La compositora rusa, durante un ensayo. Foto: Fernando Marcos.

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  • La música de Sofia Gubaidulina (Tatarstán, 1931) es una cuestión de fe. No tanto porque, a sus 82 años, la compositora rusa viva sumida en la más insondable religiosidad como porque el misterio de sus partituras crece con cada estreno. No importa que la mediática Anne-Sophie Mutter prodigara su Concierto para violín por las mejores salas de Europa, ni que en 2009 la Orquesta Nacional le dedicara su quinta Carta Blanca o incluso que, dos años después, el Festival de Alicante celebrara su 80 cumpleaños con un extenso monográfico. Su presencia siempre es nueva y nunca suficiente. "Creo que se debe a que mi música no ha obedecido nunca a factores externos, a corrientes artísticas ni a tomos de enciclopedia", cuenta Gubaidulina a El Cultural. "Porque más que componer mi verdadera vocación ha sido la de escuchar lo que llevo dentro, ajena a las modas, a los preceptos académicos y a la situación política de cada momento".



    En total sintonía con la naturaleza, "alérgica a las tecnologías dogmáticas", su método de composición es lo más parecido a un paseo. Poco le importa a Gubaidulina la distancia, toda vez que el destino y el lugar de partida son la misma cosa. En ese sentido, su música es como un viaje interior o, de modo cartográfico, un viaje vertical. "La música es una experiencia que no se puede definir ni cuantificar. Todo cuanto se diga condiciona la escucha y adultera el sentido último de lo que se transmite. Así que no me pida que le hable de estas cuatro obras porque sería como tirar piedras contra mi propia tejado". Se refiere a In Croce (1979), Kadenza (2011), Impromptu (1996) y Seven Words (1982), que esta tarde y mañana interpretarán los músicos del BCN 216 en L'Auditori de Barcelona y la Sala de Cámara del Auditorio Nacional, respectivamente.







    Hace años que los músicos del BCN 216, fundado por Ernest Martínez-Izquierdo y David Albet, vienen postulándose como uno de los conjuntos instrumentales más versátiles y plurales del panorama camerístico español. Se han deslomado con estrenos de compositores de nuestros días y han roto la barrera del sonido en espacios tan poco convencionales como el Sónar de Barcelona. Con estos dos conciertos quieren homenajear a una de las compositoras más emblemáticas de la segunda mitad del siglo XX y reivindicar también el acordeón (en manos de Iñaki Alberdi) como instrumento fundamental de la música contemporánea. "Tan importante para una obra es la intervención lúcida y creativa de un compositor como las aportaciones de unos músicos profesionales y sensibles y de un público curioso y tolerante. Los compositores no existimos sino a través de la mediación, más emocional que intelectual, de los intérpretes y sus audiencias".



    Compositora residente del pasado Festival de Lucerna, donde se pudieron escuchar sus oratorios St. John Passion y St. John Easter, Gubaidulina habla con optimismo de las nuevas generaciones de compositores e intérpretes. "Todavía no han encontrado respuestas. Pero viven en una intensa búsqueda. De fondos y de formas".