunda y duradera sobre su propia obra.
La fuerte impronta espiritual y religiosa de la obra de Gubaidulina le acarreó más de un contratiempo con las autoridades soviéticas, hasta el punto de ser incluida en 1979 en una lista negra de compositores sospechosos para el régimen. No obstante tuvo también importantes valedores, como el gran Dmitri Shostakovich -quien la animó a "perseverar en su camino erróneo"- o ilustres colegas de su propia generación como Alfred Schnittke o Edison Denisov, además de instrumentistas como Yuri Bashmet, Mstislav Rostropovich, Vladimir Tonkha, Friedrich Lips o el propio Kremer.
En 1985 salió por primera vez de la URSS y su aceptación fue inmediata, también en Estados Unidos, país que visitó por primera vez en 1987 y donde obtuvo el encargo y estreno mundial de un buen número de obras: Pro et contra, por la Orquesta de Louisville (1989); el Cuarteto de cuerda n.° 4, por el Kronos Quartet (Nueva York, 1994); Dancer on a Tightrope, por Robert Mann y Ursula Oppens (Washington, 1994); el Concierto para viola, por Yuri Bashmet con la Orquesta Sinfónica de Chicago (1997); Two Paths (A Dedication to Marty and Martha), por la Filarmónica de Nueva York (1999); o Light of the End, por la Orquesta Sinfónica de Boston (2003). Análogo ha sido su éxito en Europa, con encargos procedentes de Berlín, Stuttgart, Hamburgo... Gubaidulina permaneció en Rusia hasta 1992, y desde entonces reside en un pueblo cerca de Hamburgo, en Alemania.
El catálogo de Sofia Gubaidulina abarca la práctica totalidad de los géneros musicales, con una notable excepción: la ópera. "En mi juventud compuse óperas", ha confesado la autora, "pero las retiré de mi catálogo; eran obras muy primerizas. Luego renuncié a este género, pues comprendí que en la ópera hay demasiados elementos materiales y exteriores, y a mí me interesa más lo interior". Sin embargo, la espiritualidad musical de la compositora tártara no se dejó tentar por la tendencia del 'minimalismo sacro' que en las últimas décadas del pasado siglo pusieron en boga colegas de su misma generación. De alguna manera, su estilo jamás renunció a incorporar elementos experimentales de las vanguardias europeas de los años sesenta y setenta del pasado siglo, manifestando una especial cercanía por la figura y por la música del italiano Luigi Nono, así como por la música de Anton Webern, otra de sus influencias confesadas. Su fascinación por la obra de maestros del Renacimiento como Lasso, Ockhegem o Palestrina acaban por conformar un estilo de una rara cualidad meditativa, de una enorme concentración, "que exhibe una amplia paleta de colores y hace un uso muy particular del silencio", en palabras de miembros del jurado. Para Gubaidulina, la música es en sí misma un fenómeno espiritual, un vehículo para alcanzar la unidad con la divinidad mediante un proceso artístico que desarrolla una serie de símbolos musicales para expresar sus ideas. Algunas de sus obras más importantes reflejan también un interés por los antiguos principios de la proporción, como los números de Fibonacci y la Sección Áurea.
Considerada hoy en día como uno de los más grandes compositores en activo, Sofia Gubaidulina recibe con asiduidad encargos de los más importantes solistas, conjuntos y orquestas del mundo, y sus obras han sido estrenadas por nombres de la talla de Simon Rattle, Anne-Sophie Mutter, Gustavo Dudamel, Kent Nagano o el Kronos Quartet. Su discografía asimismo es inmensa y Gubaidulina no ha dejado de componer desde su primera obra, hace 60 años (Phacelia, 1956). El próximo 23 de febrero, la Orquesta Sinfónica de Boston, bajo la batuta de Andris Nelsons, estrenará su última composición, un Triple concierto para violín, violonchelo, bayan y orquesta.
Como ha destacado el jurado de los premios Fronteras del Conocimiento, "la figura de Sofia Gubaidulina supone un extraordinario ejemplo de un compositor que ha buscado y alcanzado su propia voz sin renunciar a su conciencia personal, a pesar de circunstancias políticas extremadamente complicadas. Su logro es el de la perseverancia y el coraje. Y son esas cualidades de fortaleza individual e integridad artística las que se expresan a través de su música".
La compositora se une a los galardonados de esta IX edición de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento tras los ecólogos Gen Likens y Marten Scheffer, los meteorólogos Syukuro Manabe y James Hansen, galardonados en la categoría de Cambio Climático; el investigador en inteligencia artificial Geoffrey Hinton, en la categoría de Tecnologías de la Información y la Comunicación, los matemáticos David Cox y Bradley Efron, galardonados en Ciencias Básicas, y el biólogo Francisco Mojica y las bioquímicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, premiados en Biomedicina. Estos galardones nacieron con los objetivos principales de impulsar la investigación científica, la difusión a la sociedad de la cultura científica y tecnológica, así como reconocimiento del talento y la excelencia en un amplio abanico de disciplinas, desde la ciencia a las humanidades y las artes. Durante los martes de febrero se irán conociendo el resto de galardonados en las siguientes categorías: Economía, Finanzas y Gestión de Empresas y Cooperación al Desarrollo.